Quién pudiera tener el poder de controlar el tiempo para detenerlo o sujetarlo en los años de la plena ilusión.

Cuando se es joven una fuerza arrolladora mezclada con ilusión te hace luchar por tus ideales sin temor y sin importarte nada.

En esos años parece que el tiempo es más jugoso y también parece que pasa  más despacio, mirar cinco años atrás o cinco adelante parece mucho tiempo, después cuando cumples más edad mirar cinco años o incluso más atrás o adelante parecen un suspiro, esa es la señal de que te estás haciendo mayor.

Y escribo esto porque parece que fue ayer cuando tenía una ilusión desbordante por ser torero, parece o puedo imaginar que fue hace unos días cuando me aventuraba a bajar a la casa de campo de Madrid con mis hermanas para que me hiciesen de toro y estar toda la santa mañana con mi capotillo de imitación dándolas lances, que bonita ilusión e inocencia de niño.

Probé la dulce droga de querer ser torero y ya nunca la pude dejar, solo cuando el tiempo me dejó con menos facultades físicas y el poco valor que siempre tuve se me fue me llegó la hora de decir adiós a la única profesión que he amado.

Ahora retirado del toreo los veranos se me hacen largos, acostumbrado llegado este tiempo a viajar, a torear en cualquier rincón de España a pasar esos miedos, a compartir risas, tantas vivencias, anécdotas, alegría en los triunfos, tristeza y dureza en el fracaso y algún que otro percance de distinta consideración hace que la nostalgia me invada y me haga recordar todo lo vivido con aquella intensidad, ahora me queda otro tiempo por vivir.

Ahora me toca vivir para mi mujer y mis hijas que en ocasiones no pudieron, ni pude disfrutar de ellas, me perdí comuniones, bodas, algún entierro familiar, el nacimiento de mi hija la mayor ya ese día toreaba en la cuadrilla de Esplá en la feria de julio de Valencia y de ahí salíamos para torear en la localidad francesa de Mont de Marsán (conocí a mi hija mayor a los tres días de nacer), como he escrito ahora me toca devolverles el tiempo y el cariño que las robé.

Aunque la vida sigue, mi inconsciente sigue soñando que cualquier día hago el paseíllo en Madrid.

Julián Maestro, torero