Al respecto de la llamada gira de la destrucción, todavía uno se pregunta qué es mejor, el remedio o la enfermedad; yo diría que lo primero porque, como todo el mundo pudo ver, lo de ayer en Antequera clamaba al cielo. Pienso que, dedicar muchas letras a ese espectáculo infame en el citado pueblo es una tarea banal, abstracta y sin sentido alguno. Claro que, para nuestra desdicha, la información es la que tenemos, tampoco podemos hacer milagros tras que lo pudimos presenciar.

Como siempre, los animalitos de García Jiménez eran de auténtico lujo; apenas novilletes con una bondad santificada que, sus lidiadores no supieron qué hacer y mira que hicieron cosas. Claro que, una cosa es dar tres mil pases y otra muy  distinta que el toreo tengo calado entre las gentes. Como era preceptivo, no se picaron los toros porque como decían los comentaristas, El Fandi prefiere dejárselos crudos para la inmensa batalla de las banderillas que, las puso a montones, nadie se lo discutirá pero, ya vemos cómo son las cosas, Jesús Arruga, un modesto banderillero le explicó como se ponen los garapullos.

Tras un mitin con la espada en su primero, le dieron una oreja en su segundo que, sin duda que nos quepa, El Fandi hizo la mejor faena de su vida y, el pobre, ignorante como el solo, creía que le iban a indultar el toro que, por nobleza, tenía todas las papeletas para volver a la ganadería pero, a Dios gracias, no se cometió el exceso que, en definitiva hubiera sido una barbarie sin límites. Ante este diestro hay una realidad incuestionable, todos los habitantes de este planeta desearíamos tener sus piernas, una virtud que Dios le dio, nadie sabe para qué, pero que lo goza en plenitud.

López Simón debe de plantearse muy seriamente su futuro puesto que, mientras que El Fandi es capaz de crear espectáculo, a su manera, pero contentando a los clientes, el diestro de Barajas está sumido en un sopor inexplicable porque, eso de torear mucho y no decir nada es el más grave problema que pueda tener un diestro y, es el caso de Simón que, aburre hasta los leones del Congreso de los Diputados. Es cierto que acertó con la espada y le dieron tres orejas pero, ¿sirve de algo ese «triunfo»?

Repito lo dicho mil veces, ¿qué preferimos el remedio o la enfermedad? El remedio son las parodias a los que nos someten y, la enfermedad no poder ver toros. Elijamos. Aquí hay mucha tela que cortar porque, ¿quién podría certificar que ayer se emocionó en los toros? Nadie, ni Dios. Entonces, ¿de qué sirven dichas burlas contra la tauromaquia eterna?

Pla Ventura.