El Toro de San Marcos – cuya antigüedad se remonta, por lo menos, al Siglo XVI-, constituye un momento importante de nuestra cultura, en el que el toro aparece implicado directa y explícitamente en el culto cristiano, en su misterio más hondo como es la Eucaristía. Esta Fiesta se sitúa en el centro oeste de la Península, en Castilla y Extremadura. Debemos señalar que ha sido siempre esta zona la que ha contenido el mayor porcentaje de fiestas populares de toros.

En esta Fiesta se destaca una estructura constante. La víspera del día de San Marcos, el mayordomo de la cofradía salía al monte donde se encontraba la manada de toros bravos, y entre ellos se dirigía a uno con estas palabras: “anda acá, Marco, que ya es tiempo y hora de ir a hallarte a la celebración y Fiesta del Evangelista San Marcos”. Y el toro bravo se rendía y amansaba Milagrosamente, siguiendo al Mayoral hasta el pueblo. Al día siguiente tenía lugar la procesión en Honor al Santo, presidida por el toro que seguía desnudo de la bravura. Una vez terminada la procesión se celebraba la Misa Mayor en Honor a San Marcos en la misma Iglesia del pueblo, a la que el toro asistía con la misma extraordinaria actitud orante que le había caracterizado en los  anteriores actos religiosos. Pero tras la Consagración de la Misa se producía el Milagro extraordinario: el toro recuperaba todo su carácter bravo y embestidura taurina. Entonces lo sacaban a la calle precipitadamente y regresaba al campo. El momento esencial, que se repite en todas las descripciones, es la trasformación cualitativa que se opera tras la Consagración en la Misa: cuando el toro recupera la bravura originaria. Declaraba el Sumo Pontífice  Juan XXIII:»La Eucaristía, infundiendo en el corazón del hombre una nueva energía -el amor sobrenatural-, refuerza, encauza y purifica el afecto humano, haciéndolo más sólido y más auténtico. Cuando tiene a Dios en su pecho, todo el hombre queda armonizado en sí mismo…». Ciertamente, recibimos una energía y un poder que nos hace regresar a nuestro estado originario como le acontece al toro.  La Consagración es el momento en que el toro se hace bravura y recupera su naturaleza indómita, despierta a su naturaleza originaria. Su casta le insta volver al campo para reconocerse en la verdad de su destino oriundo.

En el Libro sobre el Toro de San Marcos, manuscrito del siglo XVI citado por Vicente Barrantes  y que parece basarse en el festejo de Brozas, se emplean cinco de sus ocho capítulos en demostrar el Milagro. La titulación de los mismos no precisa comentarios:

«Cap. II. Persuádase con ejemplares de otros milagros que Dios concedió a los santos, y hoy subsisten, quiso honrar con éste de amansar aun toro al evangelista San Marcos, todos los años, en el día de la fiesta.

Cap. IV. Establéese que es milagro amansarse el toro el día de San Marcos.

Cap. V. Pruébese con autoridad que amansarse el toro el día de San Marcos es milagro. .

Cap. VI. Pruébese que en la acción de amansarse el toro el día de San Marcos no hay superstición.

Cap. VII. Respóndase a los argumentos que dicen que el amansarse el toro el día de San Marcos es superstición».

El Teólogo  Miguel Ximén, cura de Casas del Monte a finales del siglo XVII, casi un siglo después de firmado el rescripto, llega a decir que «opinión hay que en esto hay algún pacto y que no es por virtud Divina; mas yo digo que creo que Dios quiere por este camino que se aumente la devoción del Santo; y con esta intención de que es servido de Dios lo haré siempre que se ofreciere, si mi Superior no me mandare otra cosa». Y ciertamente por esas fechas, pero también con posterioridad, el Obispo de Plasencia, diócesis a la que pertenecía Casas del Monte, se mostraba complaciente y abierto.

Hay muchas anécdotas relacionadas con esta Fiesta. El mismo Feijoo nos refiere que en Almendralejo, «yendo ya en la Procesión, se alteró súbitamente el toro, acometió a las Andas en que iba la Imagen de San Marcos, las echó a tierra, y rompiendo por medio de la gente, aunque sin hacer daño a nadie, se escapó y se fue al campo»..

Marcos, o en su variante en italiano, Marco, es un nombre de origen latino, su forma latina original es Marcus, originada a su vez en el adjetivo marticus, que significa «consagrado al Dios viril de la guerra». San Marcos llegó a ser el secretario y hombre de confianza del Aposto  San Pedro. Como le escuchaba siempre sus Sermones que no eran sino el recordar los hechos y las palabras de Jesús, Marcos fue aprendiéndolos muy bien. Y dicen que a pedido de los cristianos de Roma escribió lo que acerca de Jesucristo había oído predicar al apóstol. Esto es lo que se llama «Evangelio según San Marcos».

Sea como sea, sea quien sea, se muestre como se muestre el Toro de San Marcos nos enseña a Adorar a Dios y a apocarnos, postrarnos y mortificarnos  ante su Presencia Salvadora en la Santa Misa. ¡Adorado sea Dios! Este Himno se lo dedico al Toro que sabe el significado del silencio para recibir la Fuerza y el carácter de la trasformación.

¿Cómo soportar el peso del amor? Inmenso como el mundo,
ligero como una esfera de hadas o como un reflejo en el agua,
su color irisa nuestra memoria y envía un estremecimiento a la lejana
floresta del silencio. Pues nada hay que pueda salvarnos
del peso de la vida, y sólo lo más ligero, el olvido de sí,
posee la capacidad de elevarnos hasta el reino sublime.
¿Es aquí, quizá, donde camina el toro? ¿Es aquí donde encuentra
bajo la tibia lluvia, el encantado círculo de plata
donde una joven espera, con infinita paciencia, sentada en una silla
tallada en el tronco del árbol del oído? Dos  cuernos rosados
brotan, como un feliz pensamiento, de su frente.
Y en el imposible, su ausencia se hace real,
tan real como un deseo irrealizado, e igual de fuerte.

 

 

 Por David Benavente Sánchez, Capellán Taurino.