“Tanto baile y lío en los corrales es una equivocación, ya que se traen toros fuera de tipo, toros fuera de hechuras (…) Por muy grandioso ganadero que sea, creo que es una equivocación esto.”

Palabras de Sebastián Castella ante los impresentables aduladores del C+, una vez estoqueó al 4° toro. Lo califican de «rajada», pero cuando una persona dice la verdad, por mucho que esta duela, no se le puede censurar. Y es que no hay mejor descripción para la infame gatada de Garcigrande (Garcichico para los amigos), que la que ha realizado Sebastián Castella. Dicen los corrillos de aficionados (y cuando el río suena es porque agua lleva) que han sido hasta trece los toros que ha presentado este ganadero para la tarde de hoy. Trece, de los cuales han sido lidiado cinco. Y en la práctica, ninguno debería haber pisado jamás el ruedo de Las Ventas. ¡¡Cómo se puede ser tan caradura de colar semejante gatada en Madrid!! Una novillada, con todas sus letras. Pero una novillada no de Madrid, pues en Madrid se exige más hasta para novilladas, y de hecho lo normal es que estas sean más fuertes que las lagartijas que hoy ha colado este ganadero. Una novillada de Sevilla, más bien. Y esto, teniendo en cuenta solo a los que se han aprobado… ¡¡Cualquiera se pone a pensar en lo que han rechazado!!

Y ¿qué juego han dado los garcichicos? Pues hombre, a mí, si un día cualquiera, me preguntaran cómo describiría el llamado Toro artista, pondría como ejemplo a los de hoy: flojetes de remos, sin emplearse apenas en varas y haciendo que el piquero se emplee aún menos a la hora de realizar su cometido, sin malas ideas, nobles, toreables… Y rematadamente tontorrones. O, resumido en una palabra: descastados. El Toro artista en su máxima expresión. O como dirían los que entienden, el toro mas bravo jamás lidiado… 

A Castella le correspondió bregar con el remiendo de la corrida, un borricote de Buenavista que, comparado con los garcimiaus (si será por nombres) parecía aquello Los Viajes de Gulliver. En cuanto a juego, gastó la misma casta que los cinco del hierro titular, o sea ná de ná. Pero además, muy reservón, paradote y soso. Imposible para cualquier tipo de lucimiento, así como el otro ejemplar que completó el lote de Castella y que salió en 4° lugar. Ante semejante bazofia de pareja, Castella los pasó de muleta con muy poca gracia y aún menos convicción. Y lo mejor de todo, sin demorarse mucho en despacharlos con la espada. En otro momento, Castella hubiera sacado su insufrible lado dontancredista, pero hoy optó por ahorráselo y ahorrarle tiempo al personal. Se agradece el detalle.

A Álvaro Lorenzo le correspondieron dos bambichicos (que no, que no será por nombres) con carácter pastueño, dulce y colaborador. Se movieron los animalicos, iban y venían sin hacer un mal gesto, se prestaron a los intereses del matador… Solo faltaba que la gracia que les faltaba se la pusiera el este. Y el matador, ¿qué hizo ahí delante? Pues dos faenas calcadas la una de la otra, basadas en un pegapasismo basado en ese típico e irritante afán de ahora por tirar líneas, siempre muy despegado y echándoselos para fuera en todos, toditos, todos los muletazos. No hay mucho más que decir al respecto.

Ginés Marín sí puso más gracia y salero. La que en realidad tiene, que no es poca. Porque es uno de esos privilegiados tocado por el halo de la clase y totalmente alejado de las formas vulgares que tan en boga anda. Y la puso ante el 3° nada más recibirlo de capa, toreando a la verónica con mucho gusto y acabando por rematar en los medios. Fue este 3° un novillo que se podría adjetivizar desde dos vertientes: un aficionado riguroso y serio diría que fue un torete de carril para cogerse un empacho toreando. Y luego está la vertiente de los aduladores de la tele/portales/periódicos: un toro de vacas. Pero para terminar de rematar la faena, ¿qué hizo el toro en varas? Pues tomó dos picotazos (es decir que, de primeras, al toro no se le picó), y después pues sí, metió la cara abajo, pero no se empleó… Ahí queda eso. Ginés Marín comenzó la faena sacando al toro a los medios muy toreramente con trincherazos, pases de la firma y remates de calidad. Siguió con la diestra para dejar dos series de muletazos muy despegadito, echando el pie atrás siempre y sin rematar los muletazos atrás, sobresaliendo los pases de pecho. Eso sí, con mucha torería. Que destoreaba, pero con mucha torería, conste. Cambió después de esto a la zurda, y llegaron telonazos sin terminar de acoplarse al toro, por lo que no tardó nada en volver a la mano derecha. Siguieron los medios-pases, metiendo mucho el pico y sin colocarse en el sitio ni una sola vez. Pero ¡¡eh!! Torería no le faltó. Tampoco le faltó para cerrar al toro hacia los adentros, con remates y detalles de bisutería fina. Sirvieron para cuadrar al toro, y dejarle una estocada en buen sitio. Y oreja.

