Qué actos hace el no pensar en las consecuencias, porque si hubiera pensado en las consecuencias  posiblemente no habría realizado muchos actos y no sólo hablo por mí hablo por más compañeros.

Si muchas veces hubiera pensado fríamente locuras que hice no las hubiera ni tan siquiera iniciado.

Locuras como ir a entrenar con 10 años yo solo, en aquellos principios de los años 70 cruzando toda la casa de campo madrileña a veces sin casi gente en el camino, expuesto a que me hubiera salido cualquiera y me hubiera atracado, raptado o vaya usted a saber que, de todas formas eran otros tiempos donde las noticias malas (matanzas, atracos a personas, etc.) quizá eran menos difundidas que en los tiempos actuales.

Quizás a lo mejor había más respeto y miedo a cometer errores delictivos porque los castigos de entonces se pagaban más caros que ahora en la actualidad. Se escucha en las noticias que muchos delincuentes comenten numerosos hurtos y entran por una puerta y salen por otra, en aquellos años 60 y 70 todo eso estaba más penalizado y controlado, de hecho tenemos casos de gente que asesina y algunos no cumplieron ni los 20 años de cárcel, menos mal que parece que eso se empieza otra vez a revisar y ese tipo de delitos se van a volver a endurecer (parece).

La ilusión que tenía por ser torero entonces no hacía qué pensará en que me podía pasar nada.

Recuerdo que en el año 1983 fui a la provincia de Jaén a un tentadero, para llegar a la finca había que subir y bajar algunas montañas, había un largo camino que atravesaba por medio un arroyo, la finca estaba en un alto, la plaza de tientas la recuerdo algo chiquita y con mucho polvo en el ruedo, las vacas fuertes y astifinas, tenían fuerza pero gracias a Dios no tenían maldad en sus ideas, uno cuando está con esa ilusión por ser algo no piensa en que nada malo va a ocurrir porque de pensarlo muchas veces no habríamos ni sacado un capote del maco de torear, ese día hice el viaje con mi mozo de espadas en su coche yo no tenía ni carnet, recuerdo las caras que ponía cuando atravesábamos aquellos caminos hacia la finca y saltaba alguna piedra a los bajos de su coche, cuando acabó el tentadero me acuerdo que nos cambiamos en un cuartucho y nos aseamos en una especie de fuente o pilón, la cara estaba negra del polvo de aquella arena, cuando nos sonábamos la nariz la mucosidad también salía oscura del color de la tierra de la plaza, si me acordaré del polvo que levantaban y tragué con aquellas vacas que aquello sucedió en el año 83 y aún en el año 2023 me sigo acordando, a la vuelta el mozo de espadas me decía esto que habéis hecho hoy los toreros aquí es una locura, si alguna vaca os llega a herir con el trayecto tan largo que hay al pueblo más cercano y este camino tan malo hubierais llegado al centro médico desangrados, como digo la ilusión podía con todo y a veces nos volvía insensatos, actos que si se piensan no se harían.

De los años 80 recuerdo que en muchos pueblos no había ambulancias con quirófanos móvil y no sé si tan siquiera si en algunos sitios había el suficiente material quirúrgico para poder intervenir a los toreros.

Fue a raíz de la muerte del maestro «Paquirri» cuando todo se empezó a poner gracias a Dios algo más severo y empezaron a exigir ciertos requisitos y exigencias en las enfermerías de las plazas aunque no en todos los sitios había dicha instalación.

Los toreros salvo alguna excepción nunca nos hemos preocupado de esas cosas, nadie va a torear pensando en que nos va a pasar algo y a veces claro que pasa, como por ejemplo en el año 1989 que fui a torear de banderillero con el novillero de entonces y posterior matador de toros «El Yaracuy» y un novillo le pegó una cornada muy fuerte en un pueblo de Ávila y no había ni enfermería, menos mal que estaba el Doctor Crespo que en paz descanse, padre del excelente cirujano taurino actual, el Doctor Crespo tuvo que intervenir a Oscar «El Yaracuy» en las escuelas  (colegio) de aquel pueblo, aquel Ángel humano y sus manos prodigiosas le salvaron al torero.

Los toreros nunca nos hemos preocupado de lo que nos pudiera ocurrir, no hemos pensado ni en enfermerías que estuvieran bien equipadas ni en nada, solo una ilusión loca nos hacía siempre tirar «palante».

Por cierto, es lo que yo siento y pienso que la mayoría hemos pensado, pero tampoco me atrevo a generalizar de que nunca ningún torero se involucró en el tema de enfermerías.

Julián Maestro, torero