Hoy me desperté con pensamientos, sentimientos e imágenes que se me vienen a la cabeza.

El pasado sábado día 1 de octubre 2022 estuve en Noves (Toledo), fui a ese pueblo para presenciar un festival taurino donde toreaba mi sobrino, el matador de toros Miguel Maestro, acartelado con tres toreros  más.

Comentaré que siempre que puedo voy a ver torear a mi sobrino porque aparte de ser de mí sangre, veo en él cosas de torero añejo que me tocan la fibra, aunque también sé que siempre habrá cosas que se puedan mejorar.

Hoy se me vienen sentimientos e imágenes del pasado sábado.

La primera imagen nada más llegar al pueblo es ver a un tío con olor a torero conversando con otra persona cerca de la entrada de un polideportivo, y digo la palabra con olor a torero porque hay toreros que por su pose, su imagen y su prestancia hasta cuando no están en la plaza desprenden una magia que les hace diferentes al resto de los humanos, tienen un carisma especial que les distingue.

De dicho día se me vienen más imágenes y recuerdos como la de por ejemplo un banderillero llegando apurado en su coche para empezar a vestirse de corto, y pidiendo ayuda a otro compañero que ya estaba vestido de torero a que le ayudase a bajar del coche sus cosas.

El citado festejo de pueblo y sin quitar mérito a dichos lugares ya sabemos que en algunos sitios de estos en ocasiones, no hay hostales o pensiones ya que son poblaciones pequeñas y los toreros, músicos y otro tipo de artistas tienen que recurrir a polideportivos, casas consistoriales, etc. para cambiarse. (Aunque también es verdad que en ocasiones los recursos económicos o subvenciones para quien organiza este tipo de festejos modestos es escasa y no les queda otro remedio a los participantes que adaptarse a las circunstancias.)

Las raíces del toreo ya sabemos todos que nacen de los pueblos.

En los festejos pueblerinos se respira un aire diferente en todos los aspectos, se respira el olor a fiesta de gente contenta y dispuesta a divertirse; se respira un miedo como más profundo y cercano en los toreros, yo al menos así lo percibo. En este festival me comentaba un banderillero de los que actuaban, que había compañeros que le transmitían más miedo porque nada más hacían que decir que esos animales a lidiar salían malos, cosa que luego no fue así, puesto que dos de los cuatro animales que se lidiaron fueron buenos y los otros dos tampoco fueron alimañas ni se quisieron comer a nadie. (En el toreo todo es imprevisible).

De dicho festejo también se me viene el sentimiento de ese casi silencio del trayecto del coche a la plaza donde el torero en su interior iba cargado de ilusiones e incertidumbres, pues ya sabemos que el hombre propone, Dios dispone y llega el toro y lo descompone, aunque yo añadiría «o lo compone».

Y antes de todo esto más sentimientos, más cosas. Un ser querido que salía del hospital donde había pasado la noche en observación, mi incertidumbre de no saber si podía acudir al festejo por esta situación, un alta hospitalaria que llega casi a las dos de la tarde, el festejo empezaba a las 5 en punto de la tarde y aunque suene a poesía antigua era a la hora real que estaba anunciado el festival, «eran las 5 en punto de la tarde».

Entre tanto, cosas que hacer, comer, echar gasolina, etc.

Poco tiempo de por medio para llegar a la hora indicada para el festival, coche a velocidad algo más de lo normal para llegar al sitio y al ser posible un poco antes de la hora.

En la plaza encuentro y compañía agradables como el maestro Antonio Porras y Alfredo Fauró.

Y… El festejo que empieza, el primer novillo malo con el que mi sobrino estuvo con buena aptitud y haciendo cosas toreras, con el capote se dejó algo más y le pegó varios lances buenos, Mario Montes muy templado con un novillo bueno aunque algo escaso de fuerza, Igor Pereira y su compañero Miguel Serrano estuvieron con muchas ganas ante novillos de diferente condición.

Festejo muy entretenido ante un público buenísimo que se lo pasó bien y que seguro que el año que viene si Dios quiere, volverán a los toros y a las fiestas de su pueblo con el ánimo de divertirse.

Al término del festejo y cuando ya caía la tarde, breve conversación con un banderillero y cuando ya me montaba y me venía en el coche mirara al polideportivo imaginando la conversación entre toreros, imaginaba lo bien que le estaría sentando el cigarrillo al torero que fuma después de la responsabilidad y el miedo. Hoy ya es otro día, algunas ilusiones ya pasaron, otras renacerán y yo al otro lado recuerdo parte de todos esos sentimientos que un día viví y ayer volví a vivir de otra manera.

Ahora ese polideportivo pronto desempeñará otras actividades, pero seguro que sus muros estarán deseando que llegue el año que viene para recibir a los toreros, escuchar sus interesantes vivencias y conversaciones, viajes, ilusiones y hasta seguro respirar sus inquietantes miedos.

Julián Maestro, torero