Cartagena, Colombia.

El pescador José Gervasio Corpas y dos amigos más lo llevaron hasta la playa *Las Tenazas* aquella tarde del *18 de diciembre de 1966*.

Ríos tenía espuma en la boca.

Iba vestido con un traje de luces azul y plata, una medallita de oro de la Virgen de la Macarena en su pecho y unas botas de plomo que causaron su inevitable hundimiento.

*El Pinturero*
Como se hizo llamar en honor a un pajarito de Galicia –y para diferenciarse del resto de los matadores de su país–, era el espectáculo central de aquel domingo de toros.

Era el único *torero paracaidista* en el mundo, o al menos así se vendía, aunque este fuese apenas el segundo salto de su carrera.

Durante su primer vuelo, en Getafe, calculó mal el viento y aterrizó a dos cuadras de la plaza.
Sin embargo, pese a la demora, dominó al novillo que lo esperaba.

Meses después, en la costa de Colombia, tomó precaución y se calzó unas botas con plomo para asegurarse de no dejar atrás el redondel.
Pero los vientos alisios, patrones del fin de año, hicieron añicos su plan.

Tenía 24 años y habría cobrado 5 mil pesos, unos 350 dólares de hoy

Por Eduardo Bedoya