Hasta hace poco, cuando iniciábamos en Internet una búsqueda por estas dos palabras, aparecía súbitamente esa película que en USA titularon Liar, liar y que protagonizó el canadiense Jim Carrey.

Mentir es malo, aunque no se pueden comparar las mentirijillas piadosas con los embustes de los bellacos que mienten para hacer el mal, incluyendo en sus ardides troleros la pretensión de ser quienes además controlen lo que sea o no sea verdad. Sobre la verdad y la mentira sabemos mucho gracias a la Tauromaquia, porque el toreo llega a ser algo grandioso cuando se nutre de verdad, sinceridad, autenticidad y certeza, o puede resultar algo deleznable al revestirse de patraña, falsedad, falacia y cuento.

¿Se imaginan los queridos lectores que se autoproclamasen defensores de la verdad aquellos Tiñósez del Chotillo y similares, los mismos que presumen de prescindir del caballo para seleccionar la bravura? ¿Podría comprenderse que esos Chulis o Peluconces, que se perfilan despatarrados a una legua de los toros, fueran quienes tuviesen la misión de designar dónde está la verdad del toreo?

Pues ya podemos reírnos del zorro puesto a cuidar del gallinero, de los elefantes entrando de las cacharrerías y de las cucharas de palo en casa de los herreros, ante la trapisonda de ver cómo los mayores mentirosos se van a encargar de decidir lo que es verdad o es mentira. Los mismos que quisieron censurar que en marzo se informara sobre lo que se nos venía encima con el virus chino mientras aseguraban que apenas habría unos casos aislados de contagio, los que desde mayo hasta agosto se vienen jactando de que con sus medidas de protección social nadie se queda atrás, propiciando que con estas rimbombantes palabras tengan eco en todos los medios de comunicación, convirtiendo cada eslogan ministerial en un titular informativo.

Sin embargo, el respetable sector taurino está quedando fuera de las ayudas, y, por consiguiente, están dejando atrás a sus integrantes, que son personas cuyas familias tienen las mismas necesidades vitales que en los otros gremios.

Recientemente se anuncia, también a bombo y platillo informativo, que para estos que llevan desamparados socialmente desde marzo -muchos de ellos sin la posibilidad de ganarse el pan desde octubre- por fin el gobierno ha ofrecido una solución, que en el caso de materializarse consistiría apenas en la percepción de unos cientos de euros durante tres meses. ¿También van los paladines de la verdad a evitar que se viertan estas falacias por los medios?, porque a diario se pueden recabar una buena serie de noticias que están resultando ser más falsas que el moño del tipejo ese con los dientes ensarrentados.

Del nunca pactaré con Bildu y se lo repito las veces que sea necesario, del no gobernaré con Iglesias porque nadie podría dormir tranquilo y del hemos vencido al virus, salgan a disfrutar porque esta segunda ola no será grave, nos encontramos en un Estado de Alarma perenne y acatado con sumisión por el pueblo español, que ha cambiado la orgullosa piel de toro por otra bien triste de cordero degollado, muertos de miedo por la pandemia y sin enterarse de que quienes deciden lo que es verdad y es mentira, han aprovechado la situación para suspender el Poder Legislativo, y sólo en la última semana han derrocado al castellano como lengua vehicular, han habilitado los insultos a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, Fuerzas Armadas y a la Monarquía, han urdido una ley que permita a Hacienda el libre acceso a los domicilios particulares, así como esto que estamos relatando sobre el control de los medios de comunicación por parte del CNI. Pero ante un público tan tonto, se escudan en que lo hacen para evitar las muertes de la pandemia.

Si el obsceno ministerio de la verdad comenzara por perseguir las mentiras de quienes lo han instaurado, no les quedaría tiempo disponible para dedicarlo a coartar nuestra libertad. En breve podremos buscar en Google las palabras Mentiroso Compulsivo y comprobaremos como ya no aparece Jim Carrey, sino el enésimo tomo de una tesis cum fraude.

José Luis Barrachina Susarte

En la imagen, dos mentirosos compulsivos que, mediante la mentira y la falsedad, ahora gobiernan España. ¿Podemos aspirar a más, o quizás a menos?