Aclaración a unos descerebrados de padre desconocido
El pasado jueves, mi compañero Pedro Casado se hacía eco de un rumor del taurinismo, que por lo visto andan revueltos averiguando la procedencia de un Mercedes matrícula de Santander, sobre el que cabalga ahora un crítico de toros que se ha pasado la vida despotricando contra esa marca de automóviles como símbolo de prepotencia y advenedizos.
Cómo será la cosa que lleva un cartel en el parabrisas: «No soy hortera ni nuevo rico». Hace ya varios meses que el crítico, sabedor de la condición murmuradora y envidiosa de los taurinos, convocó un concurso, regalándole una vaca de Domecq al que acertara el origen del automóvil.
Nadie se ha preocupado en averiguarlo, pero los murmuradores ‘abortaron’ el bulo de que era el regalo del padre de un torero charro para ‘cuidarlo’. «Un cochazo para que se hable exclusivamente del torero protegido».
A la vista está la ‘protección’ que algún diario le dispensa a ese torero, donde más de una vez ‘El Duende de la Colegiata’ lo maltrata sin piedad. Aquí no ‘cuidamos’ a ningún diestro.
No le dedicamos las páginas centrales, día tras día, a todo color como hace otro periódico con otro torero de Salamanca, con la disculpa que si se va a América, que si vuelve de México, que si está en una ganadería entrenándose, que si ha obtenido un triunfo grandioso en Peralejo de Michuapán.
Fervor incondicional
Nos parece bien ese fervor incondicional hacia un torero de la tierra pero no se me ocurre pensar que mi amigo Leopoldo Sánchez Gil ande repartiendo automóviles entre los que publican páginas a todo color de su torero.
La gente es tan ordinaria y tan procaz que la han tomado con lo del Mercedes. Primero fue Manzanares, que dijo que lo ponía mal porque se había negado a regalarle un Mercedes al crítico, cuando en aquella época el pobrecito vivía en una vivienda protegida de un barrio de pescadores con toda la familia arracimada en 60 metros cuadrados. Los taurinos lo cifran todo en el coche de la estrella y no saben que el crítico tiene especial animadversión a este tipo de coche. No porque sea mejor o peor. Sino por lo que representa socialmente.
Al crítico le han traído sin cuidado los coches y prueba de ello es que siempre los lleva hechos un desastre. Si este crítico hubiera querido tener un Rolls Royce no hubieran faltado varias figuras del toreo dispuestas a comprárselo.
Si hubiera querido ‘poner el cazo’ habría ganado mucho más dinero que algunas figuras. Es absurdo que a estas alturas quede todavía algún imbécil tratando de poner en cuarentena la independencia de este crítico que lleva toda la vida diciendo lo que le da la gana y jamás ha hecho de templagaitas de nadie.
Por una burla del destino ahora se ha visto obligado a tener un Mercedes, muy a pesar suyo.
Resulta que un ciudadano de Santander, llamado Rufo Villaverde, le debía hace años una cantidad de dinero y la única forma de cobrarlo ha sido quedarse con ese coche, que no valdrá por encima del medio millón porque tiene once años, como podrá comprobarlo cualquiera que sienta la menor curiosidad.
Le tuvo que cambiar las cubiertas, tapizarle los asientos y arreglar los elevalunas. O sea, que de cochazo, nada. Más bien un ‘caldero’. Si todavía queda algún mal nacido que tenga alguna duda sobre la procedencia del coche, no tiene más que acercarse a Pedreña donde vive el señor Villaverde y podrá darle hasta los mínimos detalles. O preguntar en Caja Cantabria por don Felipe Artega, que ha hecho de hombre bueno para poder cobrar esa deuda.
Aclarado lo cual ya nadie podrá optar al premio de esa vaca purísima de Domecq que el cronista estaba dispuesto a regalar al acertante de este concurso de murmuradores.
Sin trato de favor
Los que se toman la molestia de seguir estas páginas comprobarán que aquí no se ha dispensado ningún trato de favor al ‘sobrino de Pepe aviones’. Y mucho menos dedicarle páginas centrales a color cuando va o viene de Villanueva del Conde. Que con menos motivos se las hacen a otros, como es notorio.
Lo ‘cuidamos’ tanto que últimamente se ha convertido en el tema favorito de ‘El Duende de la Colegiata’ para zarandearlo en su Bla, Bla, Bla, que es una de las secciones más leídas de este periódico. Únicamente hace tres inviernos se le dedicó un reportaje en color matando un novillo a campo abierto, por la innegable belleza de las fotos y sin ninguna coba para el ‘sobrino de Pepe aviones’. Y eso es todo. Tragaos la bilis y seguid ladrando que es lo vuestro. Aunque los perros que ladran detrás de este Mercedes llegarán muy cerca.
Alfonso Navalón, febrero de 1995