«Creo, por mi experiencia y mis observaciones, que los que se identifican con los animales, los amigos profesionales de los perros y de otros animales, son capaces de mayor crueldad con los seres humanos que quienes no se identifican espontáneamente con los animales».

Así se manifestaba Ernest Hemingway en los años treinta, al respecto de los hoy famosos «animalistas». Uno de los más fervientes animalistas fue el archi-criminal Adolf Hitler, quien se postulaba para que los animales  tuvieran los mismos derechos que los seres humanos; así personas y animales estarían a la misma altura.

La efervescente moda animalista que recorre España sigue in-crescendo, ofreciendo datos curiosos como unas estadísticas que se hicieron en Barcelona capital, donde el gasto promedio en alimentación era mucho más alto en lo concerniente a mascotas que en las propias personas. El reflejo de todo esto viene respaldado por los medios, y en algunas cadenas televisivas estos conceptos han sido potenciados y elevados, ridiculizando a participantes en concursos, donde se sitúa a estos por debajo de la condición animal.

El tridente estrella en estas temáticas: Telecinco, Cuatro y Sexta nos muestran por donde van las tendencias, y es Telecinco con sus «realitys» la reina: «Gran Hermano» en sus diferentes versiones, y por supuesto «Supervivientes», o lo que antaño se denominaba la isla de los famosos o famosillos, surgidos de esta fantástica industria mediática quienes ostentan el dudoso honor de congraciarse para ridiculizar a estos participantes en grado sumo.

Las imágenes que nos ofrece Telecinco son explícitas y de alta expresión, acerca de cómo utilizan al personal, especialmente en la isla alquilada para estos eventos. Además, son proyectadas en las horas de mayor audiencia, y en un día como jueves que es al parecer cuando más interés despierta el «reality». A la ya absoluta falta de higiene de estos personajes, debido a las condiciones precarias en las que viven, a pesar del hambre que pasan son sometidos a duras pruebas, con el tórrido calor caribeño de fondo, embadurnados de arena, sudores, barro, cabellos sucios, barbas desaliñadas, etc. ¡Todo un festival de luz y color!; y para premiar al grupo triunfador de dichas pruebas, se les obsequia con un gran plato de espagueti aliñados con salsa kétchup y carne picada. Hasta ahí todo normal, dentro del surrealismo del serial; lo vergonzoso, y que sitúa todo esto en las antípodas de lo humano, es ver como estos diez o doce personajes se sumergen salvajemente  en el plato durante un par de minutos, para tratar de engullir todo cuanto puedan. Una piara de cerdos en la misma situación tienen mucha más dignidad que este cuadro. El mensaje subliminal queda claro: a estas criaturas las someten de esa manera para ser humilladas y degradadas, y de esa forma quedan por debajo de cualquier animal.

El nivel ético y estético no puede ser más degradante. Y sin embargo, la sensación que ofrecen es de pleno acatamiento y todo ello les parece normal. Nadie se queja, toda esta degradación al infinito es admitida como algo lógico y hasta natural. Se supone que los animalistas y toda la grey que les secundan estarán reconfortados con estas cosas; que el ser humano se sitúe por debajo de los animales, debe de ser para ellos como alcanzar el zenit de la felicidad.

Alentando todas estas sensaciones «de alto glamour», el presentador J.J. feliz desde su tribuna, donde ejerce como árbitro de la moral en estos saraos.

Eso sí, los invitados del plató han de reír sus innumerables ocurrencias acerca de sus veleidades amoroso-sexuales. A veces pareciera un pavo real, arrojando plumas al viento, esplendoroso y brillante mientras  tira «los tejos» a algún musculado concursante que le haya suscitado morbo. Ahora bien, si alguno de los concursantes o invitados en el plató tiene un mínimo desliz de corte machista, inmediatamente les amonesta o expulsa del evento. En la pasada edición echó a un par de desgraciados, sin embargo no se atrevió con un miembro de la saga Matamoros que había cometido el mismo ultraje. Altivo, henchido de egocentrismo, se siente el faro de Alejandría en cuanto a dictar sentencia sobre cualquiera que sea el tema a debatir; y ya sabemos, si por ahí se cruza algún torero, atizará a la Tauromaquia cuál Savonarola en la Florencia medieval.

Alguien, tal vez se pregunte, el por qué uno pierde el tiempo viendo estas bazofias, habiendo tantas cosas de mayor relieve por hacer; lo hago por una sencilla razón: estos canales y programas son como un barómetro donde se mide la idiotización que día a día va afectando a España. La cretinización del personal va creciendo, es bastante evidente, cuando caes en la cuenta que nadie se sorprende de estas situaciones; que todo se acepta de buen grado, y que estas idioteces ya forman parte de nuestra actual cultura. Esta sería la conclusión…

Fotografía: periodistadigital.com

Giovanni Tortosa.