Los patios de caballos, no suelen oler a «Nina Ricci» o «Chanel»; la estancia de los caballos de picar, de las mulillas de arrastre, de los «alguacilillos, etc., no son precisamente un lugar, digamos agradable, de brillos edulcorados de fantasía. Los toreros actuantes, pasan de la placidez y lujo de los hoteles de cinco estrellas a unas estancias con olor a boñigas. Es un contraste terrible, pero, a veces estos lugares casi agrarios se transforman en una especie de escenario, donde, y como si hubiera un «photo-call» con marcas publicitarias, aparecen algunos toreros y con ellos toda una pléyade de seguidores y fans que arden por hacerse un «selfie» con ellos.  Cayetano Rivera es posiblemente quien más juego suele dar en estos saraos.

Él es, probablemente el último símbolo que nos queda de los llamados «toreros mediáticos», del «cuore» o prensa rosa. Retirados Jesulín, Manuel Díaz «El Cordobés» y su propio hermano Fran, él tiene sobre su augusta cabeza el cetro del mundo «fashion». Hace unos días, Pedro Piqueras llamó a Cayetano para que hablase en su telediario. El torero se arrancó por donde nadie, ni sus más terribles enemigos podían imaginar: «A ver si ahora, estos animalistas de salón adoptan algunos de los toros que irán a morir en un frio matadero».

Evidentemente, esto ha tenido que escocer a toda esta patulea de ignorantes fanatizados, manejados por unos gurús que reciben los dinerales que ofrecen  gobiernos que carecen de empatía con el ser humano, y sí buscan a los animales como recursos populistas, al igual que usan a las mujeres, cuando les interesa en cuestiones de  supuesta igualdad o lo que se les ocurra, con tal de obtener votos; que al fin y al cabo es para lo único que les interesamos.

Muchos aficionados taurinos podrán discrepar, tanto de Cayetano, así como de su hermano Fran. A pesar que las críticas generalistas no siempre les auspiciaron bondades. Francisco Rivera ha sobrevivido a todo ello, habiendo lidiado más de mil quinientas corridas, -y eso en sí, es ya un mérito; Cayetano comenzó su carrera, creo que con veinte y ocho años, asesorado por su tío Curro Vázquez, y también sigue ahí, no tiene todavía vitola de  excelsa figura, anda en un discreto segundo plano y las responsabilidades en las ferias quedan para los Morante, Juli o Manzanares.

Pero, cuestiones artísticas aparte, lo que es innegable, tanto en Francisco como en Cayetano, es su implicación en la defensa de la tauromaquia. Ambos, no dudan en salir a los medios, y no nos referimos al terreno de la plaza, sino a los llamados informativos, incluso en sumergirse en las «redes sociales», donde se dispara con auténtico plomo. Ellos, y aprovechando su condición de «mediáticos», están al quite de cualquier ocasión que se les brinda, para defender un patrimonio artístico, la historia de un espectáculo que no tiene parangón en el planeta. Podría ser un ejemplo, extensivo a muchos de los actores de este espectáculo, aquellos que mayor tirón puedan tener en dichos medios. Es hora, para que todo el planeta taurino se reivindique y haga sonar las evangélicas «trompetas de Jericó» en este marasmo social que nos devino en tiempos de tintes apocalípticos.

Desde jovencito, Cayetano seguía las temporadas taurinas de su hermano Fran. Era su fiel acompañante, con él podía vislumbrar los ritos sagrados de la tauromaquia, buscando las rémoras de sus ancestros como lo fueron Cayetano Ordóñez, conocido como «El Niño de la Palma», su bisabuelo, un torero de corta trayectoria profesional; de su abuelo, el magnánimo Antonio Ordóñez, de sus tíos, del genial Luis Miguel, de su padre Paquirri. Y también de esa manera participaba en los saraos post-corrida que se montaban en los hoteles cuando toreaba Fran, en loor de multitudes ávidas de autógrafos, fotos, juergas flamencas o lo que se terciara con el guapo nieto de Antonio Ordóñez.

De sus primeros años como matador, la prensa taurina apostaba por un torero de dinastía, (la más extensa del orbe taurino) que tendría maneras clásicas. También se dijo de él que era un torero intermitente, con pasajes abúlicos, ausente, pero que atesoraba unas formas toreras de alto calibre. Tuvo «chispazos» en Madrid, de los denominados geniales que los críticos cantaron en sus medios informativos.

En la temporada de 2019, el menor de la saga Rivera ha sido el triunfador en los «Sanfermines»; un triunfo que hizo correr ríos de tinta y saliva en críticos taurinos, pero, lo cierto es que Cayetano embrujó a las peñas pamplonicas, tan ávidas de cánticos y calimocho, que por momentos entregaron su alma y trofeos taurinos al menor de los Ordóñez. También triunfó en otras ferias de menor prestigio. Se le ve entonado, con muchas ganas, y aunque todavía no haya alcanzado el zenit de gran figura, de los de mandar, su posición en la «Fiesta» es respetada por los taurinos.

Triunfe más o triunfe menos, el respeto de muchos lo tendrá siempre; implicarse hasta los tuétanos en la defensa numantina de la tauromaquia, -a pesar de recibir todo tipo de insultos, incluso amenazas de muerte-,  y ser torero después de saber que tu padre lo mató un toro en la humilde plaza de Pozoblanco, de asumir la tragedia que aquello dejó en toda la torería no es cosa baladí, tiene un deje que roza lo heroico…

Giovanni Tortosa