Tarde esperada y de relumbrón en Morón de la Frontera, altas expectativas, pero con el runrún previo acompañado de la siguiente pregunta: ¿otra vez Juan Pedro? ¿no han sido suficiente con la enumeración de petardos esta temporada? Garzón debe hacérselo mirar. Esos tres toros no venían a cuento. Pero tampoco se salvará Murube.

Urdiales (catafalco y oro), Juan Ortega (verde y azabache) y Pablo Aguado (buganvilla y oro). Tres artistas tres. Conceptos distintos, pero en la línea de lo vertical, sabroso y estoico del toreo. No tuvieron nada que hacer. Toros de Juan Pedro Domecq y Murube. Desastre ganadero en ambos casos. Una vez más, del tercio de varas, mejor no hacer comentarios.

Abre la tarde Diego Urdiales con un racimo de verónicas muy templadas, casi perfectas, ante un toro noble en demasía. En la muleta, nada que hacer. Se puso, templó, pero en cuanto exigía el toro escatimaba. Sin toro no hay nada, faltó emoción y llegada a los tendidos. Buena estocada. Ovación y salida al tercio. Pitos al toro.

Juan Ortega, sublime con el capote, se topó con un novillote inválido. Se empieza a calentar la tarde y el fracaso se hace notar. Ídem de lo mismo en la muleta, logra templar, pero al no haber toro, no cala en los tendidos, evidentemente. Toro rajado al primer muletazo, y faena destrozada. Todavía no sabemos por qué sonó la música. Estocada baja. Ovación y salida al tercio. Pitos al toro.

Toro despitonado de salida, protestado por la afición (más que digna en el conjunto de la tarde). De absoluta vergüenza, permitir esto es defender lo indefendible. Ya a Pablo Aguado le daba señas de sosería el toro en el capote, y no fue menos en la muleta. Sin pena ni gloria, le dio unos muletazos, un poco despegado. Sigue sin salir el toro. Estocada casi entera y descabello. Silencio. Pitos al toro.

Bonito toro el segundo de Urdiales, pero ya estaba pegado al piso en el capote. Gran tercio de banderillas. Cuarto petardo al estar el toro parado en la muleta desde el principio. Nada que hacer por parte del matador que abrevió correctamente. Estocada y descabello. Silencio. Pitos al toro.

Tuvo movilidad el quinto, dando un atisbo de esperanza a la tarde. Torerísimo Juan Ortega, sacó el animal a los medios por abajo para empezar una faena de tan solo cuatro tandas para poner al público en pie. Porque el buen toreo, no necesita más. En su línea, con una perfecta colocación y un temple soñado, cuajó al torito que le pedía mano baja y lentitud ante tanto movimiento del cornúpeta. Y por fin, entró la espada, estocada en buen sitio. Oreja.

Mucho cuello tenía el cierraplaza, y poca transmisión. De menos a más, salía suelto de la muleta de Aguado, que estuvo correcto y sacó dos o tres buenas tandas. El toro, de menos a más, acabó metido en la muleta y quizá se mereció una tanda más. Media estocada trasera tendida. Dos avisos, ocho descabellos, desastre. Silencio.

Y es que, ya puede ser un Dios griego el que se ponga a torear, pero cuando no hay casta, peligro y emoción, no hay nada que hacer. Sin toro no hay nada.

Por Pablo Pineda