La cita proverbial con la que titulo esta entrada es de sobras conocida por todos los lectores. “Que los árboles no nos impidan ver el bosque” se refiere a que los detalles o circunstancias accesorias no nos deben distraer del fondo de los asuntos. El motivo por el que la he escogido para titular este modesto balance de San Isidro es porque el triunfalismo habido no nos puede cegar en su análisis. En estos días de cierre, se están destacando el elevado número de “puertas grandes”. Sin embargo, quedarse únicamente con cuestiones cuantitativas es un escrutinio mediocre.

 

Al concluir el último festejo consecutivo del ciclo, que no de la Feria de San Isidro, Plaza 1 difundió los datos de asistencia. Un éxito, sin duda. Ha habido un incremento de unos veinte mil espectadores más que el año pasado. No es menos cierto que, en esta ocasión, ha sido un festejo más. Pero, cuando se presentaron los carteles, la mayoría vaticinamos un fracaso taquillero. Sin duda, el inicio triunfal y triunfalista de la primera y segunda semanas del ciclo animaron a que el personal asistiera a la Plaza. Por tanto, mi felicitación a la empresa. No quisiera olvidar, en relación con la asistencia de público y la configuración de la Feria, la excesiva duración del ciclo continuado. Treinta y cuatro tardes consecutivas son una verdadera barbaridad. Para configurar una Feria tan prolongada en el tiempo, es imprescindible incluir carteles mediocres. Y estas combinaciones nos llevan a entradas más pobres. De haber sido San Isidro más corto, la media de asistentes por espectáculo hubiera sido espectacular.

 

Entrando en el fondo del transcurso de la Feria, existen unos claros triunfadores: los ganaderos. La reciente crisis económica ha tenido muchos efectos nocivos sobre la Fiesta. En especial, la pérdida de terreno frente a los movimientos autoritarios y de muchas plazas de nuestra geografía. Sin embargo, hubo uno enormemente beneficioso: la limpia de corrales. Sin duda, la reducción de festejos hizo que muchos ganaderos tuvieran que reducir el número de cabezas, dado que la demanda estaba muy por debajo de la oferta. La temporada anterior y la presente acreditan con creces esta conclusión. En la actual Feria de San Isidro, ha habido una ingente cantidad de toros, cerca de veinte, que se han ido sin haber aprovechado el triunfo rotundo que sus embestidas propiciaban. No ha sido menor el número de animales a los que sus matadores no han entendido suficientemente.

 

Esta gran cantidad de toros de triunfo hace muy difícil poder escoger a uno. De todos ellos, me quedaría con uno, con “Carasucia” de Valdellán. Toro muy importante en la muleta. Su pobre comportamiento en el segundo puyazo lo desacreditó
para ser honrado con la vuelta al ruedo. No quisiera olvidar a “Español” de Adolfo Martín, toro encastado donde los haya. Cogió a Manuel Escribano, y eso hizo que haya sido denostado en los premios y en los medios de comunicación oficialistas, aquellos a los que llaman especializados. Me quedo con la clase de “Enviado” de Montalvo, desgraciadamente desaprovechada, tirada al sumidero, por Luis David Adame. En este aspecto, ha estado por encima del resto. Y, por último, tuvimos la suerte de ver el tercio de varas de “Zahareño” de Santiago Domecq. Cuando parecía que nos despedíamos de tan largo tercio de varas, salió el último de la Corrida Extraordinaria de la Prensa. Se arrancó de lejos, si bien tardeó y escarbó, y metió los riñones mientras embestía con fijeza y humillación. Bajo mi humilde e ignorante opinión, estos han sido los toros más destacados de tan largo serial. Sueño, como todos ustedes. Y, por eso, sueño con un toro que reúna las condiciones de todos los reseñados.

 

Pese al notable juego ganadero, no es menos cierto que han salido ejemplares sueltos. Ha faltado una corrida completa, digna merecedora del azulejo en el “Patio de Arrastre” de Las Ventas. Oficialmente, los premios los ha acaparado Adolfo Martín. No quiero negarle el pan a tan extraordinario ganadero. Es más, me alegro mucho por él, por la Fiesta y por mí. Sin embargo, “que los árboles no nos impidan ver el bosque”. Se han cantado mucho las loables condiciones de sus tres últimos toros. No obstante, se han silenciado las complicadas y mansas embestidas de sus tres primeros. La corrida de la Feria no debe ser necesariamente una corrida de seis ejemplares extraordinarios, sino regular. Y este no fue el caso. Santiago Domecq cerró el ciclo, y echó cuatro toros interesantes y con posibilidades de triunfo. De caer en otras manos… Sin embargo, esta ganadería se lidió en un festejo extraordinario. Esto es razón suficiente para excluir la posibilidad de premio. Solo me queda reseñar la corrida de El Pilar, dura de patas y encastada, con toros que cumplieron en el caballo. Para mí, la corrida de la Feria. No hay nada más que añadir.

