Marcelino Acosta es ganadero por tradición y devoción al campo bravo. Los orígenes ganaderos de su familia se remontan al año 1813, pero no fue hasta el año 1939 cuando su tio-abuelo D.Diego Garrido dio el paso de eliminar su origen anterior y compró vacas a D. José Benítez Cubero, en 1964 el ganadero fallece y pasa a manos de la viuda de D.Diego Garrido, bajo la supervisión de D. Guillermo Acosta, padre del actual propietario, en el 1980, por fallecimiento pasa a ser propietario la madre y tía del actual propietario, María Josefa y Consuelo Cañas Amores. En el año 1996 se parte la ganadería, María Josefa Cañas pasa a ser propietario de las vacas pares y el hierro de Diego Garrido, mientras que Consuelo Cañas pasa a ser propietaria de las vacas impares y crea un nuevo hierro en la unión con el nombre de Guillermo Acosta. En 2011 por fallecimiento, la ganadería pasa a manos del actual propietario.

Con 60 vacas y un par de sementales, Marcelino Acosta empezó a construir su sueño ganadero. Siempre fiel al encaste de sus antepasados, guardián de la sangre de Hidalgo-Barquero que llevan sus reses, siempre con la intención de mantener el legado familiar. La humildad, esfuerzo, perseverancia, dedicación, y mucha personalidad caracterizan a este ganadero, construyendo con sus propias manos su ganadería, desde abajo, desde el principio, siempre involucrado en el campo, dice que la naturaleza le dan paz y alegría, y nunca se cansa de estar siempre al lado de sus animales.

Muchos sueños acumulados en una finca ganadera excelente, con unas condiciones idóneas para la agricultura y el pasto de las reses,  donde entre sus acebuches, olivos y alcornoques, pastan las 80 vacas que posee en la actualidad y sus tres sementales, guardianes de su bravura, y su tesoro genético.  Cerca de 80 machos, (20 añojos, 20 erales, 20 utreros, 20 toros) conviven a diario con un ecosistema rico en biodiversidad y único en el mundo.

Una flora y fauna que complementan un estilo de vida único, y que motivan la afición de un ganadero que sabe lo que es sufrir. Como todo ganadero, ha tenido que inventar alternativas para poder sobrevivir, y que su “trocito” de historia genética tenga porvenir.  Unas instalaciones adaptadas a todo tipo de eventos, desde bodas a bautizos, pasando por cumpleaños y cualquier tipo de celebración, son algunas de las actividades que realiza la familia Acosta en sus ganaderías. El turismo rural y ecológico, se ha convertido en una interesante actividad dentro de su pequeño paraíso. Son 400 hectáreas que dispone para que la gente disfrute en primera persona, no solo del campo bravo, sino de todo tipo de fauna que allí se congrega, como zorros, Avutardas, Tejones, y demás animales difíciles de ver en los tiempos que corren. Salones de calidad, decorados con una exposición de cerca de 20 coches de caballos antiguos, uno de los hobbies de este ganadero.

Ante la falta de oportunidades que le ofrece el sistema Don Marcelino ha tenido que tomar la decisión de adaptar la ganadería al siglo XXI, y enseñarla a cualquier tipo de visitantes. La exigencia de los tentaderos esta marcada por su entusiasmo como ganadero, conocedor del esfuerzo que debe hacer para que su ganadería conquiste por su bravura las plazas. Requisitos imprescindibles el recorrido, la alegría, la emoción y la nobleza encastada, donde el caballo tiene su importancia a la hora de juzgar a la candidata. 17 eralas y 25 añojas esperan en el campo, la prueba de fuego de su bravura, en el  ruedo de la finca.

Una temporada plagada de plazas de la zona, como Trigueros, Valverde del Camino, San Juan del Puerto entre otras, conocen sus reses, pero este ganadero, como cualquiera, sueña también con llevar sus reses alguna plaza con más relevancia, siempre agradeciendo a todos aquellos que confían en él.

Tiempos difíciles para ganaderías minoritarias, que no están bien vistas hoy en día en el circuito de las ferias, ni en las muletas de las figuras. Paraísos llenos de un valor incalculable de encastes antiguos, que sueñan con una oportunidad, con la que puedan defender con la bravura su nombre.

Por Juanje Herrero

Fotos Benjamin Torres