Hasta que el cuarto toro de Aurora Algarra comenzara a hacer el avión y Ferrera estirase su muleta para alargar una serie de derechazos y naturales, los mejores momentos de la tarde fueron protagonizados por los banderilleros Montoliú y Fernando Sánchez. Los aplausos más intensos fueron para ellos. A excepción del primero, tanto segundo como tercero parecían dignísimos ejemplares para una plaza de tercera. Así que Ferrera pechó con el lote donde, extrañamente el trapío y presencia eran los propios para una plaza como la de Alicante.

Luego, quinto y sexto volvieron a tener las hechuras de plaza de tercera; y esa es la realidad que ha presidido esta feria en homenaje al maestro Manzanares. Visto lo visto, su figura se ha estirado en el tiempo, dejando una estela de torero grandioso, que sin embargo recibió los hachazos de la crítica de su época. No sólo Navalón o Joaquín Vidal; también escritores  ponderados como Carlos Abella, mencionaban un exceso de comodidad en su carrera; cuando Manzanares mataba continuamente «santacolomas» por vía Joaquín Buendía o Ana Romero. Los toros de Dolores Aguirre pasaron por sus capotes en bastantes ocasiones. También Baltasar Iban, Miura y muchos encastes de los considerados duros.

Y entonces, ¿qué dirían ahora aquellos críticos acerca de las figuritas del belén actuales? La comodidad o sencillamente perversión, de sólo enfrentarse a tres ganaderías de un mismo origen, y que lógicamente ofrecen un perfil aburrido, de terneras, de toros sin alma, donde las faenas hoteleras se suceden sin limite echando de las plazas a los pocos aficionados que todavía quedan; y de seguir la tónica imperante, hasta los públicos festivaleros irán desapareciendo.

La presencia de Morante siempre despierta interés y cierto morbo en el personal. Su personalidad tan atípica y fuera de lo convencional, con marchamo de artista genial y diferente. En la mañana, después del sorteo, vestido enteramente de blanco, asistía a la presentación de un busto en homenaje a Manzanares. Todo un detallazo hacia quien fuera emblema sagrado de la torería alicantina. En la tarde, y ya con un traje azabache y grana con remates azules, intentó en todo momento dejar su estela de arte. Su primero apenas se dejó dar unas verónicas de la casa, pero las escasas fuerzas del animal tiraron por tierra los anhelos del carismático espada.

Sería en el quinto, un torito que sí le permitió aromar de torería y enjundia el albero. Para algunos aficionados hizo lo mejor de la tarde, o puede que lo más bonito y estético. Para nosotros tuvo mucho más trascendencia la faena de Ferrera al cuarto, ya que su oponente sí de verdad era un toro con cuajo, hondura y transmisión. De los que por su bravura pueden dejar en ridículo a cualquiera que se ponga delante. Al igual que hiciera el día anterior en Badajoz, puso en escena su particular «ferreriana» suerte de matar. El primer intento fue fallido, y en el segundo dejó una entera. Dos orejas del que creemos ha sido el toro de la feria.

Lo de Juan Ortega nos despistó muchísimo. Teníamos ganas de verle en directo; por su buena colocación ante los astados, por su querer hacer un toreo puro, por tantas cosas que le veíamos. Al final de la tarde nos quedamos con las cinco o seis verónicas ralentizadas al sexto. Lo demás fue un querer y no poder, especialmente en la suerte suprema, donde nos regaló también para el recuerdo, un festival de desaciertos con la espada y el verduguillo. Tres avisos. Lo mejor que podría hacer es encerrarse en una finca junto a Pepe Luis Vargas, y que éste le enseñe a matar. El crédito que le han otorgado como semi-figura puede desvanecerse de seguir en esa línea. El sexto, un torito aquerenciado y manso lo llevó de aquí para allá, como si fuera el chico de los recados; en ningún momento supo imponerse. Menos mal que lo liquidó al segundo intento, de un bajonazo.

Al final del festejo, un aficionado vecino de grada nos decía: «las novilladas de Calasparra tienen más empaque de toros que esto»….

Giovanni Tortosa

Foto: Ferrera junto al cuarto; el mejor toro de la feria.