Es muy de agradecer que se vayan dando corridas de toros que, en definitiva, es lo que suspiramos los aficionados. No es menos cierto que si ayer nos emocionamos con los toros de Victorino en Jaén, en este día, en Morón de la Frontera hemos asistido a la parodia con la que nos vienen obsequiando los empresarios y toreros porque, en realidad, si este festejo lo denominaban como un desafío ganadero, hay que echarlo hilo a la cometa. Como digo en el titular, hasta el de Miura ha sido tonto; vamos que, de no tener ese pelaje, todos creeríamos que era uno de Juan Pedro que, por cierto, de él ha sido el último de la tarde. El denominador común no ha sido otro que la falta de raza y fuerzas en una corrida que ha sido auténticamente anodina, pese a las dos orejas que ha cortado Daniel Luque al toro de Murube. Una pena de festejo que, para desdicha de todos, esto suele ser el plato habitual porque los toreros quieren matar el burro tonto y el toro de verdad que lo maten los desgraciados.

Daniel Luque ha estado muy bien con su tercer enemigo; ha ligado pases de todas las marcas que, como explico, le han salido estupendos; ha tenido ligazón, enjundia y bien hacer, eso no lo discutirá nadie. Pero, aquí viene el quid de la cuestión. ¿Ha emocionado a alguien? Ese toro, sin ánimo de herir a nadie, en las manos de Curro Díaz hubiera sido faena para el recuerdo y, dada la ingravidez de su enemigo, nadie recordará que tal día como hoy, domingo de Ramos, Daniel Luque le cortó las orejas al Murube que, sin emoción alguna, con más atisbos de hermanita de la caridad que de toro bravo, Luque ha disfrutado más que un niño chico con el juguete nuevo. Reitero, no había emoción alguna porque el toro no la trasmitía y, todo lo ha hecho Luque.

En su primero, un ejemplar de Osborne, toro bello, como toda la corrida, ha sido insulso, inofensivo, tonto por doquier y sin fuerzas. Luque lo ha molido a trapazos y se lo ha quitado de en medio con una estocada de lujo. Su segundo, de Partido de Resina, los antiguos Pablo Romero, qué pena de toro. No tenía lidia alguna pero, lo triste de la cuestión es que no tenia peligro; al menos no lo evidenció, pese a los derrotes que tiraba; pero no quería coger al diestro, es decir, tampoco trasmitió nada. Nada de nada, con lo que era en su día la ganadería de Pablo Romero pero, desde que se contagiaron aquella enfermedad en que se derrumbaban nada más salir al ruedo, todo se fue por la alcantarilla y, repito, es una pena que se haya perdido un encaste tan emblemático en los toros.

Lo de Ginés Marín clama al cielo. Es un hombre capaz de dar muchos muletazos, eso no se lo negará nadie. El problema es que no dice nada. En su primero de Pallarés, un toro aburrido, soso y estúpido, Marín le ha dado muchos pases porque, eso sí, su lema es la cantidad; calidad, ninguna, pero cantidad al por mayor. Lo ha matado de una gran estocada. En su segundo, el Miura, nos ha dejado helados a todos; un toro que sembró el pánico en banderillas y, una vez en la muleta, como decía, parecía de Juan Pedro por su nobilísima forma de embestir, algo que ha desconcertado a Marín que, como le habían contado, los Miura eran toros para respetar y, a su vez, andar con mucha cautela. Nobleza, sin peligro alguno, tonto del capirote que es el peor insulto que se le puede hacer a un toro de Miura. Ha matado de una gran estocada y le han regalado una oreja que nadie pidió y, lo que es peor, nadie sabe los motivos Ha finalizado su actuación con un animalito de Juan Pedro. Si, amigos, el clásico toro artista, sin alma, sin fuerzas, derrengado y rodando por el suelo pero, con una bondad vaticana. Marín le ha dado «quinientos» pases o quizás más y, tras pinchazo y estocada nadie ha dicho esta boca es mía. Eso sí, de actitud no ha cambiado Ginés, al verle, de repente, todos tenemos la sensación que más que en los toros estamos en un entierro de tercera.

Termino como empezaba, añorando la pujanza del toro bravo y auténtico además de encastado, caso de lo que pudimos ver ayer en Jaén con Victorino que, en el peor de los casos, hasta los toros que le salen malos tienen la suficiente emoción para que todo el mundo vibre con su juego. Lo lamentable es lo del día de hoy en que, salvo la faena de Daniel Luque, ortodoxa y bella no ha tenido contenido para el recuerdo dada la memez del toro.

Vimos por allí de espectador a Morante que, anunciado en Sevilla con los Miura, ha ido a Morón para hacerse una idea de cómo embestía el Miura. Tras lo que hemos visto, Morante habrá pensado para sus adentros: «Si me salen en Sevilla como este, los mato con la gorra» Y no le falta razón.

El hecho de que estos diestros modernos de ahora no le hayan dejado dar unos lances a Chapurrita que estaba de sobresaliente, eso habla mucho de dichos individuos.

Nos han dicho que en la plaza debido a la pandemia, había mil espectadores pero, les aseguro que, sin pandemia, tampoco hubiera habido más, algo que sucederá muchas veces a partir de ahora en que, se destaparán muchas miserias cuando comprobemos que no se llenará el cincuenta por ciento permitido. En honor a la verdad, hay que ser muy atrevido para comprar una entrada en un festejo como el que se ha celebrado hoy en Morón que, el cartel, a priori, no invitaba a nada. Daniel Luque ha salvado los muebles de lo que era un hecatombe anunciada.

Quiera Dios que se sigan televisando corridas, pero que en las mismas aparezca el toro que emocione y que los aficionados, desde el tendido o frente al televisor, palpemos el peligro, en definitiva, la emoción con la que tiene que estar revestida la fiesta. Lo demás, caso de hoy en Morón de la Frontera, mejor que lo olvidemos.

Pla Ventura