No se puede comprender lo que está pasando en España sin comprender lo que está pasando en los toros, lo cual es mucho más que la clásica sentencia dictada por José Ortega y Gasset hace varias décadas. Es un axioma que sigue teniendo validez en la actualidad, demostrando hasta que punto no se puede comprender nuestra historia -también la presente- sin conocer la de los toros, lo cual voy a exponer en dos sencillos puntos.

Yendo con el primero, los toros hoy en día no se distinguen precisamente por su nivel de exigencia. Antes al contrario, los ganaderos buscan una docilidad que llaman eufemísticamente nobleza, y los comentaristas disculpan sistemáticamente todo fallo que pueda cometerse en el ruedo, tratando de mostrar a la audiencia que cada tarde resulta triunfal -artificial y frívolamente, añado- bajo la falacia de esto es el sostén de la fiesta. Siempre salvando las honrosas excepciones.

Abundando en el segundo, contra la tauromaquia comenzaron los ataques del neomarxismo, que ahora se extienden a todo aquello que el nuevo orden mundial considera que no es de recibo: la Navidad, el diésel, las carnes rojas, la familia, los juguetes, el transporte, la energía, el deporte, la diversidad sexual, la pandemia, las vacuna, tergiversación de la historia, etc, porque el enfrentamiento entre opuestos es la clave del éxito de esta malnacida corriente. Divide y vencerás. Los marxistas fundacionales se centraron en la lucha de clases, y fundamentando sobre ella su beligerancia. Eran los comunistas puros.

Ahora no es preciso ser comunista para ejercer como neomarxista, y tan solo se necesita en entrar al juego de poner el punto de mira en lo que nos separa -que son pequeñas cosas- frente a lo que nos une, que es el fondo de la cuestión y por lo que habríamos de permanecer apiñados. No deberíamos ser tan mancos, ni de derecha ni de izquierda.

De modo que sin el menor nivel de exigencia -ni en la sociedad ni en los toros- así como metidos en la vorágine de todo enfrente de todo, y aliñados con la dictadura de lo políticamente correcto que imposibilita hablar sin ofender a los neo, resulta peligroso cualquier posicionamiento e incluso asumir una mera responsabilidad.

Continuaré con un ejemplo muy simple pero que considero ilustrativo, porque me viene sucediendo en los últimos días y que tiene como escenario la oficina de una gestoría que impone el banco para la tramitación del papeleo relacionado con una herencia. Este banco antes era una Caja de Ahorros, emblemática en Levante y en la que proliferaron los chorizos y chorizas, porque sería injusto discriminar. El cautiverio clientelar viene debido al fuego cruzado de una hipoteca que afecta a toda la operación, por lo que resulta imposible buscar un gestor independiente, sin molestia porque son cosas del régimen de libertades que tanto disfrutamos como buenos gilipollas que somos.

Pues bien, esta mediocre gestoría vinculada al banco rescatado cometió un error con la tramitación de lo mío, ante el cual Hacienda actúa sin compasión, y pueden estar seguros de que contra nadie más que contra el cliente que ha tenido que pasar por el aro. Reunidos los responsables y el perjudicado a la búsqueda de una solución, la única preocupación bancaria es que está feo eso de pretender buscar culpables.

Les ofende la culpa porque carecen de responsabilidad, y esto es debido a la falta de exigencia: si a quien hace perder el dinero ajeno se lo hicieran pagar, si a quien mete el bajonazo le pintaran la cara, si al que cría bueyes nadie le hiciera caso, otro gallo nos cantaría.

Si además este rasero fuese del general cumplimiento, España sería una gran tarde de toros.

José Luis Barrachina Susarte

En la imagen, el referido don José Ortega y Gasset, el que decía a modo de axioma: No se puede comprender lo que está pasando en España sin comprender lo que está pasando en los toros