Hoy me siento un intruso en cuestiones que desconozco pero que han logrado conmoverme. Hablo de fútbol, algo de lo que soy un neófito total, hasta el punto de que si me leyera Manolo Lama o Juanma Castaño entre tantísimos periodistas deportivos que existan en España, seguro que pedirían mi cabeza. ¡Y con razón! Una cosa es entender de una materia determinada como pueda ser el fútbol y, otra muy distinta que dicho deporte o un equipo determinado logre emocionarte como me ha sucedido a mí con el Rayo Vallecano de Madrid, un club que data de 1924. No entiendo de pinturas pero cada vez que voy al Museo del Prado de Madrid salgo extasiado por todo lo que he visto.

Queda claro que no pretendo dar lección alguna, muy osado sería si así lo hiciera pero, nadie podrá quitarme el sagrado derecho a sentirme emocionado ante este equipo singular que, desde siempre, es el que ha abanderado a las gentes trabajadoras de Vallecas, algo muy lógico porque no solo de pan vive el hombre, se necesitan ilusiones, del tipo que fuere, pero tener un sentimiento hacia un equipo de fútbol es una manera de vivir y de sentir y, si para colmo, no se le hace daño a nadie, la gloria está servida. Como dije, no soy docto en cuestiones deportivas pero me sobra raciocinio para comprender que, el fútbol, llevado a cabo con armonía es un buen sedante para cualquiera.

No soy experto en materia como he confesado, pero sí soy un seguidor de lo que acontece en el mundo balompédico que, en realidad, tantas penas mitiga entre la sociedad en que vivimos. Por lógica, el Real Madrid y el FC Barcelona son los que se llevan la palma en cuanto a seguidores se refiere, ante todo por el nombre que ostentan, por el presupuesto que manejan y, sin lugar a dudas, por todos los trofeos obtenido que, para gloria de nuestro fútbol, son muchísimos los que lucen en las vitrinas de dichos equipos.

Pero más allá de todo, la grandeza del fútbol estriba en aquello de la igualdad que existe en dicho deporte; me refiero a que, como fuere, siempre juegan once contra once y que gane el mejor. Como decía, es lógico que el equipo que más estrellas tenga en sus filas, por lógica, debe siempre de ganar pero, he aquí la cuestión en que, no siempre Goliat vence a David porque en ocasiones ocurre todo lo contrario y, esa es la magia con la que triunfa el fútbol a nivel mundial. Y, sin lugar a dudas ese es el secreto del fútbol, la incertidumbre de quien será el ganador.

Al respecto, por todo lo que hemos podido ver, ha sido el Rayo Vallecano el equipo revelación de la temporada, algo inaudito, inusual, pero tan real como la vida misma. Los seguidores vallecanos están asombrados, estupefactos, porque no acaban de creer todo lo que su equipo está logrando, algo que nos alegramos todos aquellos que amamos el fútbol aunque, como pueda ser mi caso, soy un inexperto total en su reglamento.

Sepamos que, el Rayo Vallecano siempre se ha debatido entre la primera y segunda división del fútbol español, era su sino a lo largo de su historia pero, a principios de la temporada actual el club vallecano contrató a una “vieja” gloria del fútbol mundial, hecho prácticamente en Europa al que conocemos como Radamel Falcao que, posiblemente, en el ocaso de su carrera le ha aportado al Rayo Vallecano esa ilusión que jamás antes les había trasmitido. ¡Si yo pude, ustedes pueden también! Con tan simple mensaje llegó Falcao al Rayo Vallecano, sus compañeros se lo creyeron y, a partir de aquel momento cambió el rumbo de dicho equipo que, en estos instantes es la admiración de toda España.

Falcao, casi con toda probalidad acabará su carrera deportiva en el Rayo Vallecano pero, se trata de un hombre muy laureado en toda Europa que jugó en el Lancero de su país, en el River Plate argentino y, una vez en Europa lo hizo con el Oporto, Atlético de Madrid, Mónaco, Manchester United, Chelsea, de nuevo el Oporto, Galatasaray y, como digo, en estos instantes en el Rayo Vallecano que, con toda seguridad, el club no es consciente de que tiene en sus filas a uno de los futbolistas más condecorados de los últimos veinte años. Falcao llegó y besó el santo, es decir, a meter goles en la portería contraria para darle fuste y categoría a un club que, con toda probalidad, un solo jugador del Real Madrid vale mucho más dinero que todo el Rayo Vallecano.

Dicho lo cual, es ahí donde radica la magia del fútbol, en que un club humilde se codee con los grandes, que no desmerezca junto a nadie, que no haya perdido en su estadio en lo que llevamos de temporada, acaudalando, un empate y seis victorias y, lo que es mejor, ostentando la sexta plaza en la clasificación de primera división. Y, entre otras cosas, Falcao lleva varias semanas lesionado sin poder jugar pero, su espíritu, el que transmitió a sus compañeros sigue vigente, sencillamente porque sin él, el Rayo Vallecano sigue sumando victorias.

Como decía, el fútbol mitiga muchas penas porque las gentes necesitan algo a lo que aferrarse tras una semana muy dura de trabajo, de ahí que el balompié tenga cientos de miles de adeptos, algunos, hasta están dispuestos a sufrir el amargo sabor de la derrota como pudiera ser el caso del Rayo Vallecano por las circunstancias antes referidas pero, si a la diversión que supone dicho deporte, a la magia que reina entre sus jugadores, a todo ello le añadimos que un equipo perdedor por naturaleza, en estos momentos sea un ganador sin mácula como es el Rayo Vallecano, la felicidad vive en Vallecas, sin lugar a dudas.

Como dije, no soy experto en esta materia pero, siempre me subyugó su grandeza porque todos juegan en igualdad de condiciones y, al final del partido –salvo errores arbitrales- siempre gana el mejor la dicha está servida y, para mayor satisfacción de un club, si ser el mejor es estar muy arriba de la clasificación como es el caso del Rayo Vallecano, nuestra más cálida enhorabuena a tan emblemático club que, acostumbrado a la derrota, ahora, junto a los éxitos viven rociados de felicidad.