Una fría noche la que vivimos en el Coso de Insurgentes.

Una muy pobre entrada que se veía venir en una fecha tan compleja para la fiesta pues la gente no está acostumbrada a acudir en viernes por la noche. Hasta los Dioses se extrañaron y enviaron esos resoplidos que formaban caracolas de viento, mismo que incomodó a los actuantes a lo largo del festejo.

El cartel era muy atractivo en el papel y aunque no lo reflejó la taquilla si tuvo un resultado que seguramente impactará en los novilleros.
Debutaba la ganadería de Núñez del Olmo que presentó un encierro disparejo en presencia, así como en lidia. Lo único en lo que emparejaron fue en su acometividad al caballo pues metieron los riñones con fuerza peleando como debe ser.

Se esperaba mucho de Alejandro Adame quien ha toreado bastante tanto en México como en España y teóricamente es uno de los punteros más evolucionados y que tendrían que salir cada tarde con los apéndices en ascendente carrera.

Pero no fue así. De primera instancia se enfrentó con un novillo muy complicado que requería de mucha cabeza. Pudo resolver por momentos pero esa soltura que le vimos en su presentación se quedó ahí.

Su segundo solo soseaba, sin inquietar a su enemigo pero no hubo química, los duendes no saltaron a la arena, pese a que sin duda ha sido uno de los jóvenes más favorecidos por las empresas y no ha tenido que currársela como muchos otros que atraviesan por una pista de obstáculos para poder llegar hasta esta plaza.
Yo vi un Adame apático y pese a sus intentos, creo que no se despeinó en ningún momento de la noche.

Julián Garibay tiene, como comentamos en su presentación, carencias técnicas pues es el menos toreado de los tres. Pero su pundonor, su carisma y sus ganas de ser son los que lo colocaron en este cartel y quiso corresponder de la mejor manera. Entregándose con el alma. Su lote fue complicado y en el primero logró sobreponerse para regalarle al público instantes emotivos que se le agradecieron mucho.

Su segundo, un toro infumable lo puso en aprietos desde el primer momento. Visitó la cuna de los pitones llevándose un fuerte achuchón con el capote y el toro se dio por enterado. Con la muleta intentó sin suerte sacar agua de un pozo seco, pero ni siquiera en las profundidades del mismo yacía alguna gota de humedad y así se fue sediento y sin lograr en añorado triunfo.

Cabe comentar que tiene que corregir su técnica al matar pues lo que si bien pudo no haber traído el corte de orejas, si pudo regalarle un resultado más prometedor, que se quedó en la sombra.

Arturo Gilio. Un nombre que nos evocaba grandes tardes en esta plaza. Las letras de un novillero que fue consentido de la afición de la México y que hoy nos trajeron aquellas reminiscencias que 30 años atrás enloquecían la plaza.

Hoy, su hijo, después de una fuerte campaña en tierras europeas hizo su presentación en la plaza más grande del mundo y vaya que nos trae esa tranquilidad de que las cosas pueden mejorar, tal como en su momento lo mencionaba con Llaguno. Pues aquí hay un nombre con esencia, con personalidad y oficio, algo que tanta falta le hace a nuestra fiesta.

Hathor, Afrodita, Venus, Freya, Ixchel, Diosas de la belleza, la armonía, el amor, la perfección y la estética tuvieron ayer fiesta en los cielos. Brindaron con el vino más dulce. Asomadas entre nubes agitaron sus vestimentas y derramaron el Amrita que pudimos disfrutar corriendo por nuestra boca. Se vanagloriaron de la creación del sentir más puro y esculpieron en el aire las formas perfectas.
Juntas conspiraron en la manifestación de una escultura inmejorable.

Simbolizando la exquisitez en lo absoluto, ya bien pueden estremecer a algunos y sensibilizar a otros que en los cánones estéticos no se permite la mentira.

Cuando envuelto en una chicuelina y en un muletazo se fue fundiendo en el bronce, nos permitió ser testigos de la magia. De esa perfecta compenetración entre toro y torero. De ese romance minoico que figuró en los orígenes más remotos que hoy nos permiten vivir en el Olimpo.

Porque ¿cómo no tocar la luna y saborear de las mieles con que nos regala el artista?. ¿Cómo no vibrar cuando el aire huele a canela?, ¿Cuando los sentidos se exaltan hasta permitir que nuestro inconsciente tome el control y nos lleve a lo más profundo del ser?

Fidias o Praxíteles bien pudieron se su inspiración. Cómo en la Venus de Milo, o quizá Boticelli que tenía ese trazo tan perfecto cuando dio vida al nacimiento de Venus. Pero fuimos testigos del florecimiento de un torero. Que se encontró con un cómplice perfecto. Se fusionaron ensoñando a los presentes.

Las emociones desbordadas exigían por su nobleza el indulto de la fiera, pero no podía ser, porque sucumbió ante el dominio del muchacho, buscando para el final entregarse sometiendo su vida para el triunfo que merecía el que blandía la espada.

Gilio se entregó cual Perseo para derrotar al minotauro y se escucharon las voces estruendosas de las Diosas festejando su creación

Le fueron negados los máximos trofeos, un acto vil en contra de un novel que merecía la gloria. Dos orejas que llevan en ellas el colorido de la aurora boreal.

El arrastre lento para el derrotado burel.
En su primero, Gilio nos decantó el vino con un preludio emotivo y aunque no logró los mismos resultados, ya nos dejaba ver la vocación y la sensibilidad para permitir el reposo exacto de un animal y la virtud de conocer los tiempos perfectos en cada momento de la lidia. El novillo fue premiado en el arrastre mientras que Gilio recorrió el anillo con el reconocimiento de un público que hoy salió toreando de la plaza.

Llega el aniversario de nuestra hermosa plaza. La que alberga tantas emociones, sensaciones y vivencias. La que nos lleva a transportarnos en el tiempo, la que despierta nuestros sentidos y dilata las pupilas. El templo más grande del toreo en México. La plaza que da y quita. Y será en esta ocasión Julián López “El Juli” quien encabece el cartel de 5 de febrero, alternando con Octavio García “El Payo” y la alternativa del hidrocálido Miguel Aguilar. Con un encierro del acaecido empresario y ganadero de Mimiahuampam y Begoña, don Alberto Baillères.
¡Felicidades hermosa Catedral del Toreo!

Por Alexa Castillo