Con media puerta grande abierta, se barruntaba que con poco que hiciera se le iban a llevar en volandas calle Alcalá arriba. Pero una cosa es con poco que hiciera, y otra cosa es… La nada. Pero nada de nada. Esta vez, no brilló en ningún momento Ginés Marín con el capote. Y luego, agarrada la muleta, comenzó sin tantearle ni nada citando a larga distancia con la zurda. Dos series de trallazos sin asentarse ni templarse ni una sola vez, y pasa a la mano derecha, para dejar algunos derechazos muy poco mandones y hacia fuera, y desde muy fuera. Cogió otra vez la zurda, pero a la faena le siguió faltando toda la importancia que le es necesaria a un trasteo de triunfo en Madrid. Trallazos sin someter al toro, y ni mucho menos llevarlo mandado. Y el toro, una perita en dulce que embestía como un carretón. Pero a parte de la concurrencia le dio por jalear como si fuera la única puerta grande que iban a ver en su vida. A Ginés Marín se le fue ese toro sin torear, pero primaban por encima de todo las ganas de verbena que había en el tendido. Y más aún cuando al matador le dio por cerrar la faena a base de… ¡¡Coooooorrecto, bernardinas!! Variedad y personalidad ante todo. Tenía la oreja en el bolsillo Ginés Marín y la puerta grande abierta. Solo le faltaba matar, cuando…. ¡¡Ahhggggggg!! Pinchazo… Se le escapó toda posibilidad de irse a hombros. ¿O no? Volvio a cuadrar al toro y la espada entró hasta los gavilanes, pero cayó trasera. No importó. ¡¡Pañuelos, venga pañuelos!! ¡¡Viva el jolgorio, la verbena, el gintónic, el vino y la Cruzcampo!! Pañuelos en el tendido, berridos y pitos de quien pide los despojos de tal manera y de quienes piden, también así, que no se conceda; los mulilleros dándose un rodeo bien hermoso para irse a por el toro (cualquier día de estos van a recogerlo no sin antes pasar por Manuel Becerra, Doctor Esquerdo, O’Donell, Goya, Conde de Peñalver, Avenida de América, Cartagena, Avenida de los Toreros y vuelta a la plaza para salirse a la M-30 y dar la vuelta entera a Madrid), el presidente que aguanta, más pitos y protestas, los mulilleros que se paran ante el toro sin motivo aparente, el presidente que sigue aguantando como un jabato (en peores se habrá visto, el hombre), los mulilleros que se van hacia el toro y ¡¡ay, que casualidad!! Fallan a la hora de engancharlo. Vuelven a darse otro buen rodeo para volver al toro, el señor Presidente que sigue aguantando sapos y culebras, otra vez van los mulilleros hacia el toro y ¡¡pero bueno, qué pena que hoy no tienen el día!! Otra vez se van las mulas sin el toro enganchado… Otra vuelta al mundo el 80 días de los mulilleros para volver al toro y, esta vez sí, se lo llevan. Y el señor don José Magán, presidente de la corrida, acabó como empezó: con las manos sin ni siquiera rozar el pañuelo blanco. División de opiniones para él. Nada de bronca, no. Que hubo también unos cuantos que aplaudían su saber estar y su aguante para no regalar otra puerta grande que hubiera sido vergonzosa. Una pase, pueden pasar accidentes de vez en cuando. Dos ya… No, definitivamente no. Bravo por don José Magán. ¡¡Que le nombren Presidente para todos los días!! Aunque, lejos de eso, a estas horas ya habrá unos cuantos pidiendo su cabeza…

Y entre tanto acontecimiento que provocaron un solemne cabreo de los unos y de los otros, brilló el peón Rafael Viotti poniendo dos excelentes pares de banderillas al 1°; y Rafael González, José Chacón y El Puchi expusieron mucho en sus correspondientes turnos, consiguiendo poner también buenos pares de banderillas.

Por Luis Cordón