A los dos años de su muerte y desaparición, Marta Calvo sigue siendo noticia de primera página, sencillamente porque su cuerpo todavía no ha aparecido –ni aparecerá- porque así lo decidió el criminal que la mató que, amparándose en su derecho de guardar silencio, el hijo de puta no ha “cantado” al respecto. Esas son las leyes que tenemos y con ellas tenemos que convivir, aunque a muchos les vaya la vida en el empeño, caso de la madre de Marta Calvo y otras personas que sufrieron el mismo descalabro. Debe ser horrible, digo yo, saber que han matado a tu hija y que no aparezca el cuerpo por lado alguno y, lo que es peor, que nada se le pueda hacer o imputar al asesino.

Y a esta forma de vida que tenemos le seguimos llamando democracia. O sea que, un criminal mata a una persona, la tira vaya usted a saber en qué lugar y, para colmo, hay un ley hecha a medida para que el sujeto aberrante, criminal, hijo de mil putas, pueda guardar silencio sin que nadie pueda hacerle la menor objeción. Sin duda, me pongo en el lugar de los padres de los hijos asesinados como pueda ser el de Marta Calvo y otros que le precedieron y se me van las ganas de vivir al desgarrárseme las entrañas. ¿Para qué?

Pensar que cuando vivíamos en aquella época en la que ahora denominan como una dictadura, les puedo asegurar que estas cosas no pasaban. Todos los asesinos estaban en la cárcel pero, con cadena perpetua, nada comparado con lo que ahora llaman cursimente prisión permanente revisable que, como logro mayor, éste no es otro que el asesino que hace unos días dejaron en libertad y mató  a niño de nueve años pero, no pasa nada; a los asesinos hay que seguir protegiéndoles, la prueba es la del tipo citado que condenado por asesinato, por “buena conducta” le dieron la libertad para que siguiera matando, a las pruebas me remito. Pero esto que digo no es nuevo, ha pasado en decenas de ocasiones al igual que cuando han dejado en libertad a violadores y gente de dicha estirpe, lo digo porque todos han seguido violando y matando. Ahí están todos los criminales de ETA, la mayoría de ellos en libertad y los que quedan presos no tardarán muchos meses en estar en la calle. ¡Vivan los derechos humanos! ¡De los criminales, claro!

Si a todas las gentuzas que se reúnen diariamente en el Congreso de los Diputados, a todos/as les asesinaron a un hijo y, para colmo, no encontraran el cadáver ¿qué pasaría? Seguro que se moverían pero, como quiera que todos estén bien blindados, dentro del Congreso y fuera del mismo, es muy difícil que eso ocurra pero, por el amor de Dios, debería ser muy sencillo ponerse en la piel de la madre de Carmen Calvo y actuar en consecuencia. Nada de nada; es más, la triste madre ha pedido hablar con los miembros del PSOE y Podemos que actualmente están en el gobierno y no ha sido escuchada. Vamos que, la pobre mujer no ha tenido ni una triste carta como respuesta; para decirle sí o no, pero ni eso. ¡Qué les importa a estas gentuzas que hayan matado a una chica y no se encuentre el cadáver! Absolutamente nada porque, los hechos así lo demuestran. Está claro que, los problemas que esta sociedad pueda tener, que los tiene a montones, a los gobernantes les trae sin cuidado lo que suceda. El caso citado es una prueba más de lo antes contado. Vamos, no han roto una lanza a favor de los pobres canarios de La Palma y queremos que recalen en el asunto de un asesinato de una chica inocente.

Visto lo dicho, entiendo perfectamente que en muchos lugares dé Estados Unidos siga funcionando la silla eléctrica que, sin duda, es el mejor sedante para acabar con los asesinos convictos y confesos. En España, si hablamos de silla eléctrica, guillotina, o cualquier instrumento que se pueda utilizar para acabar con los asesinos, muy pronto sacamos a relucir los derechos humanos de los presos, incluso de los asesinos. O sea que, los criminales, asesinos y toda esta especie de basura humana tienen derechos humanos y, la pobre madre de Marta Calvo, como otros casos similares que ocurrieron en su día, estas personas no tienen derecho alguno, ni siquiera a reclamar el cadáver de sus hijos.

Puesto que aquí no se contempla la pena de muerte para los asesinos, un error mayúsculo para la sociedad en que vivimos, en el peor de los casos si debería funcionar la cadena perpetua que, igualmente, como antes dije, sí funciona en Estados Unidos que, por cierto, de democracia y de leyes saben mucho más que nosotros. Vamos a ver, ¿qué se puede esperar de un asesino? Y digo asesino en la más cruel acepción de la palabra porque, se puede matar de muchas formas, incluso de manera involuntaria como sucedió días pasados en Madrid en que, una señora atropelló a varios niños matando a uno de ellos a la salida de un colegio. Es una muerte, sí. Pero sin ninguna violencia porque se trató de un accidente involuntario. Jamás en la vida puede recibir el mismo castigo el que ha matado de forma involuntaria –por cierto, no me gustaría estar en la piel de esa buena mujer que, por un error al conducir ha matado a un niño– que el asesino que, con saña ha acabado con la vida de un semejante.

Pobre madre de Marta Calvo porque, conforme están las leyes jamás sabrá del  paradero del cadáver de su hija, como ocurriera con Marta del Castillo, Diana Quer y otras muchachas asesinadas que, por capricho de los hijos de puta de sus asesinos, sabedores de que les amparan las leyes por aquello del derecho que tienen a no declarar, los padres citados llevan años viviendo sin vivir, sencillamente porque unos criminales así lo han decidido y, lo que es peor, porque tenemos unas leyes que castigan con dureza a todo aquel que se le ocurra matar un gato pero, si al que se mata o asesina es un ser humano, ¡qué más da, si somos siete mil millones por el mundo! ¿Verdad?

En la imagen vemos a la pobre madre de Marta Calvo reclamando sus derechos por aquello de encontrar el cuerpo de su hija. Su rostro lo dice todo, sobran las palabras.