Los días de Feria empiezan a pesar. Desde el sábado, ininterrumpidos. Día tras día, copita tras copita. Las consecuencias del fino nos hacen comportarnos de forma poco decorosas. La falta de descanso hace que arrastremos sueño. Si al manzanilla y a las pocas horas de cama se le suma el calor asfixiante de Sevilla, se llega a tardes como las de hoy. Se ven cosas que nunca han ocurrido, o que no se vean las que sí han sucedido. Con este ambiente debutó Santiago Domecq como ganadero en la Real Maestranza de Sevilla, una de las vacadas más encastadas de lo Domecq. Sin ser una corrida redonda ni lidiarse un toro extraordinario, apuntó las enormes virtudes de esta vacada. Sin duda ha de repetir. Solamente se le ha de recriminar al hierro, lo escobillado de los pitones. En líneas generales, los toros fueron prontos, sobre todo en el caballo, donde no recibieron el castigo digno de una plaza de primera.

 

El Cid hizo su último paseíllo en Sevilla, y la afición le tributó una calurosa ovación de despedida. Sin duda aún quedan en el recuerdo sus largos, profundos, hondos y templados naturales. No obstante, la tarde de ayer acreditó que debería haberse ido mucho antes. Tuvo un lote para despedirse de Sevilla y del Guadalquivir. Y, en cambio, se fue por la calle Iris sin saborear la gloria. El primer toro rozó la invalidez. El recibo capotero fue muy templado por parte del sevillano, y el animal humilló. A la muleta llegó con la cara a media altura, pero obedeció y fue y vino con un ritmo sostenido. Se empeñó en torearlo al natural, sin poderlo ni embarcar la embestida como el toro requería. La faena bajó y buen incapaz de remontarla. El cuarto fue un animal muy encastado y con poder. El torero decidió no picarlo, y lo pago. Deambuló por el albero maestrante sin saber por donde meterle mano. Quién ha visto y quien ve a este torero.

 

Miguel Ángel Perera hizo su segundo y último paseíllo en esta Feria. Le correspondió un magnifico toro, excesivamente premiado con la vuelta al ruedo. El animal humilló y tuvo profundidad desde que salió al ruedo. Nuevamente, un buen tercio de banderillas de Javier Ambel, con el capote, y Curro Javier, con los palos. En la muleta embistió con enorme profundidad por el pitón derecho, pero la humillación descendió por el pitón izquierdo. Las embestidas fueron encastadas y fuertes, pero no recibió ningún tipo de castigo. Simulacro total del tercio de varas. Perera toreó como solo sabe torear: retorcido, con la pierna escondida, fuera de cacho y expulsando las embestidas lo más lejos posible. Mató de bajonazo. Sin embargo, al público y al fino le pareció una buena estocada, y le pidieron la segunda. Tampoco se libró el usía que concedió la vuelta al ruedo. El quinto, una pintura, fue un manso con genio. No se le picó, como fue regla en toda la corrida. Esta vez brilló la lidia de Curro Javier que saludó, incluso, una ovación. El toro acusó el poco castigo recibido. Y Perera no pudo con él. El naufragio duró hasta que el animal se rajó.

 

Ureña volvió a Sevilla tras su duro percance, en su segunda actuación de la temporada. Sevilla, incomprensiblemente, no le tributó la ovación que su hombría merecía. Cosas de la Feria. El lote de Paco no fue ni mucho menos de triunfo. Sin duda el peor de la corrida. Intentó imponer su concepto a sus dos toros. Y solo pudo dejar una buena estocada.

 

Por Francisco Díaz.