La envidia es un sentimiento,  que se mueve entre dolor y desdicha, al no poseer lo que tiene otro, sean bienes, cualidades superiores tangibles e intangibles.​​ (RAE: tristeza o pesar del bien ajeno, deseo de algo que no se posee)

Que su amiga viste elegante, que su compañero tenga una mujer hermosa, que la elocuencia florece en sus labios,  que la cuna de sus ancestros es superior a la suya. Al carecer de amor propio,  olvida sus cualidades buenas, cree que la persona vale por lo que posee. No dejan de compararse, lo cual les hace sentir incluso miserables y por lo tanto se sienten  mal. Procura buscar la colita al perro, a fin de destruir la convivencia, ofertando, lo que nunca podrá entregar.

La envidia que algunos dicen llamar, sana, es mentira, los envidiosos solo llevan cizaña por donde caminan. Si ven que al otro le va bien en cualquier ámbito de su vida, les afecta tanto como si ellos perdieran algo.

Imagínese el sol tibio de noviembre, el envidioso en vez de sentir alegría, camina por un sendero rodeado de sombras. La ceguera no le permite ver la hierba plateada por el rocío. Vive  la  noche anticipada, lucha contra sus emociones… La envidia se lleva  dentro, pues su manifestación mostraría a los otros su inferioridad. El envidioso es altivo dentro de la mediocridad que habita en él. La envidia es potente, fuerte y corrosiva.

La proximidad es  un factor, altamente, potenciador de envidias. Se ha comprobado que la envidia del amigo es peor que el odio del enemigo. El primer ministro británico Winston Churchill, tiene una frase lapidaria sobre la envidia proximal: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”. Es para “ellos” es más deseable el éxito del  adversario que el  de su partido. Este tipo de envidia,  tiene connotación competitiva.

Cuando la envidia crece en el seno familiar, es altamente dolorosa,  la más común: el reparto de la herencia de padres a hijos,  siempre genera envidas entre los hermanos, dejando  aflorar,  rencores y divisiones insalvables.

Las personas envidiosas tienden a burlarse de la otra, juzgándola constantemente. No ven logros, buscan con lupa la menor mota o borrón, haciendo de ello un volcán de ineficacia.

La envidia, me gusta relacionarla con la deshonestidad e inmoralidad, por pretender derrotar y/o  hacer caer al envidiado.   El envidioso trata de convencerse con pensamientos: “En realidad su trabajo no es tan bueno, los hay mejores”, o “No es tan inteligente como parece” “Pronto le llegará el fracaso que amortice sus logros o aciertos”. En Alemania tienen una palabra que define muy bien este tipo de envidia SCHADENFREUDE o alegría maliciosa. Me van a comprender los fanáticos del futbol: ¿es bueno, lo que sienten los hinchas del Barça cuando pierde el Madrid, o los del Madrid cuando pierde el Barça? Dejan aflorar  la Schadenfreude. Recuerden:

«Un corazón en paz le da vida al cuerpo, pero la envidia pudre los huesos».

Isaura Díaz Figueiredo