Y cómo no, la Covid nos priva de la venteña Feria de Otoño. Lloros aparte, la memoria nos guarda lo que hace un par de años se convirtió en una de las faenas de la década. En un océano de ventajismos, toreo cursi, y toros descastados, Urdiales se hizo con la embestida del encastadísimo animal de Fuente Ymbro, Hurón, dejando una faena de verdadera cátedra.
Y es que el niño bonito del Faraón de Camas, curtido en mil batallas, mostró que es apto para mandar ese tipo de embestidas, encastadas y enclasadas, hasta que el cornúpeta no tuvo más remedio que aceptar su derrota.

La faena tuvo varias partes: una salida a terrenos, dominadora y eficaz. Y a partir de ahí, se puso Don Diego por cierto, vestido como dios manda, cargado en oro- a torear con mano dura y rindiendo culto a los cánones: parar, templar, mandar y someter. Con las zapatillas asentadas, y cargando la suerte en tanto que se ligaban los muletazos, el espada hizo crujir cada una de las vértebras del bueno de Hurón, que no tuvo más remedio que seguir embistiendo por bajo, llegando incluso a hacer el avión. En adición a esta descripción tan técnica de la faena, estuvo más que presente el temple, acoplado al buen ritmo del toro. Y como epílogo, se nos ofreció una tanda, con el toro algo más parado, de naturales a pies juntos. Para paladares exquisitos.

Con esta faena se pueden sacar varias conclusiones. La primera, que Diego es un gran torero. La segunda, que Hurón un gran toro, y habría dejado en calzoncillos a medio escalafón con tal torrente de casta, lo que justifica la primera conclusión. Y la tercera, que para dar faenas estéticas, no hace falta violar los cánones del toreo, y perfectamente se pueden ver tandas ligadas cargando la suerte. Por cierto, cargar la suerte, no es hacer posturas “barrigonas” ni adelantar la pierna hasta poner la zancadilla al toro, que pasamos muy pronto de un extremo a otro, o la pata escondida, o zancadilleando.
Claro está, dentro del arte de torear hay mil y un estilos, pero en ninguno cabe el destoreo. Y hablando de estilos, esta faena (y en general, el toreo de Urdiales) es la más pura expresión del clasicismo en la actualidad: cargar la suerte como El Pasmo, torear en redondo como Gallito, e invadir los terrenos como Manolete. Y el temple y dominio de Domingo Ortega.
Faena de época, faena antológica. Probablemente tarde en ser superada. Madrid espera.

Por Pablo Pineda.