Por descuidarme mientras escribía mi anterior columna, se carbonizaron dos trozos de bacalao a los que les hubiera bastado vuelta y vuelta. Sin embargo, escribiendo, pensando y borrando se me fue el santo al cielo y el alma a los pies cuando noté el humo llegando al despacho.

Ahí ya da igual lo que corras, llegas tarde y no hay más remedio que abrir ventanas, apagar la vitro, apretar al máximo la campana extractora, limpiarlo todo y esperar. El olor a pescado carbonizado se impregna en las cortinas, por los techos y paredes, así como dentro de los armarios. De modo que, con un buen disgusto y paciencia, te pones manos a la obra, fregando con Don Limpio todas las superficies lavables, quitando cortinas y a la lavadora con ellas, con jabón de Marsella. Vacías los armarios, todo puesto en el lavavajillas y bien limpios en su interior, logrando que tras unas cuantas horas casi todo el tufo haya desaparecido, aunque quede en el ambiente esa reminiscencia a lo sucedido que sólo desaparecerá tras varios días de vida normal en la casa.

Lo situación política de España también es una casa que apesta y en la que Sánchez -autor de una tesis genuina, hombre de principios que nunca pactará con terroristas, azote de los golpistas separatas, fiel defensor de las bajadas de impuestos y regenerador de la vida pública- no es culpable ni del menor reproche. Toda su gestión se halla amparada por la Constitución y las Leyes, después de una mayoría absoluta en la que su antecesor Rajoy asumió todas y cada una la tesis zapateristas, acatando las políticas educativas que nos han traído hasta aquí -entre jumentos que no aprueban asignaturas pero que pasan de curso y votan-, fracasando con estrépito excepto en materia de sobras, de sobros o de sobres. Seamos inclusivos.

Digo yo que lo que estaría por reformar es el sistema, porque la insignificancia de cambiar el partido que gobierne no es útil para desodorizar siquiera someramente.

Mil paralelismos podemos mostrar entre la realidad española y los toros, donde raramente se puede encontrar un festejo que ofrezca interés por su integridad, dado que al aficionado ya ha asimilado que esto es lo que hay porque así es la nueva tauromaquia, y que en vez de ejercer su derecho a exigir da gracias de que todavía haya alguna corrida que otra.

Igual que en la política, el cuarto poder tiene la clave de esta mansedumbre popular imposible de revertir a corto plazo. En cuanto se anuncia una estaferia -propongo a la RAE este nuevo término- los periodistas, juntaletres y cronistos de postín, comparecen prestos a mamarla en vez de escribir lo que opinan en privado, no vayan a quedarse sin el pase que les regala la empresa y tengan que pagar para ir a los toros.

¡Cómo estará el patio!, que hasta ya se escucha por la tele que lo mejor de una tarde colmada de invalidez, corrupción, bajonazos y sopor, fue la banda de música.

Sánchez exhuma e indulta, al alimón que nos perdonará el uso de mascarillas en el exterior, como si no fuese él quien nos debe haber sido el causante de tener que llevarlas, dado que ni un solo informe ha demostrado su eficacia en exteriores con distancia de seguridad. Pero el experimento para someter al personal ha salido redondo y verán ustedes como una enorme cantidad de personas seguirán llevándolas, convencidos que morirán si prescinden de ellas. Estos votan.

Lo mismo que los incautos continuarán dejándose timar 40€ por entrada, porque ya los han convencido de que, si no asisten a las corridas de asnos, estarán acabando con los toros. También votan.

Que corra el aire y desaparezca la peste.

José Luis Barrachina Susarte

En la imagen, Pedro Sánchez, aludido por nuestro compañero que, como el mundo sabe, es el político más nefasto y siniestro que reina en España. Criticábamos a Largo Caballero por su instinto criminal, pero Pedro Sánchez le ha ganado por goleada.