Homenaje a quienes se ven obligados a cerrar sus negocios, con los mejores deseos, ofreciendo mis respetos a Lorca por inmiscuirme en su obra y brindando mi cabeza a quienes no acepten esta transgresión.

A las seis de la tarde. Eran las seis en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca cuenta a las seis de la tarde. El cierre a cal y canto ya prevenido a las seis de la tarde. Lo demás era ruina y sólo ruina a las seis de la tarde. El viento se llevó las sonrisas a las seis de la tarde. Y el óxido sembró cristal y níquel a las seis de la tarde. Ya luchan la pandemia y la sinrazón a las seis de la tarde. Y el delantal cuelga desolado y a media asta a las seis de la tarde. Comenzaron los sones de la injusticia a las seis de la tarde. Las campanas de quienes no tienen UVI a las seis de la tarde. En las esquinas grupos de resignados a las seis de la tarde. ¡Y el empresario solo corazón arriba! a las seis de la tarde.

Cuando el sudor del camarero fue llegando a las seis de la tarde, cuando la plaza se recogió a las seis de la tarde, la ruina puso huevos en la herida a las seis de la tarde. A las seis de la tarde. A las seis en punto de la tarde. Un ataúd sin bandejas es la cama a las seis de la tarde. El inepto reyezuelo escucha pitos en su oído a las seis de la tarde. Los pobres ya mugían a las seis de la tarde. La plaza vieja y la calle nueva se irisaban de agonía a las seis de la tarde. A lo lejos ya viene la desesperanza a las seis de la tarde.

Clamor que se desangra por sus jóvenes arterias a las seis de la tarde. Las heridas nunca habían dolido tanto a las seis de la tarde, y el gentío sumiso agachaba la cara a las seis de la tarde. A las seis de la tarde. ¡Ay qué terribles seis de la tarde! ¡Eran las seis en todos los relojes! ¡Eran las seis en sombra de la tarde!

Es tremendo que esto suceda en España, en nuestros pueblos y en los barrios. Me ha impresionado Sevilla cerrando su vida a las seis de la tarde, lo mismo que me hubiera sucedido de haberlo visto en otra ciudad, y tendrán que matarme antes de robarme la libertad, ladrones de poca monta. No podemos resignarnos a la metáfora de que nos cierren los bares a las seis de la tarde.

José Luis Barrachina Susarte