El mundo taurino debería guardar tributo y dar las gracias a muchos de los ganaderos que dedican su vida a preservar un encaste por afición y tradición. Los tesoros genéticos de la cabaña brava son sumamente importante en un mundo taurino cada vez con menos variedad. Grandes joyas genéticas que están en peligro de extinción, en muchos cosas condenadas por el sistema empresarial.

Hoy Luis Van Zeller  Palha se afana por preservar el legado que tan buenos resultados dieron al genial ganadero Fernando Pereira Palha, un enamorado del campo bravo, que dedicó su vida al encaste minoritario, al encaste Vazqueño, y creó un paraíso para disfrute de los aficionados.

Tristes y oscuros tiempos se presentan para una de las ganaderías representativa de otros tiempos. Dificultades diarias a las que se enfrenta un ganadero apasionado, orgulloso de un legado, que ha decidido luchar contras las adversidades. Que duro es el día a día de un ganadero que mantiene su ganadería por afición, sabiendo que el presente es duro y el futuro incierto.

Sin bajar las manos, con una humildad que para ellos la quisieran muchos otros, tiene los pies en la tierra, intentando salvaguardar los tesoros en forma de berrendos, albahíos, jaboneros y demás accidentes de capa. Duro será el invierno, igual que fue duro el verano, con un incendio que provoco que muchas de las vacas abortasen. Parece que las desgracias a veces se ceban con los más débiles.

La belleza de sus toros volverá a inundar las plazas de toros de esa bravura indomesticable, que provoca en muchos toreros “horror, pavor y vergüenza”. Hoy son 57 preciosas vacas madre y 2 sementales que dispone la ganadería, esperemos que con la ayuda de los aficionados, en un futuro vuelva a tener el esplendor de antaño.

Que esta riqueza genética sea motivo de orgullo para la tauromaquia y que el gran esfuerzo que hace a diario su ganadero no sea en vano, no olvidemos que en parte todos somos responsables del futuro de los toros.

Una ganadería que ha lidiado en varias ocasiones en España y Francia con buenos resultados en línea general, con un trapío impecable y las astas como puñales. Con un ganadero que cree en el tercio de varas, en la bravura, en la codicia, en la alegría y en la exigencia de sus reses como referente.

Si la vida fuera justa, la tauromaquia volvería la vista atrás para aprender de épocas pasadas donde el valor de la variedad era un sentido homenaje en todas las ferias, donde los toreros tenían un compromiso único con los encastes, y donde los empresarios eran más aficionados que peseteros.

Por Juanje Herrero

Foto y agradecimiento Arte y Azpi