Todo el mundo pasa alguna vez en su vida por algunas situaciones que no van como uno las esperaba e incluso resultan peor que las imaginadas en nuestra mente, siendo justo ese momento en el que se hace vital detenerse a pensar porque hay necesidad de reaccionar adecuadamente y a tiempo para tomar aquellas decisiones que nos permitan continuar adelante. Pero no estamos hablando de parches ni de remedios de la abuela para salir del paso, quitarnos la soga del cuello y después del susto proseguir como si nada hubiera pasado para estar cometiendo los mismos errores al día siguiente.

Abundando en todo esto, Spencer Johnson escribió en un lejano 1998 una fábula muy gráfica para afrontar los cambios en la vida, tanto en lo personal como en lo profesional. La tituló ¿Quién se ha llevado mi queso? y en dicho libro narra las vicisitudes de cuatro personajes que pasan sus vidas recorriendo un territorio muy bien acotado en el que encuentran con relativa facilidad todo lo que necesitan para vivir. El queso metaforiza esto último, por eso son ratones los protagonistas de la parábola y como forman parte de una lectura más que recomendable, aquí dejaremos su relato para quien quiera abundar en él, si es que queda un solo individuo que falte por leerlo.

Lo cierto es que todo ello también puede aplicarse al momento que se está viviendo en los toros, con cambios radicales y que afectan tanto a miles de personas desde su profesionalidad como a millones dada nuestra afición, con despidos y ruinas económicas para los primeros, así como con una sensible reducción de los derechos y libertades para todos.

Antes de los sucesos pandémicos cada parte implicada remaba por su lado y no les digo que haya sido preciso un cataclismo como el que ha venido para que se vislumbre un conato de unidad, aunque las ramas que confluyen en el espectáculo taurino son policéfalas y los intereses tan dispares como siempre lo fueron, con el único denominador común del plato de lentejas. Mejor dicho, antes estaban en el aire algunos platos y ahora lo están todos.

Sin embargo y dejando los negocios aparte, los toros son mucho más que la organización de unos cuantos festejos y por lo tanto son un fenómeno popular, hasta el límite que los toros son del pueblo porque es el pueblo el que lo sustenta corriendo con todos los gastos, dependiendo tanto del pueblo que será este quien mantenga los toros a flote o nadie lo hará.

Porque hasta desde la ruina más absoluta, un individuo o un sector se pueden ir restableciendo si las condiciones del entorno en el que se mueve está garantizada la libertad pública de movimientos y de empresa, asegurado el derecho fundamental de producción y creación artística, con una libertad ideológica ilimitada salvo el mantenimiento del orden público y siendo libres para viajar por todo el territorio nacional.

Si en cambio, persiste el escenario en el que han colocado a los toros en España, limitando los derechos y libertades citados, tendremos que el intento de erradicarlos nunca estuvo tan cerca de lograr su objetivo.

Finalizo con las emotivas y esperanzadoras palabras del médico y novelista británico Joseph Cronin, de talento envidiable y gran sentido común, quien decía que, la vida no es ningún pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasadizos en el que tenemos que buscar nuestro camino, perdidos y confusos, detenidos de vez en cuando, por un callejón sin salida.

Pero si tenemos fe, siempre se abrirá una puerta ante nosotros, que quizá no sea la que imaginábamos, pero sí que será finalmente la que demuestre ser buena para nosotros.

José Luís Barrachina Susarte