Verás, director: habituado como estaba a las inmoralidades del mundillo taurino, creía que los sinvergüenzas de otros ámbitos eran simples discípulos de la mafia taurinera. A fuerza de leer tus crónicas sobre historias de politiquillos tránsfugas, inmorales, vanidosos o pancistas, fui cayendo de mi natural candor y sentí la curiosidad de observar de cerca la trayectoria ideológico-mercantil-depredadora de algunos ejemplares de la fauna política comarcal. Me doy cuenta que después de aburrirme como el pasado domingo en la plaza de Gallegos de Argañán con un espectáculo de ínfima calidad, puedo en cambio alcanzar notable divertimento si pregunto al vecindario sobre la vida y milagros de sus gobernantes, caciques o simples figurones.

Y ya que estamos en Gallegos, vamos a darle un repaso al zoo municipal. Empecemos por el alcalde. Pero no me refiero a Benito Diego, un hombre de derechas de toda la vida, que inexplicablemente preside una corporación socialista. Y digo preside, pero no dirige, porque recogida la opinión general del vecindario el verdadero alcalde sigue siendo su antecesor Manolo Patino. Benito Diego lleva el bastón en las procesiones y figura como alcalde de derecho. Pero de hecho sigue siendo Patino, que es el que corta el bacalao.

Otro de los grandes misterios del pueblo es averiguar cómo en un núcleo de relativo bienestar y gran mayoría conservadora pudo proclamarse alcalde socialista un ciudadano sin antecedente izquierdoso. Más bien lo contrario. Tiene una conducta y una genealogía que supera la derechona para entrar en un entroncamiento puramente franquista. Manolo es hijo del señor Agapito, famoso en el contorno por ser el encargado de la panera y el que pesaba el trigo que iban a entregar los labradores.

Para ser funcionario del Servicio Nacional del Trigo en pleno franquismo era imprescindible un certificado de adhesión inquebrantable al régimen y ser militante de Falange Española, amén de jurar los principios fundamentales del Glorioso Movimiento. Esos requisitos, los cumplía inexorablemente el señor Agapito, de otro modo no hubiera podido desempeñar el cargo, dado que siempre habría un ex combatiente o un militante de la División Azul, para reclamarlo con más derechos. No es que la paga fuera muy allá. Pero la gran bicoca de los pesadores de la panera eran las sisas de la báscula. Se quejaban los labradores de que en cada carro le faltaba el peso de un costal. Sumados los miles de carros resulta que el pesador redondeaba una ‘cosecha’ como la de los Perchas (afamados ricos del lugar).

Naturalmente, ningún labrador podía protestar y mucho menos tratándose de un cargo político. Con ese pasado azul y siendo ya modesto funcionario de banca a pesar de ser prácticamente iletrado, aprovechando la calentura socialista surge como abanderado de la inexistente izquierda local. Y es proclamado alcalde manteniéndose en el puesto varias legislaturas. Su lanzamiento económico corre parejo a su poder como alcalde. De no tener nada pasa a conducir coches de lujo, titular de varios cotos de caza, presidente de una explotación de granja de perdices, organizador de cacerías y dueño de una empresa de construcción (puesta en los últimos años a nombre de un tercero). Tiene casa, dos chalets de recreo y tren de vida a lo grande. Todo ello partiendo de un modesto sueldo bancario.

En la última parte de su mandato los concejales de la derecha empiezan a tirar de la manta y encuentran varias partidas de varios millones de ‘dudosa justificación’. Patino aparece en los periódicos como autor de irregularidades contables al frente del Ayuntamiento. Previsoramente advierte que de sucederle un ayuntamiento del PP su pasado sería revisado meticulosamente, como lo fue su actividad bancaria, siendo trasladado de oficina, según dicen, por irregularidades en las cartillas de los jubilados. Para evitar el contragolpe de un concejo de derechas, prepara su propio candidato para sucederle.

Y lo presenta como independiente. Al empatar a concejales, el candidato independiente se hace socialista y pasa a ser el alcalde protector que necesitaba Patino para que no se revuelvan papeles ni facturas. Y mira por cuánto el señor Benito Diego, de derechas de toda la vida, integrando en todos los círculos sociales del PP, sin la menor debilidad demócrata ni la más remota relación con la izquierda, queda convertido en alcalde de un ayuntamiento socialista. Queda asimismo para presidir las corridas, recibir al gobernador, presidir los plenos y demás funciones representativas.

Comprendo que para un hijo del pueblo con deseos de notoriedad debe ser importantísimo ser alcalde y presidir las corridas invitando al balcón a todos sus amigos de la derechona. Pero dicen las buenas lenguas que el alcalde de verdad, el que hace y deshace es uno que ni vive en el pueblo. El alcalde es Patino y Benito le hace los recados.

Alfonso Navalón, mayo 1997

Navalón nos muestra con su mágica pluma, las tropelías que ya hacían los socialistas hace veinticuatro años. El eslogan que tenía el PSOE era glorioso. CIEN AÑOS DE HONRADEZ, justamente, los que no gobernaron.