Uno de los argumentos más recurrentes, pero menos veraces al que recurren los antitaurinos es calificar a los aficionados a los toros de violentos; en una simplicidad maniquea pretenden que al asistir a un espectáculo donde hay peligro, sangre y muerte de verdad, los taurinos nos volvemos violentos… Desde luego, nada más lejano de la realidad que esa tontería.

Al acudir a una corrida de toros los aficionados buscamos estética, arte, emoción y una serie de valores que sólo se dan en un acto tan bizarro y elegante como es dominar y moldear la fuerza de la naturaleza, representada por el toro, hasta convertirla en una obra de arte.

El pasado fin de semana, en el estadio de futbol del estado mexicano de Querétaro se escenificó un acto de barbarie que avergüenza al deporte, a la sociedad y al pueblo de México y nos hace reflexionar sobre el estado de descomposición que existe en una parte de la población a nivel mundial. Porque, desafortunadamente, este tipo de acciones bárbaras y desmedidas las hemos visto en muchas partes del mundo -sin hablar de lo que ahora mismo ocurre en Ucrania- y, casi siempre, en estadios de futbol.

No, no debemos confundirnos: las corridas de Toros no nos incitan a la violencia. En una plaza de toros jamás veremos escenas como las que se vieron este nefasto sábado en un estadio de futbol… Y no, no estoy culpando a este deporte por la inconsciencia de los porristas de los equipos que actuaban ese día, pero es justo limpiar a la Tauromaquia de esa falsa idea con la que la han querido ensuciar los políticos mercenarios que tratan de medrar de manera innoble. La tauromaquia es Arte, es valor, es respeto -a la vida y a la muerte- y, sobre todo, es un espectáculo maravilloso.

Alberto Hernández, escultor taurino.

Como vemos en la imagen, nuestro compañero Alberto Hernández, inmortalizó con su escultura a Octavio García El Payo.