La ya denominada nueva normalidad ha hecho acto de presencia en las plazas de toros, y este sábado 15 de agosto lo hizo en el extremeño coso de Herrera del Duque donde mandó Victorino una corrida de cinqueños con «toros serios» en sus propias palabras, con pesos de 590, 515, 520, 500, 480 y 552 kilos respectivamente para una plaza de tercera que aumentó la seriedad de sus toros, mas no la de su público.

Toros con trapío de Sevilla muchos y algunos de Madrid, uniformados con pelos cárdenos y entrepelados, que serían muertos por los diestros Manuel Escribano, de nazareno y oro que arrancaba temporada, José Garrido, de blanco y oro (y que fue el único ataviado con la mascarilla, dando un necesario ejemplo) y el portugués Juanito, de verde y oro que también arrancaba temporada. Una corrida en líneas generales, con transmisión, recorrido, casta y bravura.

El lote de Escribano (saludos y vuelta al ruedo) fue manejable con un primer toro (Vergelero, 23) que fue tan gris como su pelaje, pues aún con casta (bronca la mayor parte de veces) mantuvo una  tendencia bobalicona que sólo consiguió matices grisáceos. Palmas. Con él el diestro se estiró pero, entumecido de meses sin torear, marró una res que bien pudo ser de oreja. El segundo (Platónico, 22) fue mucho más «buenazo». Un animal casi adormilado, de embestida más lenta que el tren a Extremadura y casi carente de sangre en sus venas, que Escribano supo manejar y sacar naturales de cierta estética pese a una colocación deficiente (tónica de todo el festejo) y de no haber cargado la suerte (también común denominador de la tarde). Tras perfilarse mal a matar y dejar una media estocada desprendida, dejó moribundo a Platónico con el descabello. El toro escuchó una ovación.

José Garrido (saludos y dos orejas) cayó en gracia desde un primer momento, pues le tocaron en suerte los dos toros más serios de la tarde. Su primero fue Gargolito, número 46, con el que se estiró a la verónica doblándose y rematando con una bonita media. Derribó el toro en varas, se vino arriba y Garrido hizo un quite por chicuelinas descable, sobre todo por la soberbia media verónica final. Este 46 fue un toro muy encastado, que no sólo pedía sino que exigía mando y una muleta firme, que José Garrido (no sin problemas) pudo ofrecerle, muy a su modo. Cabe destacar una tanda por cada pitón y su colocación algo al hilo de pitón, única faena del conjunto del festejo en que fue algo más meritoria. Escuchó el toro ovación en su arrastre. Hizo quinto el número 4, Planetario de nombre. Un bizco animal, endiablado en su expresión, que hizo las delicias de público y torero pues aún teniendo casta se entregó. El toro fue un viaje en el tiempo prácticamente, un viaje a los gloriosos 90 en que los Víctor Mendes, Joselito, Esplá, El Tato o Encabo se las buscaban para resolver la papeleta presentada por los toros de Victorino. Ha sido el retorno, momentáneo, al toro tobillero de Albaserrada. A éste, Garrido, lo toreó pase a pase, tirando y exprimiendo, mucho más cuajado que en el anterior, pero con peor colocación y con tal velocidad que parecía Ferrera en sus «tiempos mozos». Cortó dos orejas, excesivas, pues la media estocada trasera, certera por desgracia, degolló al animal que, echando borbotones de sangre por sus hocicos, se tragó la muerte y peleó hasta su último aliento. Fue premiado con una más que justa vuelta al ruedo.

Finalmente Juanito (saludos en ambos toros), se tendrá que quedar con el diminutivo, pues más verde ha sido su toreo que el traje que vestía. En líneas generales, sus dos faenas fueron bien parecidas. Tuvo mucha actitud, y sabe torear,  tenemos que esperarle y tener paciencia, pero mantuvo un toreo algo perfilero en todo momento, con una colocación algo fuera de sitio, sin acordarse de cargar la suerte en ningún momento y queriendo aparentar una pureza y una elegancia claramente ausentes en su toreo. Gaditano, número 24, fue el primero de su lote, y si bien no fue fácil pues el toro fue soso, tampoco se encontró el portugués. Incomprensiblemente el toro escuchó una ovación. Y más tarde, Matemáticas con el número 14, resultó en más de lo mismo pero con un plus en picante, en cierta emoción gracias a la condición más encastada del toro, pero como dijo Domingo Ortega: pegar pases no es torear. Matemáticas escuchó otra ovación.

En positivo debemos alabar la actuación de Antonio Chacón que, como siempre, no defrauda con los rehiletes ni bregando con el animal, mientras en negativo debemos resaltar que no se dió ni un buen puyazo en la corrida, y quedamos sin ver prácticamente todos los toros en el caballo. También la nota negativa la puso el percance del banderillero Alfonso Gómez al cerrar el 3º toro de la corrida. El parte facultativo es tranquilizador, al tener una cornada limpia  de 10 cm en el glúteo, descartando cualquier lesión en el recto.

En fin, hasta aquí el festejo de Herrera del Duque, ya sólo queda rezar para que en un futuro cercano, la nueva normalidad no se parezca tanto a la antigua como está pasando.

Por Quesillo

Foto Raúl Puig, Asociación de Fotógrafos taurinos.