Tú eres una de esas personas capacitadas para hablar de sueños, de paciencia, de lucha, de afición, de incansable constancia, de mentiras y verdades, a ti que a veces no te trataron con el respeto que tu larga lucha y trayectoria se merece te quiero dedicar mi humilde relato.
Bueno también se lo quiero dedicar a tu padre Miguel Martínez «Chapurra», torero de los de antes, para que desde el cielo lo lea y se siente orgulloso de la afición y tesón de su hijo Enrique. Va por mis amigos los toreros «Chapurra».
Conocí a Enrique Martínez «Chapurra», allá por el año 1981 en la antigua plaza de Vista Alegre cuando iba con su hermano Miguel acompañados por su padre a entrenar a tan entrañable plaza y bonito ruedo.
Enrique, era un niño algo regordito y su hermano Miguel algún año mayor que él, más alto y estilizado.
Desde niño Enrique se tomó la profesión muy en serio, seguramente su padre Miguel que había sido novillero en sus comienzos y después por poco tiempo banderillero además de haber estado mucho tiempo trabajando con el maestro que en paz descanse Luis Miguel Dominguín, le habló desde el primer día lo duro que es querer ser torero.
Su hermano Miguel, pronto desistió de la idea de intentar ser torero y eso que tenía muy buen concepto del toreo clásico. En la actualidad sigue siendo muy buen aficionado.
Enrique, nunca se apartó de la idea de querer ser torero, y su afición le ha llevado a conseguir lo que desde niño soñó «ser matador de toros».
Pero hasta conseguir ese sueño de muchos y conquista de pocos Enrique Chapurra tuvo que batallar mucho, la vida no se lo puso fácil, hoy en día después de más de veinte años de alternativa tampoco se lo pone.
Enrique, se hizo torero en la dureza de los pueblos donde echaban novilladas sin picar que en muchas provincias hubieran pasado por corridas de toros, desde sus comienzos el toro le trató duro pues apenas llevaba unos años de novillero y en Fuentepelayo un pueblo de la provincia de Segovia un novillo le pegó una fuerte cornada en el ano y estuvo aproximadamente un año sin poder torear, esa cornada le dejó secuelas que aún arrastra sobre todo con el tema de las digestiones.
Enrique, es una persona con muchos valores humanos y profesionales.
Tiene el don de la paciencia y la constancia y tiene sabor en su toreo ese que se adquiere con el poso y el paso de los años.
A Enrique Chapurra, lo traté desde siempre y más a fondo cuando estuvimos en México, no faltaba ni un solo día en los entrenamientos y si alguna vez no iba ya sabía yo que estaba de tentaderos o tratando de convencer a algún empresario para que lo contratase.
He visto torear a Enrique muy bien, recuerdo su gran actuación con picadores en el actual Palacio de Vista Alegre allí toreo para él y lo supieron ver y captar los buenos aficionados que asistieron ese día de noviembre a Vista Alegre, gran actuación repito que solo estuvo empeñada por el mal manejo de los aceros, aquel día pudo haber salido a hombros.
Después de aquello Enrique ha seguido su incansable lucha, ya he comentado que tomó la alternativa, toreó algunas corridas sus primeros años de matador de toros.
Pasados aquellos años y en vista de que su sacrificio no se traducía en contratos tomó otro camino, ir de sobresaliente en las corridas de toros donde se anuncian matadores en mano a mano o como únicos espadas.
Creo que la afición y constancia de Enrique tenía que haber tenido una respuesta por parte de algunas empresas que han llevado la plaza de Madrid, hubiera sido justo que le hubieran puesto a confirmar su alternativa aunque fuese en una corrida de verano, nadie hubiese afeado ese gesto a la empresa, más bien se lo hubieran considerado un detalle de sensibilidad con un torero que lleva toda su vida en la profesión.
Enrique, sigue su vida, entrena todos los días, sigue yendo al campo cuando se le presenta la ocasión, sigue toreando de sobresaliente.
Una frase para una última palabra sigue sintiéndose lo que nadie le puede quitar «Torero».
Julián Maestro, torero.