“La vida son cuatro días, y tres pasaron ya […] No te preocupes, ocúpate. Disfruta, diviértete, móntate la vida para lo que te quede, aunque no sepas cuánto es, que estés bien, a gusto y lo más feliz que puedas”, Pau Donés en su última entrevista concedida.

Por Lucia Vicente Montero

Vivimos en una sociedad llena de preocupaciones, monotonía, sumergidos en nuestras rutinas de las cuales muchas veces nos cuesta salir. Ha tenido que llegar la crisis sanitaria actual para obligarnos a parar y bajarnos, durante unos meses, de ese tren atestado de caos. Este escenario imprevisible y repleto de incertidumbre es el mismo que nos ha dado una tregua y nos ha brindado la oportunidad de plantearnos, entre otras cuestiones, si el ritmo de vida que estábamos llevando era lo que realmente nos hacía felices. Probablemente, muchos de nosotros nos hayamos dado cuenta de que no le dedicábamos tiempo suficiente a aquello que verdaderamente nos satisface, nuestras aficiones.

Al final de toda una vida trabajando, independientemente de nuestros éxitos y fracasos, lo que más recordaremos serán los buenos momentos y experiencias pasadas con los amigos, nuestro entorno y nuestras aficiones, porque esto fue lo que realmente nos dio y nos brindó una buena vida.

Un aficionado práctico es aquella persona que crea una sinergia entre su tiempo de ocio y la tauromaquia. Cada vez que tienen un tentadero programado, afrontan su día a día con una actitud optimista y llena de ilusión. Valores como la nobleza, la entrega, la admiración, el sacrificio, el respeto, la superación, todo lo que aporta el toreo, les repercute positivamente en sus respectivas vidas fuera del mundo del toro. La tauromaquia les da vida. Persiguen una ilusión y consiguen un sueño.

Todos tenemos muy interiorizado los pasos que deben seguirlos jóvenes que sueñan con ser figuras del toreo; la cuna de la tauromaquia nace en las escuelas, seguida de una etapa de novilleros sin caballos, a continuación, debutan como novilleros con caballos y finalmente se pueden considerar afortunados los que llegan a tomar la alternativa y situarse en lo alto del escalafón.

Pero…y la figura del aficionado práctico, ¿qué papel ocupa en este mundo?, ¿quiénes son? ¿Hay algo estipulado o algún reglamento que defina dicho término?, ¿qué características o requisitos tienen que cumplir para poder formar parte de este grupo? ¿Cuál es su dimensión cuantitativa en España?

Para mí, un aficionado práctico es aquella persona que, independientemente de que haya aprendido el oficio en escuelas taurinas o haya sido autodidacta, no se dedica profesionalmente al toreo y a pesar de ello sigue manteniendo esa ilusión y pasión por ponerse delante de ganado bravo. Sabe lo que es el ritual.

Los festejos taurinos suponen un importante motor económico para los municipios donde se celebran. Si nos centramos en los años previos a la pandemia, los festejos populares multiplicaron por doce a los festejos en plazas de toros. En las celebraciones patronales de nuestros pueblos, el toro se convierte en el protagonista principal. Con lo que la figura del aficionado práctico cada vez está más presente en estos actos.

Los aficionados prácticos logran encontrar y disfrutar de la intimidad con el animal consiguiendo evadirse de rutinas y preocupaciones. ¿Por qué no elegir otra actividad menos arriesgada? El valor que demuestran no es un don, sino una elección, esta es la verdadera afición y pasión por la tauromaquia.

¿Cuántos muletazos al aire habrán tenido que dar imaginándose la faena perfecta antes de ponerse delante de una res brava?, muletazos cargados de sueños. Soñando que llegue el momento de abrirse hueco en los festejos populares entre maletillas y recortadores para poder encontrar su minuto de gloria en esas plazas llenas de gente y de ambiente taurino, donde no se enfrentan únicamente la voluntad del toro y la del torero, sino que hay otros factores externos que, igual que puede envolvernos en un aura de satisfacción, también nos puede acompañar una gran tensión y en algunos casos llevarnos al borde de la tragedia.

Asimismo, el aficionado práctico vive el toreo desde otra perspectiva más sobria, privada y plena cuando va a tentaderos y le pide al ganadero torear alguno de sus animales. Por añadidura, contribuyen con la economía de las ganaderías que se encuentran en una situación precaria, sobretodo este último año tan crítico por el que estamos atravesando. Pero esta opción no está al alcance de los bolsillos de cualquiera.

En este sentido, me gustaría citar el Bolsín para aficionados prácticos de Rollanejo, que se viene celebrando desde hace una década en El Cubo de Don Sancho (Salamanca). Se trata del único ayuntamiento en España que tiene en propiedad una ganadería brava. Los participantes tienen la posibilidad de lidiar una erala completa y sentir el calor del graderío. Tanto el concursante como el espectador disfrutan del Bolsín sin coste alguno. Además, la rivalidad entre los aficionados prácticos acartelados está más que asegurada, algo que últimamente se está perdiendo a nivel profesional. Además, este tipo de festejos sirven para darle mayor visibilidad y difusión a la tauromaquia. Por todo ello, considero necesario la celebración de más festejos de este estilo por el bien de la afición y de la fiesta.

La figura del aficionado práctico es uno de los pilares que fomentan y sustentan la tauromaquia. Son figuras que no son las estrellas de los matadores del escalafón, pero sí lo son en su vida cotidiana. Es hora de que reconozcamos su valía, hoy más que nunca porque en tiempos de desafío, vivir el toreo es aún más desafío. Por todo ello, cualquier iniciativa apoyándolos contribuye y suma a que la fiesta siga viva. Más viva si cabe.