¿Cuál es el origen del toro de lidia? ¿De dónde procede? Está muy extendida la idea de que el toro de lidia desciende directamente del primitivo uro salvaje, que viviría libremente en la naturaleza en grandes manadas y de donde, antiguamente, se tomarían o cazarían para la celebración de los espectáculos taurinos. Estas manadas habrían constituido la base para formar, a lo largo del siglo XVIII, las primeras ganaderías de toros de lidia. Sin embargo, el origen del toro de lidia ha sido muy distinto, encontrándose en las explotaciones ganaderas de entonces, que estaban destinadas a la cría de bueyes para las labores agrícolas y/o a la producción de ganado vacuno para carne. Estas ganaderías, denominadas boyales, que exis­tían desde la Edad Media en muchos lugares de España, tenían carácter extensivo, es decir, ocupaban grandes dehesas donde los animales pastaban en libertad. Y fueron, durante mu­cho tiempo, las que proporcionaron los toros que se lidiaban en los festejos taurinos de la época y que eran seleccionados entre los mejor conformados y más fieros de las manadas.

En Andalucía, durante los siglos XVII y XVIII, existieron un gran número de estas gana­derías boyales, de las que, como se ha comentado antes, se entresacaban algunos animales para ser lidiados en los festejos taurinos. Estas ganaderías eran propiedad fundamentalmen­te de la Nobleza, de las Órdenes Religiosas de Sevilla y Jerez y de agricultores de grandes extensiones de tierras; tierras que generalmente tenían en arrendamiento y cuyos propie­tarios eran, en su mayoría, los Ayuntamientos, la Nobleza y la Iglesia. Por esta circunstancia precisamente, las vacadas nobiliarias y monásticas se abastecían, en gran medida, con los diezmos de las tierras que tenían arrendadas, ya que, era costumbre que los arrendatarios cediesen, a los propietarios de las tierras, la décima parte de las crías nacidas cada año. Por esta razón también, el ganado que constituía estas ganaderías era de muy diversa procedencia.

Pero, ¿cómo surge el toro específicamente de lidia? Su aparición está íntimamente ligada a la del toreo a pie, a comienzos del siglo XVIII y a la popularidad que éste alcanza, ya que, la demanda de reses que se produce al celebrarse un número cada vez mayor de las nuevas corridas de toros hace aumentar el valor económico de éstos, que pasa a ser muy superior al que tenían si eran destinados a carne o a las labores agrícolas. Y esta circunstancia, llevó a algunos ganaderos a especializarse en la cría exclusiva de animales para esto festejos, surgiendo así las primeras ganaderías propiamente dichas de toros de lidia.

De los tres tipos de ganaderías boyares mencionadas, las nobiliarias y las monásticas no tuvieron gran importancia en el futuro de las ganaderías de las reses de lidia, extinguiéndose, prácticamente todas, a principios del siglo XIX, siendo, en cambio, las vacadas ligadas alas grandes explotaciones agrarias, las que han constituido el origen de las ganaderías del toro de lidia actual. De ahí que, los primeros ganaderos de toros de lidia, en la segunda mitad del siglo XVIII, como los hermanos Rivas, el Conde de Vistahermosa, Vicente José Vázquez y José Rafael Cabrera, fuesen a la vez grandes agricultores. Las ganaderías de toros de lidia surgen, por lo tanto, como un subproducto de las explotaciones agropecuarias. Con anterioridad, se corren toros pero no criados en ganaderías específicas ni de hecho existe el toro de lidia. El toro de lidia lo hace el ganadero y no hay ganaderos de toros de lidia hasta la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX.

Mientras que, en Andalucía las primeras ganaderías de toros de lidia surgen de las ganaderías boyares, en otras regiones de España se originarán a partir de las ganaderías destinadas a la obtención de carne. En todas ellas aparecen, desde el inicio, los primeros criterios de selección, como la tienta de hembras de la que se considera su introductor a Vicente José Vázquez.

Estas primeras ganaderías, dedicadas ya exclusivamente a la cría del toro de lidia, constituyen lo que se ha denominado tradicionalmente ganaderías o castas fundación ales por derivar de ellas todas las ganaderías de lidia que ha habido desde entonces, aunque, lógicamente, en esa época existieron otras ya extinguidas. Estas castas, cuyos animales presentaban características morfológicas y comportamiento particulares, han sido general­mente designadas con el nombre de sus fundadores o con el de su región de procedencia. De éstas, la casta navarra, castellana, jijona y morucha, a pesar de haber llegado a alcanzar un gran esplendor, pronto empezaron a declinar desapareciendo, casi en su totalidad, en el transcurso del siglo XIX y comienzos del XX. Los demás troncos originarios, cuya sangre a un perdura hoy, son: la casta Cabrera, la de Gallardo, la de Vázquez o Vazqueña y la de Vistahermosa, todas ellas de origen andaluz, si bien, en la actualidad, la inmensa mayoría de las ganaderías existentes tienen su origen en la de Vistahermosa, siendo escasísimas las que tienen una procedencia diferente.

A partir de estas castas fundacionales, los diversos ganaderos que, desde entonces, se han dedicado a la cría del toro de lidia han ido seleccionando, en función de los criterios morfológicos y de comportamiento que han considerado más oportunos, los animales que mejor se adaptasen a estas características, obteniendo se animales de comportamiento y aspecto muy diverso a partir de un mismo origen, lo cual es especialmente significativo en los pelajes de los animales. Esto se pone de manifiesto en el caso de las ganaderías derivadas de la Casta Vistahermosa de donde proceden encastes con animales que casi siempre lucen capas negras (encaste Murube), o cárdenas (encaste Saltillo) con otros muy vario pintos (Domecq o Núñez). A veces, la utilización de sementales con un pelaje genéticamente domi­nante ha originado un prototipo cromático característico en la ganadería y, por lo tanto, en el encaste. Otras veces, la aversión de los ganaderos a algunos pelajes o determinadas modas o creencias generalmente infundadas, como asociar un determinado comportamiento a un tipo concreto de pelaje, han hecho que desaparezcan de muchas ganaderías ciertas capas. Incluso, a veces, la asociación de una pinta concreta a un encaste, ha propiciado que el ganadero tienda a criar sólo toros con esas características (ganadería de Pablo Romero).

Independientemente de los aspectos morfológicos, los encastes que han ido aparecien­do lo han hecho conforme han ido surgiendo reses con las mejores condiciones para interpre­tar el toreo de cada momento. De esta forma, se ha llegado al toro de lidia actual, fruto de una escrupulosa cría y de una rigurosa selección, gracias a las cuales se ha conseguido el tipo de toro adecuado para poder realizar el toreo actual.

Por otra parte, hay que subrayar que, aunque tradicionalmente se consideran encastes propios los productos obtenidos por ciertos ganaderos y que, debido al éxito que han obteni­do, han dado lugar a otras ganaderías, también se consideran como tales aquellas ganaderías formadas hace ya muchos años y en donde no se ha realizado, al menos desde hace mucho tiempo, ningún tipo de cruce o venta.