Los toros son del pueblo y será el pueblo quien decida cuando se terminan dejando de ir a las plazas, pero mientras tanto dejen al pueblo ser feliz con sus devociones, con sus ritos y con sus convicciones, con sus fiestas, sus credos, sus supersticiones, sus arquetipos, sus héroes y sus toros.

En estos requisitos se expresaba el genial Luis Francisco Esplá al término del paseo taurino que con tanto entusiasmo tuvo lugar este sábado en Alicante, entonando un discurso perfecto en cuanto a su contenido argumental e impecable en cuanto a la estructura del mismo. Artillería de precisión para desmontar el discurso político contrario a los toros y sin caer en la trampa de meterse en política, ejemplarizando para mostrar por qué los toros han de estar ajenos al capricho de unos u otros partidos y basando su razonamiento en que la intolerancia parece estar reñida con la inteligencia y el sentido común.

El paseo en defensa de los toros también fue un éxito en Alicante, pudiéndose calcular que el público asistente coincidió con el que suele acudir puntual y regularmente a las novilladas sin picadores, lo cual no deja de tener un grato simbolismo. Llegando al término del acto, la orgullosa participación fue sintiendo como el maestro que tantas tardes nos logró emocionar ante tan dispares toros y con suertes tan diversas, volvería a encorajinar a ese millar y medio de almas que lo aclamaron en el balconcillo de la Puerta Grande del coso de la Plaza de España, y que se mantendrán durante muchos días nutridos por sus sabias palabras.

Luis Francisco Esplá gozó de un extraordinario cartel en todas las plazas del mundo por obra de su tauromaquia y de su personalidad, significando todo ello mucho más que un estilo dentro de los ruedos porque lo suyo ha sido como encontrar la cápsula del tiempo, como tener localizado el eslabón entre la tauromaquia clásica y la moderna, lo que demuestra que lo clásico no siempre es eterno.

Esplá interpretaba la tauromaquia como una venerable liturgia y sacralizaba al toro como animal totémico. Me hice partidario suyo fijándome en cada uno de los pasos que daba por el ruedo, mucho más allá de lo propio de las suertes. La pulcritud con la que estaba omnipresente, la naturalidad con la que siempre se colocaba a la izquierda del caballo -sin excusas ni patrañas-, la torería al acompañarlo cuando el picador iba a taparse y su honesto sentido del compañerismo cuando presenciaba fatigas ajenas sobre la arena.

Mi admiración se fue acentuando al escucharlo porque supuso una fuente fundamental para el aprendizaje, tanto por sus conocimientos como por su sinceridad. Hoy apreciamos que Luis Francisco Esplá además de ser franco se halla lejos de esa pretensión de hablar con corrección política para evitar que lo sacudan a uno. De todo cuanto nos ha enseñado quiero traer a colación una de sus contundentes afirmaciones durante la celebración del seminario Toros en España: Tradición, Arte y Economía en la Casa Mediterráneo de Alicante, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores en 2013, porque eran otros tiempos.

Durante el arduo debate frente a un animalista y cuando incluso algunos aficionados iban entrando en la dinámica de sentir pena por el toro, el diestro manifestó con su inconfundible dicción que recordaba a todos y a cada uno de los toros que había matado a lo largo de su carrera, y que en el momento de montar la espada jamás había sentido pena por ninguno, siendo este el verdadero sentido de la Tauromaquia aunque ahora no faltan quienes vienen contándonos el cuento de María Sarmiento

Somos afortunados de que ese patrimonio cultural del que tanto hacemos gala, cuente en su inventario con la mente prodigiosa de Luis Francisco Esplá, de este artista Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, un reconocimiento que le fue otorgado por un gobierno formado por socialistas. Claro que eran otros tiempos.

En la imagen, el maestro Luís Francisco Esplá leyendo el manifiesto a favor de los toros, la cultura y el civismo.

José Luis Barrachina Susarte

Foto de José Tébar Pérez