Resulta que el pasado domingo en el último festejo en Las Ventas, bautizada como corrida de toros extraordinaria, se colgó el cartel de “No hay localidades”, exitazo correspondiente a la venta de unas 6.000 entradas tras renunciar la empresa a la posibilidad de haber vendido el doble después de que el pasado 19 de junio se hubiese ampliado el aforo al 50%, según se anunció en el Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid.

Según han expresado no merecía la pena ponerse a deshacer la taquilla y sacar a la venta la nueva remesa, lo que resulta verdaderamente curioso. Como curioso resulta que las opacas negociaciones entre la empresa y la Comunidad hayan dado en todo momento la sensación de que la rentabilidad de la primera estaba siendo protegida por la segunda, evitando que en las Ventas se diesen toros al tiempo que en otras plazas madrileñas la temporada iba despertando.

Supongo igualmente que el fracaso de público habido en la Feria de San Isidro en el Palacio de Vistalegre, habrá ratificado este planteamiento. Desde luego que el productor adjudicatario lo tiene clarísimo desde el principio y de ahí no se mueve, aunque la Comunidad de Madrid amplíe la capacidad de obtención de ingresos. Por un sitio va sobrado y por Valencia llora, como hace la gata de la tía Flora.

¿No los había avisado la Comunidad de Madrid de que se iba a doblar el aforo? Es muy raro creerse esto porque el contacto entre ellos probablemente sea continuado, por muy en secreto que lleven sus conversaciones.

¿Pudiera ser, acaso, que hayan valorado el riesgo que de haber sacado a la venta las casi 12.000 localidades, no se hubiera agotado el papel? Por aquí, queridos lectores, es por donde planteo la hipótesis, porque no conozco un solo negocio que pudiendo facturar el doble prefiera no hacerlo. En el momento de escribir este artículo, es idéntica la situación para la Corrida de la Cultura del próximo domingo y deberíamos considerar el escenario con la máxima preocupación. Más y más cuando Madrid cierra otra vez hasta la Feria de Otoño argumentando las mismas razones. ¿Pero cuándo ha habido un domingo de temporada más de 12.000 personas en Madrid?

Dejando las cosas de los despachos aparte, afortunadamente la tarde puso a las claras lo difícil que puede llegar a ser la lidia y muerte de un toro, la sabiduría que precisa un torero y el riesgo que puede llegar a asumir quien se pone delante de un toro, la importancia que tiene cada aficionado que exige y protesta cuando no está de acuerdo, con la consideración de que esto es sumar, y lo casi imposible que resulta obtener el triunfo en el ruedo pese a haberse jugado la vida sin trampa ni cartón.

En este platillo han estado Victorino, Escribano, Serrano y Fortes -se merece mucha suerte-, como contrapeso de otras mandangas vistas esa misma semana, como el festejo de exaltación manzanarista, que fue dotado de una emotividad sin parangón hasta que salió el toro, por llamar de alguna manera a las reses lidiadas, siendo utilizado este animal totémico como víctima propiciatoria de un show en el que hasta los capitalistas se reparten a la hora del sorteo. Espectáculos como este vergonzoso encierro en el coso alicantino, no serán capaces de sustentar la Tauromaquia. Los que optaron por callarse y cantar las alabanzas, pueden esperar tranquilos a que el Karma se les aparezca implacable.

Los disidentes estamos convencidos de que el camino para la recuperación sólo puede ir por los derroteros que asomaron el pasado domingo en Madrid -o lo último de Cuellar, o anteayer con Miura en Castellón- y que mientras hay vida hay esperanza.

Gloria al toreo de verdad, a Madrid cuando se lo merece y a Manzanares el Grande. Para siempre.

José Luis Barrachina Susarte