Los toros de Victoriano del Río han dado un juego decepcionante, yo diría que bochornoso porque tenían una bonita presentación pero un juego calamitoso. El fracaso ha sido de época y, el ganadero tendrá un disgusto mortal porque lidiar esos animales en Sevilla es una afrenta a dicha afición. Ya sé que el ganadero no está dentro de sus toros pero, la realidad es muy caprichosa y nos ofrece la crueldad del toro aborregado, inservible e inútil porque, en otras ganaderías, en el peor de los casos, sale un toro que pone aprueba al torero para que se juegue la vida pero, no ha sido hoy el caso. Los toreros, aparentemente se estaban jugando la vida pero nadie ha tenido esa percepción desde el tenido, sin duda el peor fracaso para un ganadero.

Reaparecía Castella en Sevilla y los toros le han dicho que hubiera sido mejor quedarse en su casa, pero el hombre se ha empecinado el renacer de sus cenizas y, sin toro, sus ilusiones mueren antes de empezar. Pero eso ya lo saben las figuras que, se apuntan a estas corridas a sabiendas de que no hay peligro aparente y, como siempre, esperan la tonta del bote que suele salir siempre para conseguir el éxito. Voluntad la de este hombre en sus dos enemigos que, en honor a la verdad no le han permitido expresarse. No ha pasado el menor apuro pero tampoco ha logrado lucimiento alguno.

A Juan Ortega le hacía falta un triunfo como al asmático el oxígeno pero, no ha podido ser. Es más, estoy seguro que hubiera cambiado el sueldo por cortar tres orejas. Como sería de mala la corrida que no hemos visto un solo lance, ni de Ortega ni sus compañeros. Su primero daba cabezazos al final de cada muletazo y pese a que el diestro lo han insuflado de voluntad, nada ha podido ser. Se segundo tenía una lámina hermosa pero, se le ha acabado a los tres minutos de iniciar la faena que, ha tenido unos doblones torerísimos que ha sido lo mejor de la tarde. Luego, los intentos de Ortega se han ido al traste por el mal juego del toro que no quería saber nada. Mal comienzo para un diestro artista de su corte que, insisto, necesitaba con urgencia un triunfo en esta plaza y mucho más sabedor de que no tiene hueco en Madrid. Mala suerte para este chico que, el día de Morante, pese a Morante, nos estremeció con su toreo de capa, algo que tardaremos en olvidar.

Roca Rey ha tenido lo que se dice la suerte del campeón puesto que, los dos toros más o menos noblotes le han caído a él para que, como hace siempre, los moliera a mantazos que, para su dicha tienen eco en los tendidos y como mata como una fiera, en ese primer enemigo alegre en la muleta pero sin el menor atisbo de casta le han dado un oreja pueblerina. En su segundo, si se me apura, el toro de menor contenido, de igual modo, Roca lo ha entendido a la perfección, la ha enjaretado los viente pases que el toro tenía hasta que se ha venido abajo y otra oreja para el peruano. Hablan del arrimón y, es cierto; pero Roca que es más listo que el hambre atesora el valor suficiente para pisar ese terreno que se presupone muy difícil pero que, cuando el toro está vencido se queda como una estatua y, la gente brama en los tendidos. Claro que, lo que la gente no sabe es que dichas perrerías no se le hacen a los toros bravos y encastados. Con los animalitos de rigor todo es posible. ¿Cuántos toreros llevamos heridos en lo que va de feria y estamos llegando al final? Si de jugarse la vida hablamos, no tenemos nada más que recordar e primer toro de Manolo Escribano en al corrida de Victorino Martín y tendremos la respuesta de la acepción que entendemos que un torero se está jugando la vida.

Insisto, un bodrio de los que hacen época que ni las tristes orejas que ha cortado Roca lograrán que nadie recordemos semejante esperpento. Es más, la cuz que Morante les ha endilgado a todos no hay quien la soporte.  Y por si faltaba algo, esta tarde, a nivel de comentarista, ese chico llamado Dávila Miura se ha mostrado forofo directo de Roca Rey y eso no es nada prudente para un señor que tiene un micrófono en la mano. Si Dávila pretendía que se rieran de él, lo ha conseguido por completo. Hay que ser más ecuánime y dejarnos el triunfalismo para otras ocasiones.