Estamos sometidos a la dictadura de lo políticamente correcto y me siento harto de tantos y tantos que se ofenden tanto por todo, lo que da lugar a que las personas que se muestran en público vivan atenazadas por el miedo a pronunciar esa o aquella frase en la que se cuelan términos no permitidos y que se convierte en el titular de mañana, indigestando su desayuno.

Desde el titular queda claro el propósito del artículo porque todo el mundo entiende lo que significa el citado paraje de la distinguida señora. Por añadidura, quien tenga curiosidad verá que es una maravilla lo que San Google nos cuenta al respecto, y a esa fuente me remito para pasar sin mayor demora a tomar el toro por los cuernos, que es lo que aquí nos trae.

Quienes pensaban que la pandemia iba a traer la unidad del sector taurino como un halo taumatúrgico ya están comprobando que el único nexo es la ruina, y los que nos temíamos que apenas iban a cambiar las cosas ya vamos palpando el cumplimiento de los presagios.

Victorino no mostró reparos a la hora de censurar los múltiples paseos taurinos que están teniendo lugar a lo largo y ancho de nuestra piel de toro. Durante su intervención en el programa Tendido Cero consideró que habiendo en curso una negociación con el Ministerio de tanda, hubiera sido preferible dejar las protestas para más adelante, mostrando confianza en sus gestiones. Sin embargo, los aficionados tenemos el derecho y el deber de protestar respetuosamente, porque mientras la diplomacia serpentea, los profesionales del sector están viendo como sus legítimas prestaciones extraordinarias que les pertenecen por su condición de artistas desempleados, las tira el SEPE por la cloaca argumentando que la condición de torero no está incluida en la partida. Si por alguna razón en el Ministerio de Trabajo estuviesen prevaricando, esto sólo lo podrá sentenciar un juez tras el correspondiente proceso y sin que ni los paseos ni las reuniones hayan de interferir en ello.

A medida que se van desencorsetando las restricciones sanitarias se van haciendo viables –o al menos están tirando para adelante- algunos proyectos que o bien se quedaron en tintero u otros que todavía se podrán llevar a cabo por llegar a tiempo en sus fechas. Así tenemos que ya lucen los carteles para los festejos de promoción de los nuevos valores de las escuelas taurinas andaluzas, un certamen que va por su XXVI edición y que cuenta el patrocinio de la Consejería de Presidencia de la Junta de Andalucía para ser televisadas por Canal Sur, que ojalá cundiera tal ejemplo en otros lares.

Mientras tanto se van organizando otras corridas con la intención del lucro personal, lo cual es tan lógico como legítimo pero que no podemos encuadrarlas en esa quimera de la unidad de acción, porque si los toros han pasado del divino calvo al patético bisoñé no podemos culpar al Coronavirus sino de la realidad previa y persistente.

Simultáneamente algunos de los ganaderos más comerciales nos cuentan que ahora tendrán que ser exigentes con la selección, dejando para la crianza únicamente lo que de verdad sea lo mejor, ante lo cual –aplicando un sencillo silogismo- queda probado que antes colaban reses no del todo válidas ya que el mercado se lo tragaba todo.

Y qué decir de Madrid, que debería ser el baluarte sobre el que fundamentásemos el resurgimiento, aunque la realidad es que se halla afectada por el Síndrome de Barcelona, protestando cuando no les dejaban dar toros y buscando razones para no darlos cuando llega la ocasión propicia. Tantos meses de alarma, confinamiento y fases deberían haber servido para mucho más a nivel organizativo, sobre todo sabiendo que Madrid es plaza de temporada y que si el enfoque es hacia un determinado ciclo, quedará situada remojando las barbas que ya vio pelar en Barcelona.

¿Y Sevilla? ¿Tendremos toros en San Miguel? ¿Al menos el festival de Octubre? ¿Estarán pensando en dejar a la liebre correr?

Como vemos, una cosa es que cada cual reme para su lado con mayor o menor acierto y otra más divertida es la paradoja del coño de la señá Bernarda, del cual hay para jartarse.

José Luis Barrachina Susarte