 

Una Feria con tantos toros de triunfo desaprovechados solo nos puede llevar a una conclusión: muchos toreros han sido incapaces de defender el chispeante de sus trajes de luces. Sin embargo, se han cortado muchas orejas. En la mayoría de los casos, despojos. Para rematar este humilde balance con buen sabor de boca, vamos a empezar con los grandes derrotados. Se vislumbró en Sevilla y se confirmó en Madrid. Como bien habrán podido intuir, son Pepe Moral y Octavio Chacón. El sevillano está en caída libre desde que rompiera su temporada en Valdemorillo. Parece ser que la cornada lo asustó. Con dos toros importantes en ambas comparecencias (Baltasar Ibán y Fuente Ymbro, la segunda), no ha sido capaz de dar un solo muletazo… Él sabrá que le ocurre. Lo cierto es que el gafe, o no gafe, de su nuevo apoderado sería digno de reportaje. El gaditano no anduvo muy allá en sus tres comparecencias. Mató las de Pedraza de Yeltes, Victorino Martín y Cuadri. Sus tres actuaciones se pueden resumir en nada. Y eso que tuvo un gran toro…

 

En el lado positivo, se han cortado muchas orejas. Algunas dignas de plazas de pueblo. En determinadas tardes, el público de Madrid se ha acercado mucho al que, con nevera y gorra de propaganda, va a los toros en las fiestas patronales. Las filias y fobias
de esta Plaza se han puesto más de manifiesto en la recientemente acabada Feria de San Isidro. Paco Ureña, a quien admiro y respeto, ha cortado cuatro orejas. Declarado máximo triunfador. Su balance, en cuanto a trofeos, se podía haber quedado en uno perfectamente. También cruzaron el umbral de los sueños Roca Rey y David de Miranda. Por un lado, este último impactó en
el coso madrileño con su historia de superación y valor sereno. Ahora tiene que demostrar los galones que aquella tarde de mayo ganó. Por el otro, Roca Rey hizo la faena más maciza y rotunda de la Feria al sexto de Parladé. Poderosa y de trazo largo, muy templada por el pitón izquierdo. Ligada y profunda. La más rotunda. No quiero olvidar la torería que llegó de la mano de Pablo Aguado. Veinte muletazos bastaron para que la ilusión hiciera más llevadera la espera desde el 18 de mayo hasta el 16 de junio. Y el otro nombre propio, el de Román. Valerosísimo en todos sus toros, en especial, con “Santanero I” de Baltasar Ibán. Esta vez, no fue un valor suicida sumado a su inexistente técnica. Espero que esa sonrisa vuelva pronto a los ruedos.

 

Creerán los lectores que me he olvidado de Miguel Ángel Perera y Antonio Ferrera. Pero no. Las dos puertas grandes más triunfalistas y baratas del serial. La del primero se debió a una decisión unilateral y bochornosa de Gonzalo de Villa Parro. Seguro que no dimite, para qué. De Ferrera se han cantado muchas cosas. Todas ellas exageradas igual que su sobreactuación en el ruedo. En su favor he de decir que no trajo la faena hecha desde el hotel. Todo lo contrario. Sin embargo, se ovacionaron y jalearon a pecho descubierto muletazos al hilo del pitón y citando con el pitón, acortando sistemáticamente los viajes del animal. Ya ven, lo que a unos se recrimina, con otros se hace la vista gorda. Se les sacó por la puerta grande porque sí, porque se quiso. Y ahora figura en las estadísticas, pero “que los árboles no nos impidan ver el bosque”.

 

En esta Feria, se han visto muy buenos pares de banderillas y bregas. Por la suma de ambas suertes y el gran número de actuaciones, quiero mencionar a José Chacón. Fernando Sánchez pareó y apuntilló de forma superlativa en todas sus comparecencias. Iván García bregó contra el viento y la casta de “Sevillano”. Y, por último, Juan Francisco Peña nos recordó porque los picaderos llevan oro en su chaquetilla.

 

Por Francisco Díaz.