Por Manuel Sotelino

No he querido escribir nada sobre lo ocurrido el pasado día 6 de agosto en la plaza de El Puerto de Santa María. Y no lo he querido hacer por un cierto sentido de la responsabilidad y del corporativismo. Ya saben todo el lío que se montó con el aspecto que presentaban los tendidos de El Puerto y el número de personas que debían de haberlo presenciado que no debió de sobrepasar las 5.400. La gota que ha colmado el vaso la puso el empresario José Maria Garzón en unas declaraciones hechas al diario El País en el que afirma que “esa corrida me ha dolido, me ha producido muchos dolores de cabeza y noches en vela. Me ha hecho mucho daño”. También ese festejo le ha dolido a los aficionados andaluces que ahora ven cómo ya no habrá festejos en esta tierra. A continuación, el empresario vuelve a narrar a este periódico las medidas sanitarias adoptadas para la celebración del festejo: la toma de temperatura a los espectadores, supuesta separación física, un hospital de campaña que al final resultó ser una carpa con unos operarios de Protección Civil, o la presencia de azafatas o vigilantes de seguridad, como si estos dos últimos aspectos eliminaran el peligro de contagio del coronavirus. Qué fuerte.

El caso es que quien suscribe este artículo fue a los toros ese día a hacer mi trabajo como informador.fue a los toros ese día a hacer mi trabajo como informador. Decir que solo había media plaza, o lo que es lo mismo, 5.431 espectadores, es un insulto a nuestra inteligencia. La prensa lleva muchos años poniendo en las fichas de sus crónicas si ha habido media plaza, tres cuartos y o un tercio. Y todo a ojo de buen cubero. Con lo que por el aspecto de los tendidos, la plaza estaba con muchas más personas. Y si no fue así, llevamos muchos decenios diciendo que hubo un lleno cuando en realidad allí había más cemento que en una planta de Holcim.

El empresario Garzón dice que puede demostrar que se vendió el cuarenta y nueve por ciento del aforo. Y puede ser. Pero entonces, ¿cómo se pudo llegar a los tres cuartos? Los números no cuadran y yo no tengo que ir a Barraquer porque estoy perfectamente de la vista. Así que la única respuesta que se me ocurre es que allí había más gente colada de la cuenta.

Me dicen y me cuentan que el Ayuntamiento de El Puerto pasó por la taquilla para recoger sus oficios correspondientes —no quiero decir números porque eso sería muy temerario pero fueron bastantes cortesías—, por otro lado la corrida tuvo una gran cobertura mediática y se tuvieron que acreditar a muchos medios propiciando que la lista creciera. También me dicen que cada acomodador o trabajador de la plaza se le dispusieron algunos oficios de gratificación. Dicho lo cual, ahora parece que los números pueden cuadrar. La Junta a través de la delegación del gobierno mira para otro lado mientras que seguimos esperando la investigación que se está llevando a cabo. Ni se enteró antes del festejo y no parece enterarse ahora.

La querida plaza de El Puerto sigue buscando un buen empresario. Uno que no provoque que los festejos en Andalucía se hayan tenido que suspender por parte de la administración autonómica que ha apretado las medidas de seguridad para la celebración de festejos taurinos. Desde los tiempos del glorioso don Diodoro Canorea y Enrique Barrilaro, El Puerto sigue buscando una empresa que le tome el pulso a la plaza. Estuvo Justo Ojeda y no lo hizo mal, pero aquello no era la panacea. Después no desgranemos el número de empresas que han hecho aguas en El Puerto o que no han sido queridos por los aficionados.

La gestión de la plaza por parte de los distintos consistorios —independientes portuenses, socialistas y populares— ha sido y sigue siendo pésima. Un lastre. Siempre dijimos que esta plaza podría haber tomado un sistema de gestión innovador en Andalucía con el respaldo del mismo Ayuntamiento a través de una comisión seria, de gente aficionada y sin necesidades de protagonismo. Como la ha habido en Santander durante años y ha funcionado muy positivamente. Y encima, ganar dinero para las demacradas arcas municipales. Pero es más fácil hacer un pliego y olvidarse de la gestión.

Qué poca vista tiene el toreo en general. Y lo decimos a tenor de cómo cuentan los espectadores echando un vistazo a los tendidos. Qué poca vista.