Hoy cambiaremos de tercio y en vez de escribir un relato sobre cualquier tema, intentaré recordar anécdotas.

Recuerdo un día toreando en Mont de Marsán (Francia) de becerrista que me tiraron dando la vuelta al ruedo un paquete cuadrado recubierto con papel blanco, pensé que era un obsequio y me lo llevé al hotel cuando abrí lo que yo creía que era un regalo, descubrí que era una almohadilla para el asiento del tendido, al romper el papel vi que allí no había ningún regalo, allí solo había paja seca.

Otro día fui a torear a un pueblo de Valladolid, creo que era Mojados y llevé a mi hermano de mozo de espadas, recuerdo que un novillo saltó al callejón de aquella plaza de toros portátil y cuando busque a mi hermano para requerir sus servicios de mozo de espadas se había subido al tendido, aquel susto del salto del animal, le superó.

En otra jornada  íbamos a torear una novillada picada a Vitoria, yo por entonces era algo supersticioso y mi hermano Alfonso lo sabía, el vino aquel día para acompañarme y vivir un día diferente, por entonces yo tenía 16 años y mi hermano 11, el en aquella época solo conocía el juego, el colegio y poco más, yo a mis 16 años ya había recorrido gran parte de todos los pueblos de España, íbamos pasando por una población cuando instintivamente mi hermano me tapó los ojos con sus manos, quité sus manos de mi vista y le recriminé esa acción, le pregunté porque había hecho eso y me respondió que porque había visto a una persona coja, mi hermano lo hizo con toda su buena fe, pero me hizo pasar mucha vergüenza ya que mi apoderado de entonces viajaba en el asiento del copiloto del coche y era un señor cojo, había sufrido muchos años antes un accidente de tráfico, ni que decir tiene que le pegue a mi hermano una monumental bronca.

Otra ocasión siendo casi un niño fui a torear una becerra a la plaza de toros de Tudela de Duero (Valladolid), el dueño y constructor de esa plaza el Sr. Frutos Aguado que en paz descanse me ayudó en lo que pudo en mis comienzos, me puso a torear en algún pueblo de aquella zona y en alguna ocasión cuando tenía ganado en su plaza me soltaba alguna becerra para que yo la torease. El Sr. Frutos me tenía cierto cariño, mi padre que en paz descanse siempre me decía que ese señor era muy buena persona, bueno pues volviendo al tema de la becerra, ese día me soltó una metida ya en erala, aquel día iba yo solo con mi padre, el Sr. Frutos era por entonces una persona ya de avanzada edad tendría muy cerca de 80 años, pero conservaba mucha vitalidad a pesar de tener esa edad, mi padre tendría unos 46 años por entonces.

El Sr. Frutos había querido ser torero de joven y aunque sí sé que había ido por los pueblos de capeas no sé si llegó a torear vestido de luces, mi padre simplemente había sido toda su vida un buen aficionado, ese día al estar yo solo en el ruedo antes de salir la becerra el Sr. Frutos cogió un capote y le dio otro a mi padre por si tenían que salir a quitarme la becerra, pues efectivamente tuvieron que salir a quitarme el animal de encima ya que cuando estaba toreándola con la muleta me pego una voltereta, mi padre en ocasiones me comentó que la becerra cuando yo estaba en el suelo en uno de los derrotes con el pitón por querer cogerme lo llegó a clavar en la arena y levantó algo de tierra, mi padre me dijo un día comiendo en casa que si en vez de ser en la arena me hubiera clavado el pitón a mí me hubiera atravesado.

Yo era un crío muy flaco con muy pocas carnes, en aquellos tiempos donde uno es todo ilusión no piensas en el peligro, es más a mi aquella situación de ver aquellos dos hombres tan mayores haciéndome el quite me resultaba una situación casi graciosa, con el tiempo ahora valoro el mérito de mi padre y de ese señor aquel día, mi padre también me decía que en el suelo la becerra intentaba morderme como si yo fuera hierba para comer.

Qué recuerdos Dios mío, cuanto tiempo de todo aquello y parece que fue ayer.

En otra fecha fuimos a torear los príncipes del toreo en el año 1978 a un pueblo no recuerdo con exactitud donde fue, creo que era en la provincia de Burgos, los becerros ese día no debieron de salir fáciles y nosotros imagino que  aquel día tampoco salimos triunfantes de la plaza, recuerdo que cuando estábamos subidos en el coche para irnos de la plaza una señora en tono grosero se asomó a la ventanilla del coche y nos decía en tono enfadado «vaya tres mal paridos «, uno de los directores de entonces de la Escuela Taurina de Madrid era quien nos llevaba en el coche la decía «diga que si señora que lleva usted razón», eran otros tiempos, otra España más diversa, quizá más libre en muchas cosas, no había tantas prohibiciones como ahora, en mucha gente también había menos medios y menos cultura, más ingenuidad en todo y por parte de casi todos, pero aquel día y hoy muchos años después pienso que hablar así a tres chavales de 13 años que teníamos entonces, eso era de ser una grosera, esa mujer seguramente no era madre si no es inexplicable que nos dijera aquello.

El director de la Escuela Taurina que nos llevaba entonces posiblemente diera la razón a esa mujer para que nosotros nos exigiéramos más en el siguiente festejo, pero claro aquel hombre tampoco tenía hijos en aquellos tiempos.

Nuestras mantas eran nuestros capotes y muletas y nuestro Hotel aquel viejo Seat 127 de color blanco que yo tenía, las camas eran los asientos delanteros que eran reclinables hasta el asiento de atrás, una noche mientras dormíamos sentimos unos golpes en el coche, pensábamos que era alguien que había venido a atracarnos, nos incorporamos de inmediato de los asientos, cual fue nuestra sorpresa que se trataba de un burro, arriscándose la pezuña con su casco en el capo del coche, el animal ante nuestra incorporación inmediata de los asientos, se asustó y echó a correr no sin antes pegar dos coces al aire con la fortuna de no alcanzar a ningún faro del coche.

El único daño sufrido fue el capo que quedó un poco hundido por el golpe de la pezuña del animal.

Aquellos días en Salamanca fueron bonitos, sus gentes nos trataron bien, hicimos varios tentaderos que nos sirvieron de estímulo y preparación, aquellas noches eran frías pero muy bonitas, yo me dormía mirando en pleno campo a las estrellas, pidiendo deseos al futuro, algunos se cumplieron, otros no, otros están por llegar.

Por hoy no me extiendo más en el relato, nos vemos en el próximo si siguen con ganas de seguir leyendo mis cosas, en definitiva parte de lo que fue mi vida.

Julián Maestro, torero