Al respecto de la amistad, como sentimiento bello, Jorge Luís Borges la definió con su verbo exquisito, con esa luz que brillaba desde el fondo de su alma y que, al traducirla en sus letras, extasiaba al mundo. Hay sentimientos que, en realidad, son difíciles de explicar y, la amistad es uno de ellos. Y, recordemos las dificultades de la amistad que, por ejemplo, según Oscar Wilde, para el narrador británico, hasta era imposible que un hombre y una mujer cultivaran el don de la amistad sin llegar a la magia del sexo. Tras muchos años vividos y, ahora, en el otoño dorado de mi vida, hasta quiero adivinar que, la sabiduría y la magia de Wilde, como se comprueba, no alcanzaron lo suficiente para entender, en su justa medida, toda la grandeza que una amistad puede albergar.
Bendita sea tu amistad que, a tu lado me hizo soñar y, a su vez, comprender que, hombre o mujer, dentro de cualquier ser, sin que te lo imagines, puede anidar una persona que te haga sentir que estás vivo. Recordemos que, la amistad no entiende de sexo; ni nadie se lo pedirá. Un hombre puede vivir enamorado de su amadita y, a su vez, dentro de su corazón, saber albergar el cariño suficiente para saciar la sed del alma de otras personas sin sexo ni condición. Pensemos que, en este mundo de locos en que vivimos, cuando desdichadamente priva el maldito interés por la acumulación de cosas materiales sin importarnos el precio por lograrlas, de la noche a la mañana, encuentras en tu camino a una persona que, desposeído/a de toda acción material, en realidad, puede llegar a enloquecernos de felicidad.
Recordemos que, para llegar al amor, ante todo, éste tiene que venir por los senderos de la amistad; fijémonos de la importancia de ser amigos. Ya lo dijo Ramón de Zubiría……”Amigos y nadie más; el resto, la selva” Es cierto que, el amor es de una sola vez puesto que, no caben más personas que la amada dentro de tu corazón; por tanto, es limitado; maravilloso, pero limitado. Bien es cierto que, una vez cubierto el cupo del amor, tu corazón puede seguir soñando con la amistad puesto que, con ella, puedes seguir dando felicidad a tus semejantes y, al mismo tiempo, seguir vendiendo ilusiones que, como sabemos, tan carente está el mundo de las mismas.
El amor puede cegarte; la amistad, jamás. He conocido casos que, el deseo carnal ha sido confundido con amor y, la parte contraria, ha sufrido el desengaño del abandono. Es cierto que, amor no muere, si acaso, cambia de lugar pero, ante semejante disyuntiva, para lograr la más absoluta felicidad tienes que ser feliz y, esa dicha, trasmitirla a tus amigos que, sin duda alguna, ellos te lo agradecerán. Es maravillosa la relación que un hombre y una mujer pueden tener gracias a la amistad puesto que, como valor único e indestructible, se le imputan ventajas cuantiosísimas. Por amor se hacen locuras mientras que, por amistad, se hacen corduras. Esa es la diferencia. Yo quiero vivir benditamente cuerdo para uso y disfrute de mis amigos y maravillosamente enloquecido por la mujer a la que amo. Para ti, amigo/a, en la condición que fuere y donde me hallare, siempre te diré lo mismo: CUENTA CONMIGO.
Precisamente, era Borges el que equiparaba la amistad con las hojas de un árbol. ¿Cuántas caben en sus ramas? Infinitas. Expresiva la definición del literato argentino puesto que, ¿cuántos amigos caben en el corazón de una persona de bien? Todos los que la vida te entregue; todos cuantos sepan beber en la fuente inagotable de tu cariño. La amistad, como valor del alma, está por encima del fulgor del amor e, incluso, de la lujuria del bendito sexo que, como sabemos, tantas confusiones trae consigo. El sexo se apaga, mientras que la amistad no sabe de deseos ni de desengaños amorosos; hablamos de las bellezas de los sentimientos más íntimos que, regalados a nuestros semejantes, tanta felicidad reportan; ese/a eres tú mi amigo/a. Para ti y por ti, seguiré siempre cantando puesto que, tu amistad sigue siendo el refugio de mis penas; la alegría para mis éxitos y, ante todo, el asidero para mi corazón.
En la imagen, Jorge Luis Borges, el afamado narrador argentino aludido en nuestro escrito.