Corrida interesantísima la de hoy en Sanlúcar en que, ante todo, brilló la variedad de los toros de Juan Pedro. Los dos primeros eran hermanitas de la caridad, el tercero más encastado, el cuarto con casta de verdad de las que ponen a prueba a los toreros, el quinto era otro angelito que, además tenía pinta de novillete, mientras que el sexto, con escasa apariencia, ha sacado casta y fondo para que Emilio de Justo hiciera el toreo de verdad. Los pitones olían muy mal, yo diría que a cloroformo pero, vaya usted a saber.

Por cierto que hoy hemos visto tres versiones de la tauromaquia. La ya caduca y obsoleta de Enrique Ponce, la versión bufa de El Cordobés y la torería arrebatadora de Emilio de Justo. Por cierto, Alberto García, en calidad de apoderado ya tiene el bueno y al malo, le falta el feo, pero todo se andará. Lo digo porque, amigos, es tan abismal la diferencia como toreros entre Emilio de Justo -el bueno- y El Cordobés -el malo- que tenemos la sensación de que aunque toreen juntos, parece que estamos en espectáculos diferentes.

Enrique Ponce con su primero que salió santificado de toriles le endilgó la clásica faena técnica, sin apreturas y sin aparente riesgo dada la bondad de animalito. Ponce, como siempre, estuvo estético en su primero y pasó un calvario con su segundo que, como mal mayor, no era otro que el toro sacó casta, algo que desconcertó al diestro. ¿Un toro de Juan Pedro con casta? Diría Ponce. Y, claro, no podía entenderlo. Mató a ambos toros y allí no pasó nada; si, pasó algo que ya sabemos todos, que nos sabemos de memoria el toreo de Ponce que, sin lugar a dudas, no emociona a nadie. Es un gran profesional, algo que no duda nadie pero, es tan reiterativo y machón que aburre hasta los leones del Congreso.

El Cordobés, una vez recuperado el hombre de las lesiones de cadera que ha sufrido, como premio, éste debería de haber sido quedarse en casa y disfrutar de su familia pero, Manolito se sigue empeñando en parodiarse a sí mismo y, hoy le ha salido perfecta la parodia porque ha sido una de sus peores tardes, pese a la oreja que le han regalado. En su primero, un angelito con cuernos -poquitos- ha dudado muchísimo en una faena deslavazada y sin alma. Pases, dudas, reolinas, el pasito siempre atrás y, entre toro y torero cabía un autobús. ¿A eso le llamamos toreo? Como diría el Guerra, hay gente para todo. En su segundo, con pinta de novillete pero con una dulzura que rayaba en la santidad, El Cordobés ha mostrado su auténtica versión como el vulgar pegapases que es. Ha fallado con el descabello y en esta ocasión no ha habido oreja que, hubiera sido un desacato. Eso sí, no ha perdido su sonrisa, sin duda, el valor más importante de su carrera. De todos modos, a tenor de lo visto, no creo que los empresarios se peguen entre ellos para ver quién contrata a El Cordobés que, como se ha demostrado, es un vestigio del pasado.

Se ha salvado de la quema Emilio de Justo que, sin pretenderlo o quizás con toda la intención, les ha demostrado a sus compañeros cómo y de qué manera se interpreta en toreo, tanto con el capote al igual que con la muleta. En su primero, bondadoso, pero con ese puntito de casta que ha puesto la emoción, De Justo ha estado sublime. Vaya torero tan auténtico y cabal, por su calidad como artista y sus arrebatos llenos de valor que, sin duda, le han consagrado como un torero importantísimo.  Verónicas bellísimas y dos medias belmontinas para inmortalizarse por la belleza de las mismas. Insisto que, con la muleta, con ambas manos, ha rayado en lo sublime y, para su fortuna, sus enemigos hasta han tenido ese puntito importante de casta que le han permitido brillar con intensidad, no como otras veces que, el toro era tan borrego que lo suyo apenas trascendía; digo el toro de Juan Pedro, que nadie se confunda. Como fuere, Emilio ha brillado con una intensidad admirable puesto que, todo lo que hecho ha estado rociado de arte y, sin duda, de su torería sublime.  Si sus faenas, como tales, han sido preciosas, sus trincherazos finales habría que enmarcarlos. Ha cortado dos orejas justas en su primero y ha sido ovacionado en el último tras su fallo con el estoque puesto que, su faena era de triunfo de clamor.

Pla Ventura