Por Paco Cañamero

La Fiesta continúa zozobrando a merced de esos contaminados vientos taurinos cargados de interés y ventajismo que dan de lado al aficionado, vientos de sinvergonzonería. Valladolid ha sido la última muestra en la corrida de ayer, con ese esperado mano entre Morante y Aguado, plato fuerte de la feria y también de todo el mes de septiembre -así lo vendieron- y al final no fue más que otro dardo envenenado al mismo corazón de la Tauromaquia. Otro navajazo a la grandeza de la Fiesta. Un ataque directo que tanto daño ha hecho y ha traído el malestar y desengaño de quienes han pasado por taquilla para acudir a la llamada de un acontecimiento.

Otra vez han engañado al aficionado, quien de nuevo queda desamparado por los abusos de las figuras. Primero fue el constante movimiento de toros producido horas antes -algo habitual en las corridas de figuras-, para lidiarse finalmente un encierro remendado y con varias de las reses indignas, que parecían propiamente para rejones. Ello dio lugar a que el escándalo se consumase a medida que transcurría la corrida con un Morante inhibido en una de sus tardes más grises y abúlicas, provocando in inmenso cabreo entre sus seguidores, cada vez más hartos de sus abusos y exigencias. ¡Tanto para nada! Mientras que Pablo Aguado, por su parte, trató de sacar adelante la corrida, pero resultó imposible por esa imposición ganadera del divo de La Puebla del Río, a la misma que Aguado se apuntó, algo que lo ha llevado otra vez más al naufragio directo. Por cierto, una pena lo mal se está llevando la carrera de este muchacho, de quien tantas veces se busca la cantidad y el sumar para hacer caja, sin medir las corridas, algo que puede estrellar a un artista exquisito como él. Y es que la definición real del festejo de ayer no son necesarios antitaurinos, ni podemitas, porque el propio ‘sistema’ y los abusos de las figuras hacen el resto, con el resultado a vista de todos de cómo están echando a la gente de las plazas y, algo peor, de esta Fiesta a la que están hundiendo

Porque el resumen de la esperada tarde del mano a mano vallisoletano entre Morante-Aguado ha quedado escrita como la la historia de una inmensa decepción, donde el primer gran fracaso de la corrida fue ver cómo apenas se cubrieron tres cuartos del aforo de la plaza. Digo apenas porque esa cifra es muy generosa cuando se ha vendido como el gran acontecimiento taurino de septiembre.  Y de ahí en adelante todo lo que no sea un lleno es un fracaso, por más que lo quieran disfrazar. Del resto culpen al ‘sistema’ y a los abusos de Morante.