Era uno de los muchos chavales que en aquellos años 60 y 70 quería ser torero.

En la España de aquellos tiempos la mayoría de la gente sentía verdadera admiración por los toreros, a casi todo el mundo le gustaban los toros y aquella minoría que no les gustaba al menos respetaba a los hombres que ejercían o querían ejercer tan digna profesión.

Raro era la Ciudad o municipio por pequeño que fuera que no celebrara un festejo Taurino por humilde que fuese.

El día grande de las fiestas de la mayoría de los pueblos era el día que se celebraban los toros, aunque fuese una humilde capea.

Ese día las personas mayores, así como los mozos y mozas de los pueblos vestían sus mejores ropas, las más elegantes.

Recuerdo ir de pequeño a ver alguna capea de pueblo donde las plazas las hacían de palos o talanqueras como decían los toreros, recuerdo que en algunos sitios ponían alrededor de aquellos improvisados ruedos, remolques de tractor donde el público se subía para ver los toros y presenciar la actuación de los llamados «maletillas», las señoras mayores acudían con mucha antelación para coger buen sitio y ver el festejo de su pueblo.  Llevaban bajo el brazo aquellas sillas bajitas de madera donde se sentaban a ver la función.

En aquellos años los  públicos eran más fáciles que ahora a la hora de conceder trofeos, pero también cuando se enfadaban eran más duros con los toreros, en los pueblos de aquellos años cuando un novillero o maletilla no estaba bien lo cogían los más brutos del pueblo y lo echaban al término de la capea o de la novillada celebrada vestido de torero al pilón.

Gracias a Dios nunca llegué a presenciar ese hecho, pero si oí hablar de él en varias ocasiones y si llegué a conocer fugazmente cuando era chaval  aquellos pilones y también los lavaderos donde iban las mujeres a lavar la ropa.

En una de esas ocasiones siendo muy niño conocí al entonces maletilla y novillero sin caballos, Zoilo Centenera posteriormente Curro Sevilla.

Creo que el pueblo donde le conocí era Chiloeches en la provincia de Guadalajara, ese día fui con mi amigo Paco Muñoz, aquel día Manolo «El Correas» y Paco Muñoz, lidiaban y mataban dos novillos utreros y como ayudantes de estos estaban el citado Zoilo Centenera y Luis Sánchez «El Momo» que en paz descanse.

Aquella capea no la borré nunca de mi memoria, por el lugar y plaza tan pintorescos, por la imagen de aquellos hombres frente al toro, por el compañerismo que entre ellos yo percibía, porque sin ponerme delante de los animales dado que era un crío de apenas 11 años, aquel día sentí y aprendí lo que es el miedo y juro que no lo aprendí de la actuación de ese día de los toreros, lo aprendí por un olor o aroma extraño que se palpaba en el ambiente, lo aprendí viendo el rostro de las gentes y toreros, viendo su forma de gesticular, escuchando el bufar de los animales cada vez que remataban, en el olor a cuerno quemado cuando derrotaban contra los palos o los burladeros.

Pasado todo aquello la vida de aquellos hombres discurrió por diferentes caminos.

Por ejemplo Zoilo Centenera que es como le conocían entonces por aquellos lugares, se convirtió en Curro Sevilla, un poeta y pintor de exquisita sensibilidad.

Curro, es muy buena gente y expone su obra en cualquier rincón de Madrid o de su periferia.

Aunque a Curro le perdí la pista en aquellos años finales de los 70, la vida y el destino hizo que retomáramos la amistad a últimos de los 80.

Yo me había cortado la coleta como novillero en Madrid y Curro con su exquisita sabiduría aprendida en la universidad de la calle y con esa sensibilidad que tiene para hacer versos y poesía, me hizo llegar a mi domicilio una preciosa poesía, en ese detalle ya se destila lo buena gente que es.

A raíz de aquello nos vemos algunas veces, sobre todo nos hemos visto por los toros o hablamos por teléfono, también le acompañé a una charla en un café de Madrid donde reunió a varios poetas y escritores amigos suyos, gente muy interesante con una forma de ver la vida distinta.

La última vez que he estado con Curro, fue hace casi un año le acompañe a su bonito pueblo de Alhóndiga (Guadalajara) donde pasamos una agradable tarde con su hermano.

En aquel viaje me habló de muchas cosas de la dura vida, Curro, tiene mucho mérito es un artista hecho así mismo, artista callejero, artista puro, a veces incomprendido por un mundo material, pero comprendido por artistas como el que no entienden de materialismo, pero sí de humanismo.

«Va por ti Curro, poeta y artista, con corazón siempre de Torero».

Julián Maestro, torero