Ayer dando un paseo por la salida de la ciudad donde vivo existe una ruta que se une casi con el campo y donde suelo ir con cierta frecuencia. Y en aquel recorrido,  cuando caminaba por allí se me vino el alma al suelo.

Pasé por un camino donde apenas hay edificios y cuál fue mi sorpresa que en un solar de esos que son prácticamente campo vi una grúa, máquinas y personal de construcción, estaban ya en obras, van a empezar a hacer algún edificio.

Escribí que se me cayó el alma al suelo porque en ese pequeño campito o solar que comunica con el campo he visto siempre que paseo por allí, liebres, conejos y sus crías, en ese sitio tenían sus madrigueras, ahora la mano del hombre con proyecto ambicioso edifica y reduce los campos sin pensar en el medio ambiente y en esos animales que tenían su casa y su cobijo allí.

Me dio cierta pena y nostalgia no ver a esos animales en ese lugar, era en esa ruta que llevó haciendo mucho tiempo donde solía hacer un alto en el camino, donde los miraba a distancia prudencial, relajaba mi mente y me hacía pensar, «que cerca convive el hombre del animal», sólo unos metros separaban aquellas liebres y conejos de unas casas próximas.

¿Dónde estaban los animalistas para detener esa obra y que sigan viviendo allí esos animales?, me pregunto muchas veces donde están, porque tampoco se les vio echando una mano a los campesinos y a los ganaderos cuando nos visitó aquella nevada tan fuerte llamada, «filomena», no se les vio salvando vidas de animales que quedaron cubiertos bajo la nieve, tampoco se les vio llevándoles comida ni pienso, ni se les vio en ningún campo con palas o azadones abriendo caminos entre la nieve para que esos animales pudieran desplazarse, andar o moverse.

Creo que muchos animalistas y anti-taurinos piensan lo mismo y en el fondo no piensan en el bienestar animal sino en pensamientos de conveniencia propia.

¿Por qué castran a los animales?, eso también lo podríamos calificar de maltrato, no dejan a los animales reproducirse cuando su instinto se lo pide, los prohíben su libertad natural, ellos son los que deciden por el animal.

Dependiendo de su conveniencia unas cosas son maltrato animal y otras no.

Yo que soy torero y que siempre he tenido perros en casa, jamás castré a ninguno de mis animales, me porté con ellos mejor que muchos hijos con sus mayores y todavía tienen muchos de esos falsos la poca vergüenza de llamar asesino a quien se dedica a la profesión de lidiar toros.

Ahora se acercan las navidades y muchos de esos que se hacen llamar animalistas y anti-taurinos se van a comer buenos langostinos, corderitos lechales con apenas unos meses de vida, cochinillo, pavos, pescados, etc. Y no piensan en aquellos animalitos que apenas disfrutaron de su vida, pero los muy hipócritas si dicen que les da pena de un toro de lidia que vivió 4 o 5 años a cuerpo de rey, que vivió en dehesas en plena libertad en grandes extensiones de terreno, que tuvo grandes cuidados, (vacunaciones, desparasitaciones, saneamientos, etc.) y no como la mayoría de las pobres vacas de leche encadenadas y amontonadas en establos sin apenas espacio para moverse.

Son animalistas de boquilla porque pocos son sus hechos los que demuestran el amor por los animales.

Estos días de atrás me hubiera gustado verlos impidiendo edificar esa obra y defender la vida y las madrigueras de aquellos animales.

Se os ve a muchos el plumero, algunos sois tan absurdos que concedéis de palabra, dudo que con hechos los mismos privilegios a los animales que a las personas.

Un día en México estaban celebrando una manifestación animalistas y anti-taurinos contra la celebración de las corridas de toros, un torero se infiltró entre los manifestantes y le sacó conversación a uno de ellos, le preguntó que cuál era su verdadero motivo de estar en contra de los toros, y este le contestó que a él le daba igual que hubiera corridas de toros o que no, le dijo al torero infiltrado que él no tenía Chamba (trabajo) y que como en esa manifestación le daban unos pesos y un bocadillo era lo que mejor le convenía hacer en ese momento.

La mayoría de esa gente no tiene criterio propio y se dejan llevar por corrientes de moda y por otras mentes que piensan por ellos, (intereses), si en un futuro se pusiera de moda ser taurino, esas mentes borreguiles serían los primeros en ir a los toros.

Por todos vuestros hechos y por todo lo que he visto que no defendéis, me atrevo a llamaros como el título de este relato, «Falsos».

Julián Maestro, torero