Te advierto que soy géminis y que pensar es mi especialidad, aunque a veces yo misma no me aclaro con mis pensamientos.

En fin, el que avisa no es traidor así que. Allá voy.

-Pienso que esta situación va a marcar un antes y un después en la vida de muchísimas personas.

-Pienso que no se van a ver las consecuencias reales de esta crisis sanitaria hasta que pase algún tiempo y se haga balance, no sólo de las víctimas del coronavirus, sino de los cientos o miles de personas que no podrán seguir viviendo como hasta ahora.

-Pienso en los autónomos y en las pymes que ya no podrán abrir sus negocios por las deudas que tendrán con el estado.

-Pienso en los bancos y en cómo, seguramente, se pasen por el forro las medidas impuestas en cuanto a no cobrar intereses de más por la demora en los pagos de las hipotecas.

-Pienso en lo inocentes que somos todos al pensar que a nosotros jamás nos va a pasar nada.

-Pienso en la suerte que tuvo mi abuelo al enfermar hace un mes y haberse recuperado a tiempo para librarse del triaje.

-Pienso que estoy siendo muy diplomática porque lo que en realidad querría decir es que todo esto es cosa de los cuatro cabrones de siempre (que no son los peleles del gobierno, sino los que están por encima de todo y de todos). Los mismos que vienen haciendo y deshaciendo a su antojo desde hace mucho tiempo.

Los que deciden cuándo y cuánto sube el pan. Los mismos que negocian con farmacéuticas para decidir quién se queda con la patente de una ansiada vacuna que, con seguridad, ya estaba inventada antes que la enfermedad. Los que piensan que los pensionistas sólo consumen y no aportan nada y por eso «sobran», que ya en el mundo somos muchos.

Los que ya nos tienen confinados en casa (por una buena causa, por supuesto, pero en casa al fin y al cabo) y que es cuestión de tiempo que tengamos toque de queda, después incluso de que esto pase.

Los mismos que intentan hacernos sentir culpables por el deshielo de los polos y la contaminación de los mares, cuando lo único que hacemos es bajar la basura, mientras grandes industrias siguen con sus vertidos tóxicos porque han llegado a acuerdos millonarios con estos cuatro diablos.

Los que juegan a ser Dios y nos miran desde lo alto. Nos miran y nos señalan. Nos miran y se ríen, sabiendo que nos tienen cogidos por los huevos. Nos miran frotándose las manos, pensando en lo fácil que ha sido sembrar el caos entre la población. Nos miran y se mofan de nosotros y de nuestras ganas de vivir «por encima de nuestras posibilidades».

-Y también pienso en alguna que otra película: Encuentros en la tercera fase, El show de Truman, V de Vendetta, Desafío total, Wall-E…

-Y después de pensar en todo esto respiro profundamente y miro a mi familia. Los miro y sonrío, porque los tengo a mi lado. Y me digo a mí misma que ha llegado el gran cambio que se avecinaba, aunque no ha sido por un meteorito, ni por un tsunami, ni por una ráfaga de fuego proveniente del sol. Nuevas películas me vienen a la mente: Lo imposible, 2012, Deep impact…

-Pienso que el fin del mundo (que hasta ahora conocemos) está llegando y nos toca estar a la altura de las circunstancias. Nos toca mirar más allá de nuestras narices y pensar un poco más en los demás.

Nos toca elegir entre lo importante y lo superfluo. Nos toca darnos cuenta del milagro que es estar vivo y dar gracias a Dios por enseñarnos que, a pesar de todo, el amor puede con todo. Y que de nosotros depende que el nuevo mundo sea algo mejor.

-Y pienso que podría terminar esta reflexión con una frase de no recuerdo quién, que dice algo así como:

El día que el poder del amor prevalezca sobre el amor al poder, ese día cambiará el mundo.

Feliz día a todos, si de felicidad podemos hablar.

Mari Carmen Sánchez Vilella, narradora y autora de varios libros.