Ante una misma pandemia, son muchas las variantes normativas que nos vienen aplicando, supuestamente de la mano de un incógnito comité de expertos que dice tener en cuenta los datos objetivos sobre riesgos de contagio en cada caso, lo que se traduce en que las cotas y prohibiciones se aplican finalmente más en función de las actividades que pretenden cercenar, que de las muertes que se podrían estar evitando.

Los ejemplos son innumerables y en ellos se aprecia que, ante situaciones de riesgo similares, no existe una analogía entre las medidas impuestas en unos casos u otros, quedando marcada la clave represiva en función de la actividad que se hayan propuesto represaliar.

Ni que decir que los toros ocupan el Top 1 de los grandes éxitos, y que a estas palabras nadie busque los tres pies del gato a nivel político, porque el acoso injusto que están sufriendo los toros está amasado por gobernantes de todos los partidos que gobiernan en alguna parte.

Es verdad que la saña con la que actúan unos no se puede comparar con el arte sibilino con el que lo hacen otros, incluso conchabados con los “taurinos”, por lo que a fecha de hoy los toros tan prohibidos están en la Monumental de Barcelona como en las Ventas del Espíritu Santo, y esta última está resultando ser una monumental tomadura de pelo para quienes tienen en la cabeza algo más que un soporte para la boina. En todo ello el pobrecito Sánchez ninguna culpa tiene.

¿Acaso el legislador es gilipollas, o es más bien que nos toman a los demás por solemnes gilipollas, con toda la razón? ¿A qué esperan para devolvernos la libertad? ¿Somos hombres o ratones? ¿Cómo somos capaces de permitir que nos sigan imponiendo tantas medidas absurdas? ¿Entendemos lo que es un toque de queda? ¿Y nos parece normal someternos a él sin rechistar? ¿Hay derecho a que salga el alcaldillo de turno quejándose de los botellones, culpando a los jóvenes de todos los males de la humanidad, mientras que es incapaz de poner orden en su ciudad, si hiciera falta sancionando a quien se lo merezca, pero dejando en paz a los demás? ¿Cómo se come eso de que los hinchas futboleros estén autorizados a celebrar sus éxitos y sus protestas en masa, que quienes están invadiendo nuestra frontera sur ilegalmente no estén sometidos al menor control ni autoridad, mientras que se escruta con microscopio cualquier riesgo que pueda suponer un aficionado a los toros en su asiento del tendido? ¿Qué es eso de que la Constitución no puede avalar la venganza y la revancha ante el indulto a los delincuentes? ¿Desde cuándo una sentencia judicial es objeto de venganza o de revancha? ¿Si la administración me sanciona por haber cometido alguna falta tengo derecho a que me quiten la multa en base a la concordia que consagra la Constitución? ¿Cuándo coño van a admitir que la mascarilla en espacios abiertos y con distancia de seguridad es una gilipollez únicamente propia de gilipollas de tomo y lomo?

Se les paga por endeudarnos, por reducir nuestro poder adquisitivo, por aniquilar el presente destruyendo opciones de futuro y también para que nos avasallen, en el más puro sentido del término.

Creo que en primer lugar deberíamos ser personas y después súbditos, vasallos, o corderos inevitablemente degollados. Sería deseable que los legisladores, los gobernantes, los administradores de justicia, los periodistas, los activistas civiles de cualquier entronque, los maestros y los alumnos, cultivásemos el respeto a la Justicia por encima del sometimiento a la Ley, aunque esto último también sea importante. Pero todo debe girar en torno a la idea de Justicia por encima de cualquier otra consideración, puesto que esta es la única obligación ética que me da derecho a hacer en cada momento lo que crea justo, como ir a los toros cuando me salga de los huevos.

Y apechugar después con lo que venga, por supuesto.

José Luis Barrachina Susarte