Corren ríos de tinta, se hacen virales los videos y las tertulias televisivas se desatan sonoras trifulcas, porque ya era hora de que alguien cortara las dos orejas en horario de máxima audiencia y además en Televisión Española, ese ente que en teoría es de todos los españoles pero que siempre termina siendo expropiado por el partido político que gana las elecciones, dicho sea aquel verbo de modo metafórico.

Ni el torero mata al toro, ni el toro mata al torero: los dos se juegan la vida al mismo azaroso juego. No trafiquéis con su alma. No le perdonéis la vida al toro bravo en la plaza. Que es humana cobardía robarle al toro su muerte a solas con su agonía.

La que se ha liado con estas bellas palabras, unos versos de José Bergamín acrisolados en la garganta de Estrella Morente. Todos los medios comunicación –absolutamente todos-, también en las redes y hasta en las mismísimas puertas del infierno que defienden los intolerantes, han estallado y continúan replicando. Los que quieren libertad pero solo para ellos, los que luchan por la igualdad pero sólo para los que son como ellos, los que quieren prohibir pero sólo lo que no les gusta a ellos, se siguen rasgando las vestiduras. También ellas, porque entre liberticidas no hay que discriminar.

¿Sabrán los comunistas de ahora que antes entre sus filas militaban intelectuales y poetas como Bergamín? ¿Quedará alguno en activo con el valor de mostrar con naturalidad su afición por los toros?

A Dalí, otro genio de distinta reata ideológica, le parecía una buena noticia que hablasen mal de él porque eso significaba que estaba triunfando, porque de los mediocres nadie habla y cuando lo hacen es para decir maravillas, como no le está sucediendo a Estrella Morente tras haber sorprendido a propios y extraños durante su actuación en la última Gala de Operación Triunfo, con ese porte de reina, con su voz inimitable, un arte que no se “pué” aguantar y el eco que continúa sonando, porque ya era hora de que alguien se atreviera.

Ha sido esta gran mujer, cantaora de tronío, la que echó la moneda al aire en directo, en los medios de las bambalinas, cargando la suerte y cambiándose de mano la muleta, por abajo y con desdén, sin que nadie lo esperase, como hacen los toreros en las grandes tardes, dejando sin aliento a la mitad de la audiencia y poniendo en pie a la otra media, con las manos rotas de tanto aplaudir como todavía estamos más de uno.

Estrella Morente nos ha regalado dos lecciones para enmarcar, la primera es que la Tauromaquia hay que defenderla sin cuartel y cada uno de los aficionados somos adalid de esta preciosa herencia que hemos recibido y de la que somos depositarios. Que nadie se considere insignificante en esta misión casi evangélica, desde el jardinero en su jardín, la bancaria en su pecera, el maestro en su aula, la médico en la consulta, el albañil en su tajo, la piloto en sus altos vuelos y el serrano en su sierra, porque si hablase Lorca muchos lo respetarían.

La segunda es que la importancia en la repercusión viene de la mano en la primera televisión de España. ¿De verdad que nadie más tiene arrestos para salir en prime time a la palestra presumiendo de tauromaquia de manera que en la tele no se hable de otra cosa? Sin tregua, sin dar un respiro, un día y todos los días, así hasta que las ranas críen pelo.

Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno… sigue cantando, torera, volver… y haberlo hecho con la frente bien alta en TVE.

Gracias Estrella, con un par.

En la imagen, la genial Estrella Morente, española, artista y aficionada.

José Luís Barrachina Susarte.