Mejor esperar… que lamentar

Una vez Jean Cau nos dedicó una frase que quedo para la posteridad: “Amar los toros es, cada tarde, a eso de las cinco, las seis o las siete, creer en los reyes magos e ir a su encuentro”.  ¿Quién ira al encuentro en este nuevo invento que propone Movistar Toros?  Nadie,  hasta la idiosincrasia que mantiene viva la tauromaquia, se quedará fuera de la plaza.

El materialismo, de un canal taurino, puede quitar la esencia, el arte, la emoción y la pasión a la tauromaquia, 3 siglos de idiosincrasia a la basura. Comprendo que están pasando momentos de apuros, al igual que todos, pero que su buen dinero se han sacado en años anteriores a costa muchas veces de ningunear la verdad e insultar a los aficionados que están en la plaza.

Imagino que se sentirán engañados –Movistar toros-, siempre defendiendo a las figuras, hagan lo que hagan, y callando lo injustificable, y ahora ellas –Las figuras- son las primeras que se niegan a torear, y hacer de la liturgia taurina un espectáculo frío y desangelado –Normal-. Tal vez, si hubieran abocado siempre por la integridad, muchos de los aficionados defenderían la idea, solo por la inercia del canal. Ahora hay muchos intereses encontrados, y la tauromaquia se debe liberar de ellos, para ser libre y respirar profundamente, coger oxígeno para lo que se nos avecina en un futuro. Esto no es para ayudar a los ganaderos, ni a los toreros, ni mucho menos a la tauromaquia, solamente es para ayudarse a si mismos.

El toro, el torero, la plaza, necesitan el fervor, la pasión y la emoción del público, del espectador, del aficionado, que llenan el tendido y crean una atmósfera mística. Una simbiosis única e inimitable que hace que la fiesta brava sea un arte con denominación de origen y personalidad propia. La tauromaquia se alimenta, y se nutre de emociones y detalles;  Anhela el calor del tendido, para dar sentido a la muerte, y que la liturgia taurina no se resienta, e incluso se tambalee en un futuro próximo, y tal vez muy cercano.

Movistar toros necesita una actualización, y readaptación;  un rejuvenecimiento de su equipo, caras nuevas que vuelvan a ilusionar a los aficionados y puedan crear nuevos aficionados. Un nuevo formato, que se adapte a los nuevos tiempos; a los tiempos de cambio que azotan en la tauromaquia. Uno no puede acomodarse en un formato, tiene que atreverse a innovar y tener una programación atractiva. Tampoco puede mantener tanto tiempo a ciertas voces, porque en ocasiones aburren, y acaban muy viciadas.

La tauromaquia no se concibe a puerta cerrada, la tauromaquia es una fiesta, la fiesta del pueblo, y necesita a su pueblo, ansía su fervor y su rugir, su calor y su bronca, su murmullo impaciente que se desliza entre ciertos de gargantas para acompasar un pase, un gesto o un detalle con un OLE, al unísono.  Volveremos por la puerta grande, y nos toca dar nuestra mejor versión, no una clandestina. La paciencia es una virtud.

Por Juanje Herrero