El virus ha puesto cosas en su sitio, pero no hagan de este sufrimiento existencial una eternidad. La fortaleza, es honrosa si viene dada con pureza, con dignidad y sin autoengañarse… ¿volveremos más fuertes? ¿cuánto hace que nos fuimos? Nótese en nuestros tiempos que el ser humano es un animal alimentado por la ilusión. Pero la ilusión -que en ocasiones es la que mantiene la llama de la virtud viva- convierte la realidad en distopía en cuestión de segundos. Y más en un rebaño de desinformados. ¿De repente queremos volver?

En esta religión, la liturgia está siendo profanada día tras día que pasa. Es un constante sinvivir, en el que el aficionado es sumiso y vive arrodillado ante el poder del podrido círculo de empresarios, apoderados, “ganaduros”, figuras y siempre con el apoyo del público palmero y expectante a abominaciones de cualquier categoría, pues el catálogo es amplio.

Me siento cansado, porque, para torero artista, el que abraza el terror y gana la pelea. Un torero es bueno porque lidia, para, manda, tiempla y somete, y si dentro de las reglas del juego -en las que caben variedad de estilos- no entran sus deseos, que sepa que no juega a esto, jugará a otra cosa. Si un torero no supera al toro hasta que aflore su nobleza (la nobleza no debe venir regalada) ¿por qué se habla de buenos toreros?

El artista no se puede comer al gladiador, y si alguien, en su distopía, es capaz de explicarme ese arte figuril ilusorio, que me lleve al museo del Prado y me describa cada obra, pues, ¿no cuenta con tal capacidad de percepción? El arte nace de un acto real, no de la nada. Y si sacamos arte de donde no lo hay, solo nos quedaría esperar excusas del tipo “¡Es que nunca le salen buenos toros!”. A mí, la lectura y la hemeroteca me han enseñado que el buen torero torea bravos, y si un toro nace “para artistas” sepan que tenemos un gran problema, porque moriría la bravura, pilar base de esta pasión. La comodidad de unos cuantos, nos enseña el camino de la autodestrucción total, como si un camión colisionara contra un muro que aparentaba ser invisible y difícil de alcanzar. Han convertido esto en una farsa gracias a las malas artes.

Si bien, cuando las cosas se hacen con rigor y verdad, en la tauromaquia gozamos del crisol entre la vida y la muerte, la obra de arte más bárbara y sensible creada por el hombre. Pero en la actualidad, esto son excepciones.

¿Volver más fuertes? Si nos quitamos el velo, descubriremos que quien volverá será el dinero y la fama de quienes le conviene. Para volver, y que el rito sea violado constantemente, prefiero morir con la conciencia tranquila. Que el toro, nuestra razón de ser como aficionados, sea respetado hasta las últimas consecuencias. Los jóvenes tenemos el poder del cambio si nos aferramos a la ilustración y abrimos los ojos.

Sea la dureza de estas palabras un golpe para las mentes tranquilas. Esta fiesta está enferma, y hay que curarla como sea.

Por Pablo Pineda