Ha sido Alfonso Navalón, -quizás para mal de muchos- uno de esos hombres, de esos críticos de toros, que mayor esplendor le ha dado a la crítica taurina. Sus polémicas, su indiscutible categoría, su saber decir, el entender de toros más que nadie de los de su profesión, todo ello, le ha situado en un lugar de privilegio en las letras taurinas. Este hombre, tiene la virtud de, en un momento determinado el ser objeto de noticia. …»

Texto extraído del libro «Las desgarradas entrevistas de Pla Ventura», editado en septiembre de 1982.

Decían de él, que era uno de los críticos más entendidos de su época, y posiblemente del siglo veinte. Así lo confirman las enormes ventas de aquellas publicaciones donde sus críticas eran lo más sobresaliente. «El Ruedo», «Informaciones», «Pueblo», y «Diario 16» le tuvieron como figura en sus secciones taurinas. Luego, tenía una indudable atracción en los coloquios post-corrida que se organizaban en hoteles de aquellas ciudades donde se celebraban importantes ferias.

Su conexión con el público y por ende con el aficionado más cabal era absoluta. No cabe duda que sus crónicas eran polémicas, que hacían rugir a muchos aficionados, pero al final estos claudicaban al comprobar la veracidad de aquellas realidades. Eran los años ochenta, y en esa época existían críticos de gran solvencia como Joaquín Vidal o Vicente Zabala, pero Navalón era el rey del cotarro, el elegido por la mayoría de aficionados, a la vez que temido por el sector taurino.

«Los coches Mercedes no me interesan, parecen de gente mayor, y yo no ando todavía por ahí». -Se refería al regalo de dicho coche, al parecer procedente de «El Cordobés», para intentar suavizar las críticas que Navalón le hacía. «Espartaco siempre, -y a pesar de ser figura-, será el chico de los recados» -Esta era la contestación que daba a un aficionado, cuando le preguntaba por el estatus de figura de Espartaco, después de su triunfo con un toro de Alonso Moreno en Madrid.

El anecdotario taurino de este crítico sería imposible de reproducir en un artículo, pero destacaré lo sucedido en un San Isidro de la década de los ochenta: Antonio Chenel «Antoñete» compartía cartel con Curro Romero, teniendo como telonero al sevillano Curro Durán. Los toros eran de la vacada salmantina de Garzón-El Viti. «Antoñete» estuvo inmenso, dejando posiblemente su mejor obra después de aquella faena al mítico toro blanco de Osborne.

Curro se picó aquella tarde, puede que contagiado por la magia y toreo hondo del madrileño, y realizó un esbozo de toreo que entusiasmó a sus partidarios; aunque nada tuviera que ver con la plasticidad y hondura de Chenel. El caso es que al final recibió una oreja. Los coloquios de Alfonso Navalón, aquél año eran en uno de los salones del Circulo de Bellas Artes. Todos los festejos eran grabados por un profesional contratado por el crítico. Luego, esos vídeos eran visionados a través de una pantalla gigante, ralentizando aquellas imágenes que Navalón consideraba imprescindibles.

Ni que decir tiene, que aquél salón estaba absolutamente lleno, y con muchos partidarios «curristas», los cuales habían encargado multitud de copias al profesional de la cámara. Había una atmósfera pletórica, como si a todos los asistentes les hubiera tocado el premio gordo de lotería. Nada más comenzar su disertación, Navalón dijo: «Hoy, Antoñete ha cortado tres orejas en Las Ventas»; lo cual dejó en fuera de juego a parte del público. El resultado orejero había sido: Antoñete, dos orejas; Curro, una oreja.

A partir de aquél inicial desconcierto, Alfonso Navalón comenzó a desgranar lo que había tenido de toreo puro y auténtico, lo efectuado por Chenel, a la vez que evidenciaba las artimañas, el destoreo, la  controvertida colocación del torero de Camas. En repetidas ocasiones congeló la imagen, y aquellos lances que tanto habían sido aclamados por sus partidarios en la plaza, al final, la terrible realidad del vídeo los convertía en toreo vulgar: entre la muleta de Curro y el toro cabía un vagón de metro. Ni que decir, cuando tuvo que entrar a matar, haciéndolo de un «sartenazo», aunque de gran eficacia. El toreo de Curro quedó al desnudo aquella noche, y Alfonso hizo perder bastante dinero a su colaborador, ya que apenas un par de «curristas» compraron las copias del vídeo; los demás salieron del coloquio como si hubieran sido apaleados.

Licenciado en derecho, aunque nunca ejerció; ganadero de bravo; había probado suerte como novillero; y sobre todo escritor y periodista, Alfonso Navalón ha sido un crítico punzante, defensor de la máxima pureza del espectáculo; le tocó bailar con la transición que supuso el cambio de toro, después de la devastadora época de «El Cordobés», cuando la cúpula del empresariado temblaba ante el futuro incierto de la Tauromaquia. Ha sido el único crítico taurino en salir a hombros, un par de veces, de la plaza de Las Ventas.

En la imagen, Alfonso Navalón con nuestro compañero Pla Ventura en una foto de la época en la plaza de toros de Albacete.

Giovanni Tortosa.